Capítulo 11

2.7K 387 11
                                    

El martes por la noche, Harry tuvo que obligarse a abandonar el calor de la acogedora chimenea de la sala común de Gryffindor. Se despidió de sus amigos con la mano y recorrió nervioso el conocido camino de las mazmorras.

Eran casi las ocho y Harry apresuró sus pasos, llegando al despacho del profesor de pociones justo a tiempo. Levantó la mano para llamar a la puerta, pero dudó al sentirse repentinamente invadido por la ansiedad.

Hace poco más de una semana, estaba parado en el mismo lugar, esperando que Snape lo escuchara. En lugar de eso, acabó en el ala del hospital.

Recordar las horribles lecciones de oclusión anteriores no hizo más que aumentar la aprensión de Harry.

Se armó de valor y finalmente llamó a la puerta. La puerta se abrió antes de que su mano se apartara, revelando el despacho del profesor de pociones. Snape estaba sentado detrás de su escritorio, con una pluma en la mano.

-Pase, señor Potter-. Dijo. -Y siéntese-. Señaló una silla al otro lado del escritorio.

-Sí, señor-.

Harry cerró la puerta y entró, observando a su profesor con nerviosismo. Cuando Snape no levantó la vista de su escritura, Harry se sentó, arrastrando los pies.

Snape seguía garabateando con bastante furia, obviamente demasiado ocupado como para prestarle atención a Harry. A Harry no le importaba, no tenía ninguna prisa en que sus pensamientos y recuerdos fueran invadidos por aquel hombre.

Después de un rato, Harry comenzó a observar a Snape, prestando atención a cada pequeño detalle. El rostro de Snape no era lo que uno llamaría guapo. Tenía rasgos más bien duros, pómulos afilados, cejas pesadas y una nariz prominente y un poco torcida. Parecía que se había roto una vez y no se había curado bien. Sus ojos eran muy oscuros y, aunque ahora estaban apagados, Harry sabía que podían atravesarle con una mirada como ninguna otra.

Los labios de Snape eran bastante finos y estaban fruncidos por la concentración y Harry se preguntó qué aspecto tendrían curvados en una sonrisa. El pelo negro del maestro de pociones colgaba alrededor de su cabeza en mechones sueltos, con un aspecto más fino que graso, según notó Harry.

Los ojos de Harry bajaron para examinar las manos de Snape. Eran bastante grandes, pero los dedos largos y finos les daban un aspecto elegante. Sujetando la pluma con gracia, la mano de Snape parecía la de un artista, sosteniendo un pincel y pintando una obra maestra con trazos seguros y precisos.

Harry se dio cuenta de que la pluma había dejado de moverse y levantó la vista. Snape lo observaba con una mirada intensa, con las cejas un poco fruncidas.

-Señor Potter-. Habló de repente, dejando la pluma en la mesa y empinando los dedos. -Confío en que esté preparado para la lección de hoy. Como ya sabe por sus intentos anteriores, debe vaciarse de toda emoción y hacer un verdadero esfuerzo para evitar que penetre en su mente-.

Harry tragó saliva y asintió con la cabeza, ya preocupado porque iba a fracasar.

-¡Muy bien, prepárate!- Snape apuntó a Harry con su varita y antes de que pudiera parpadear, Snape lanzó el hechizo. -Legilimens-.

Harry sintió inmediatamente una presencia extraña en su mente, que se deslizaba por sus pensamientos con facilidad. Las imágenes cambiaban rápidamente, Harry apenas registraba qué recuerdos estaba viendo Snape. Antes de que pudiera intentar expulsarlo, Snape ya había abandonado su mente.

El profesor lo miraba con desprecio y seguía apuntando a Harry con su varita. -Señor Potter, ¿qué parte de despejar su mente e intentar evitar que penetre en ella no entiende?-.

TRUST (IN) ME Where stories live. Discover now