Capítulo 9

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El lunes por la mañana, el dormitorio de los chicos de sexto año parecía una zona de guerra. Después de un fin de semana tranquilo en el que se han acostado tarde y han dormido hasta tarde al día siguiente, los chicos han tenido problemas para despertarse. Tropezando con el cuarto de baño, buscando sus zapatos extraviados y sus corbatas caprichosas o haciendo los deberes de última hora, era un milagro que llegaran al desayuno a tiempo.

Harry se sentó junto a Ron, que inmediatamente empezó a apilar una cantidad alarmante de comida en su plato. Harry sonrió a Hermione, sentada frente a él, mientras ponía los ojos en blanco ante el pelirrojo.

Sin sentir mucha hambre pero sabiendo que tenía que comer algo, Harry cogió una tostada y se sirvió una porción de huevos revueltos.

-Harry, ¿has leído los apuntes sobre Amortentia que te presté? El profesor Snape insinuó que se incluirá en los exámenes de fin de curso-. preguntó Hermione, con un libro de pociones apoyado en su taza de té.

-Sí, he leído todos tus apuntes. Incluso los de Historia de la Magia-. Respondió Harry, ganándose una sonrisa de aprobación por parte de la chica de pelo largo.

-Amigo, ¿de verdad te has vuelto loco?- Exclamó Ron, rociando la mesa con migas de tostada que salieron volando de su boca. -¿Qué haces siendo tan estudioso de repente? No te estarás convirtiendo en una segunda Hermione, ¿verdad?-. El pelirrojo parecía horrorizado con ese pensamiento.

-No, amigo-. Se rió Harry ante la expresión de su amigo. -Sólo me aburrí mucho en el ala del hospital-.

-Uf, me tuviste preocupado por un momento. No necesito otro ratón de biblioteca como amigo-. dijo Ron, metiendo el proverbial pie en la boca.

-Bueno, entonces, Ronald, si ser mi amigo es tan terrible, tal vez debas encontrar a alguien más que revise tus tareas y se asegure de que las tengas listas a tiempo. No me molestaré más-. Hermione cerró su libro con un fuerte chasquido y se alejó de la mesa con furia.

-Tonterías-. Juró Ron en voz baja. -¡Estará enfadada conmigo durante días! Y tenemos doble Pociones a primera hora de la mañana, urgh-. Gimió lastimosamente.

-Lo sé-. Convino Harry con simpatía, mirando hacia la mesa principal para ver de qué humor estaba Snape. Se sobresaltó cuando se dio cuenta de que Snape le estaba observando todo este tiempo, con una taza de café en la mano y una expresión ilegible en el rostro. Harry parpadeó sorprendido y se volvió hacia Ron, sintiéndose bastante acalorado de repente.

-¿Estás bien, amigo?- Preguntó el pelirrojo. -Pareces un poco sonrojado. ¿Te sientes mareado?-.

Calentado por la preocupación de su amigo, Harry engulló un poco de zumo de calabaza y negó con la cabeza. -No, estoy bien. ¿Vamos a Pociones?-.

-Sí, será mejor. No quiero llegar tarde, Snape ya se ha ido-. Ron se levantó y esperó a que Harry se uniera a él.

-¿Lo ha hecho?- Harry miraba el asiento vacío del maestro de pociones con un extraño revuelo en el estómago. No debería haber comido los huevos, decidió. Esa debía ser la razón por la que se sentía tan raro de repente.

Los dos amigos se dirigieron hacia las mazmorras, deteniéndose frente al aula de pociones donde el resto de sus compañeros ya estaban esperando.

Incluso con los estudiantes que superan las expectativas, la clase seguía siendo bastante pequeña. Tres Gryffindors, tres Ravenclaws, un Hufflepuff y dos Slytherins eran todo lo que quedaba después de las O.W.L. de quinto año.

Hermione estaba de pie con los Ravenclaw, ignorando descaradamente a Ron y, por lo tanto, tampoco se acercaba a Harry.

-Vaya, vaya, vaya. Miren quién se ha decidido por fin a aparecer. Qué pasa, Potty, ¿tratar de ganar simpatía con una falsa enfermedad no ha funcionado?- dijo Malfoy mientras se ponía delante de Harry.

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