Capítulo 13

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A la mañana siguiente, Harry se había duchado y vestido incluso antes de que los demás chicos empezaran a removerse en sus camas.

Agarrando su mochila, se apresuró a bajar las escaleras. La sala común estaba vacía, pero las chimeneas ya estaban encendidas, por cortesía de los elfos domésticos.

Harry pensó en esperar a Hermione, ya que solía levantarse bastante temprano, pero se sentía demasiado inquieto para quedarse sentado. Cuanto antes llegara al Gran Comedor, antes podría asegurarse de que Snape estuviera bien.

Apresurándose a través del castillo, bajando las escaleras a una velocidad que le rompía el cuello, fue, como era de esperar, el primero en entrar en el Gran Comedor aquella mañana. Un elfo que limpiaba la gran chimenea chilló alarmado, chasqueó los dedos para encender el fuego y desapareció con un fuerte estallido.

Harry se sentó en su lugar habitual, esperando que apareciera la comida. Exactamente a las siete y media de la mañana las mesas se llenaron de cuencos de gachas, montañas de tostadas y diferentes bandejas cargadas de huevos, bacon, salchichas, arenques y panecillos. En las mesas de cada casa había varias teteras, así como jarras de leche y zumo de calabaza.

Harry tomó un sorbo de zumo de calabaza, demasiado nervioso para comer nada. No dejaba de mirar la puerta que había detrás de la mesa principal, que los profesores solían utilizar para entrar en el Gran Comedor.

Los profesores McGonagall y Sprout llegaron primero, seguidos de cerca por el profesor Dumbledore. El director sonrió y saludó a Harry antes de sentarse a desayunar.

El Gran Comedor se iba llenando poco a poco de alumnos, algunos de los cuales saludaban a Harry al pasar junto a él.

Hermione también apareció, sentándose al lado del adolescente de ojos verdes. -Buenos días, Harry. Te has levantado temprano!- Ella le sonrió.

-Buenos días, Mione. No pude dormir, tenía... eh... hambre-. Respondió Harry, todavía mirando la puerta de los profesores.

La chica miró señaladamente su plato vacío. -¿Entonces por qué no estás comiendo nada?-.

-¿Hmm?-.

Hermione le cogió la barbilla y le giró la cabeza hacia ella. -Mírame, Harry. ¿Qué está pasando?-.

-Umm, estoy esperando a Snape-. Dijo Harry, sus ojos volvieron a mirar hacia la mesa principal.

-¿Por qué?- Preguntó con curiosidad la chica de pelo espeso.

-Quiero saber que está bien, ayer se desmayó durante mi "lección especial"-. Respondió Harry, susurrando la última parte.

Los ojos de Hermione se abrieron de par en par. -¡Oh, no! ¿Qué ha pasado?-.

-No estoy seguro, de repente le dolía mucho. El profesor Dumbledore apareció y dijo que se pondría bien, pero Snape apenas se mantenía en pie cuando me fui-. Explicó Harry en voz baja, sin querer que nadie lo escuchara.

Hermione se asomó también a la mesa principal, observando claramente al director. -El profesor Dumbledore no parece preocupado. Seguro que el profesor Snape está bien-.

Harry sacudió la cabeza en desacuerdo. -¿Entonces por qué no está en el desayuno? ¿No debería estar ya aquí?-.

-No necesariamente. A los profesores se les permite tomar algunas comidas en sus propias dependencias. Puede que esté ocupado con algo, tal vez esté elaborando una poción y no puede dejar la poción desatendida-. Dijo Hermione con su voz sermoneadora.

-Tal vez...- Dijo Harry, sin creer realmente su teoría. Solo deseaba que Snape apareciera, no le gustaba esta incertidumbre.

Estaba claro que la suerte no estaba del lado de Harry ese día.

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