Temas a tratar

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—Algo te asusta. —Apenas cerró los ojos, Rey respingó por dentro al oír esa voz, todavía un tanto desconocida ciertamente para ella, decirle la verdad.

—Algo que ya confesé —replicó, no queriendo atacar como tal, pero sí aclarar el detalle que probablemente Anakin no sabía por no ser capaz de acceder a su mente por completo.

Otra vez se había quedado dormida sobre Ben mientras regresaban a casa. Su calor corporal la había embriagado hasta tal punto de cegar sus sentidos y entregarlos al sueño para que se encargara a su modo de relajarlos.

—Palpatine sigue acechándote. —No era una suposición, sino una deprimente realidad que le encantaría siquiera ignorar para descansar al menos una vez de verdad.

—Lo ha hecho desde siempre y no creo que deje de hacerlo solo porque se lo pida entre lágrimas —se abrazó a sí misma, temerosa. Si lo pensaba bien, quizá, solo quizá, la voz que siempre oyó desde que empezó su entrenamiento en la Fuerza, tentándola a confiar en algo más poderoso y tenebroso que la Luz y su infinidad, debía ser la de Palpatine.

—Mi nieto lo sabe, ¿cierto? —Rey asintió, sincera. Se había jurado nunca más volverle a mentir a la persona número uno en su vida que únicamente buscaba su bienestar.

—Aunque no quisiera atormentarlo con ello, me temo que sí, Ben está enterado de todo —suspiró con pesadez. La Luz de su cazador nuevamente peligraba por su culpa.

—Sé que temes por él, Rey, pero piénsalo de este modo —le dijo, en lo que se acercaba a ella en ese entorno mental y la tomaba del hombro —. Esa Luz en él que tanto quieres proteger es también tu ancla para no perderte en lo profundo de la Oscuridad.

Rey parpadeó, asombrada. Anakin no mentía. Igual que a Ben, a él tampoco se le hacía fácil ocultar la verdad ni siquiera con sus más astutos gestos. Eso entonces además podría explicar por qué la Oscuridad rara vez la atacaba con tanta fuerza cada que estaba a su lado.

—Imagínalo como un escudo —la instruyó, dibujando con su dedo un círculo en el aire para que le entendiera mejor —. La Luz de Ben te protege como la tuya a él. Por eso, cuando estuviste sometida por Palpatine, solo cuando el vínculo se establecía, tú podías sentir la paz que él tanto se esforzaba por transmitirte.

Sus latidos se aceleraron. Tenía razón. Ben la hacía sentir segura como nadie nunca lo había hecho antes. Él era su refugio tanto en el sentido literal como figurado.

—Te ama mucho —Anakin continuó, subiendo de paso la mano de su hombro a su rostro para jugar con el mechón de su cabello que caía ligeramente sobre su mejilla —. Eres su vida.

—Él también es la mía, Maestro Skywalker. —Anakin, de repente, negó ante sus palabras.

—Solo llámame por mi nombre. —Rey desvió la mirada, apenada. No había sido su intención incomodarlo con lo que ella creyó correcto por el gran respeto que le tenía.

—Como usted desee, Anakin. —Él le regaló una sonrisa, una que de algún modo le recordaba a Ben, el hombre que seguramente por fuera aún debía tenerla sobre su espalda, sosteniéndola bien de las piernas para que no resbalara y acariciándoselas con las yemas traviesas de sus dedos para que supiera un poco del enorme cariño que le profesaba.

—En otros temas, me enteré que están por casarse. —Rey enrojeció. Al parecer, los fantasmas siempre hallaban la manera para informarse de todo.

—Sí, así es —se rascó la mejilla libre con nerviosismo. Tal vez esto de debía a que lo había hecho en sueños y, a través de Ben, Anakin pudo saberlo —. S-se lo pedí hace poco, como creo que lo tuvo que hacer él en realidad.

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