Despertar

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En la Fuerza, en ese espacio astral que esta misma tiene preparado para todos y cada uno de sus usuarios, una singular Luz brillaba incesante como una auténtica estrella. Cálida, fuerte, pero sobre todo protegida bajo el manto de otra igualmente intensa, una que la animaba a crecer y prosperar, a no temer más frente a cualquier adversidad que intentara apagarla. Ni la noche más oscura parecía poder hacerles frente. Esta simplemente no era nada a comparación de la luminosidad que desprendían, de la esperanza que a los desafortunados ofrecían.

Un despertar… —su voz salió como un ronroneo, uno perturbador que hizo hasta al más fuerte de los soldados presentes respingar y temblar asustados. Solo el viejo General que los encabezaba, que daba la cara por ellos, permanecía igual de serio que al principio, sin expresión alguna que delatara algo más que su suma lealtad.

—¿La Jedi? —preguntó sin rodeos, mirándolo de lleno a los ojos que se arrugaban en una espeluznante sonrisa. Eran fríos, azules y filosos cual hielo recién congelado.

—No —negó toscamente, alzando una de sus delgadas manos y apuntando hacia el techo, hacia donde solo él podía ver lo que por su retorcida mente pasaba —. Es algo mucho mejor que esa tonta Jedi. Es una nueva esencia en la Fuerza, una nueva Luz, una nueva estrella en la noche más oscura que la Galaxia entera, los cuantiosos planetas, podría tener.

Después de todo, si aún no había conseguido corromper del todo la Luz que la dichosa Jedi emanaba, tal vez sí podría lograrlo con la del joven que ella protegía con valiente fervor. La Fuerza se lo había mostrado ya. Él sería su camino a la victoria, su puente hacia donde los dos últimos Jedis yacían ocultos creyendo que aún tenían esperanza.

—¿Líder Supremo? —su General lo regresó a la realidad, llamándolo por el cargo que con orgullo portaba —¿Desea entonces que quite la recompensa por la Jedi y la ponga sobre este nuevo objetivo?

—Al contrario, General Pryde —el aludido se mantuvo firme ante la inminente risa siniestra de su Líder, sonriendo también levemente al intuir sus intenciones —. Aumente la recompensa, ¿entiende? ¡Quiero esa estúpida Jedi de rodillas ante mí!

—¿Y qué sucederá con el despertar que sintió, mi Lord? —inquirió sin mostrar emoción, llevándose la mano al mentón y acariciándolo suavemente por la duda que solo crecía. Él no sabía mucho sobre la Fuerza, pero no creía que Snoke dejara pasar por alto algo que parecía ser muy importante, muy esencial en sus planes.

—Una vez sometamos a la Jedi, la controlemos y usemos a nuestro favor, él vendrá solito a nosotros —expuso, frunciendo el ceño del auténtico asco al imaginar a su nueva presa revolotear alrededor de la principal, saltando enamorado, estúpido por un amor que él se encargaría de destruir para que no causara más caos en sus planes de gobierno para con la Galaxia.

—¿Está seguro que funcionará? —se atrevió a cuestionar, a dudar por unos segundos respecto a lo que planeaba ajeno a él y a los demás soldados que lo seguían sin titubear. Snoke le dedicó una mirada dura, paralizante y tenebrosa.

—¿Duda acaso de mi intelecto, General?

Pryde tragó en seco, sintiendo miedo, desde que empezó la reunión, por primera vez. Solo atinó a desviar la mirada, avergonzado por su impertinencia, la cual bien pudo haberle costado la vida.

—Lo lamento, señor, yo…

—¿No te dije que te fueras ya a aumentar la recompensa por la Jedi? —interrumpió, recordándole la orden más que clara que le dio solo minutos atrás —¡Largo de aquí!

Como un gato asustado, el General abandonó la sala de inmediato. No era buena idea quedarse y despertar más la ira de su Líder, mucho menos si este no tenía piedad ni con quien lo tratara amablemente durante todo un día. No creía que tuviera sentimientos, aunque tampoco es que quisiera comprobarlo y morir electrocutado en el acto.

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