Las sombras del corazón

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—¡¿Dónde está Rey?!

Si bien fue difícil para el trío llegar a Ahch-to en tiempo récord, para Ben, el alzar a Finn del cuello de su ropa y amenazarlo con su mirada asesina fue todo lo contrario. Ni sus súplicas podrían salvarlo, no después de que él no tuvo compasión de las suyas silenciosas por que no le quitaran a su Jedi.

—¡Bájame ya, monstruo! —forcejeó sin éxito una vez más, lamentándose de ser tan pequeño a su comparación. Además de imponer temor, su altura era una gran ventaja física contra quienes no tenían la oportunidad de escapar de su furia.

—Te lo preguntaré de nuevo, traidor —su tono fue filoso, desmedido en cuanto a agresividad —. ¿Dónde está mi Díada?

Rose, que observaba de no muy lejos el violento intercambio, fue detenida por Hux cuando quiso acercarse a calmar el enfadado de su más alterado amigo. Era tan alto como fuerte que temía que cometiera una locura si no se contenía. Realmente, como le explicó, el poder que rugía en su interior cegaba su buen juicio, haciéndole perder el control más fácil y rápido de lo imaginado.

—¡Ben! —lo llamó, pero su pareja volvió a detenerla, tomándola firmemente de la cintura y callándola con el desconcierto que le causaba. ¿Por qué le impedía tanto ir por su enloquecido compañero? —¿Hux?

—Porque se lo merece —al ver que no la convencía, se apresuró en añadir —. Rose, lo que hizo Finn no estuvo para nada bien. Lo sabes tan bien como yo y el mismo Ben.

—Lo sé, pero…

—Pero no lo lastimará —la calmó, sosteniendo su mano y apretándosela con fuerza cariñosa —. Ben no es ningún tonto. Solo quiere intimidarlo y obligarlo a hablar. De cierta forma, él es el único que puede llevarlo hacia Rey.

Y ciertamente Poe también lo era, pero como no lo habían visto por ningún lado suponían que él también se había ocultado para no sufrir el mismo destino que su amigo sí encontrado, indefenso actualmente bajo las férreas manos de Ben.

—¡No lo sé! —confesó Finn, forzando la voz para que no delatara el miedo que los ojos helados y feroces de su agresor provocaban en él —Poe se la llevó antes que pudiera preguntarle. ¡Ni el Maestro ni yo tenemos idea de adónde fueron!

El cambio de color repentino en su mirada lo hizo jadear, aterrado. Si el marrón de por sí le asustaba, el ambarino acabó por completo con su valentía, haciéndole temblar enteramente sin pena.

¿Por eso Rey había permanecido tanto tiempo con él? ¿Porque le intimidaba y sabía la clase de hombre peligroso que sería si lo contradecía y posteriormente abandonaba por diferencia de ideas? Jamás debieron confiar su seguridad con él. Poe se equivocó al creer que Ben la merecía, pero él no lo haría. Nadie era digno de una Luz como ella.

Haciendo uso de su recién adquirida capacidad para leer pensamientos ajenos, Ben reforzó su agarre, y lo zarandeó bruscamente en el aire, ignorando de nuevo sus ruegos de que lo liberara. Él ya sabía que no era digno, pero Finn precisamente tampoco lo era y no era quién para siquiera pensarlo.

—¡Ya te dije todo lo que sé! —gruñó por el esfuerzo de articular bien sus palabras, jadeando también en busca de aire que los movimientos toscos le quitaban —Si quieres pregúntale al Maestro Skywalker. Él ya me interrogo y sabe que digo la verdad. ¡Créeme ya!

Sin más que indagar en él, lo soltó, importándole poco si se lastimaba o no con las rocas que había en la montaña en la que se encontraban. Tenía razón. Decía la verdad. No sabía nada más sobre Rey y su paradero.

—¿Cómo estaba ella? —inquirió desde arriba, sin inclinarse ni bajar el tono malhumorado de su fría voz —Cuando llegaron, ella…

—Estaba mal —contestó de golpe, comprendiendo extrañamente su preocupación. Si fuera por él, ya habría ido a buscarla, pero Luke lo retenía, diciéndole que aún no era tiempo para ir por ella —. No comía ni bebía. Estaba completamente dormida.

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