Sensaciones

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Cuando aceptó a regañadientes que Hux los acompañara en su viaje en busca de la preciada Jedi que lo tenía hipnotizado, Ben pensó desde el principio que podría con la melosidad que sus amigos emparejados emanaban en cada acción que se realizaban el uno para el otro.

Ya los había visto besarse y abrazarse como si no existiera un mañana, así que… ¿qué tan difícil podría ser soportarlos durante todo el camino que le llevara a la nave llegar a Bespin? Tal vez mucho más complicado de lo que en algún momento pudo imaginar.

—¡Bájame ya, Huxie! —escuchó a Rose pedirle por tercera vez en el día, riendo en sus brazos, suplicando por que la soltara y dejara libre así de la tortura inocente y graciosa en la que la sometía con sus tiernas cosquillas —¡Por favor, por favor! —chillaba a la par que él solo reía y la apretaba con más fuerza contra sí, rehusándose una vez más a escucharla y obedecerla.

—Te soltaré solo con una condición, tesoro —el tono de su voz delató su diversión, su gracia al verla retorcerse en su abrazo en un intento en vano por zafarse de su férreo agarre. Ella alzó la mirada, conectando con la suya de un brillante color verde claro.

—¡La que sea, pero bájame ya! —pidió de nuevo, riendo cuando sintió sus besos acariciarle la mejilla y parte del cuello —¡Armitage Hux!

—Te soltaré solo si me prometes que dejarás de ser tan hermosa, ¿sí? —murmuró en su oreja, haciéndola respingar y desviar la vista hacia el interesante suelo debajo suyo, el cual, por cierto, no tocaba con sus pies al todavía estar en brazos de su encantadora pareja —Aunque no creo que puedas dejar de serlo. Eres tan perfecta así…

Cuando estuvo a punto de besarla, de robarle el beso que ella antes se había llevado primero de sus labios, Rose escapó a tiempo de su arrebatador mimo hacia la cabina del Halcón donde sabía Ben debía estar esperándola para pilotar. Al quedarse solo, Hux suspiró pesadamente mientras negaba una y otra vez con la cabeza. Ese viaje no estaba resultando tan malo como creyó en un comienzo.

O al menos así era para Rose y él, que disfrutaban día a día de su compañía sin restricción alguna que los detuviera, ya que, lastimosamente, Ben no podía decir lo mismo al sentirse casi siempre como un mal tercio cada que ellos estaban juntos irradiando y presumiendo su amor y dicha.

El cazarrecompensas sabía que no debía sentirse así, tan celoso de la felicidad que ambos compartían entre sí, pero no podía evitar sentir envidia al querer también experimentar el mismo sentimiento que ellos poseían en sus corazones.

Se veían tan bien, tan contentos el uno con el otro, ya sea abrazados o simplemente bromeándose, que en más de una ocasión se preguntaba cómo sería compartir su vida con alguien que lo entendiera y apoyara, lo comprendiera y sintiera lo mismo que él pudiera sentir cada que se vieran a los ojos y se dijeran así lo que sus corazones no se atrevían a decir en voz alta.

El amor sonaba tan bello, que nunca faltaba un día en el que no le pidiera a las Deidades de la Galaxia que le permitieran, que le dieran siquiera la oportunidad para intentar y enamorarse.

—¿Todo bien, Solo?

La voz de Rose a su lado lo sacó de sus pensamientos, de su mente en la que solía en más de una vez perderse gracias a todas las cosas que pensaba e imaginaba muy lejos de la realidad en la que estaba.

—Sí, gracias, todo bien, Tico —respondió con naturalidad, sin mirarla ni percatarse de su sonrisa risueña —. ¿Qué hay de ti? ¿Dormiste bien?

—¿En verdad quieres saber, Solo? —en solo segundos, su tono cambió a uno más pícaro, a uno que lo puso nervioso y lo hizo negar repetitivamente.

•La Cacería• Where stories live. Discover now