Treguas

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A veces, solo en contadas ocasiones, Finn se consideraba un auténtico masoquista. Pese a que sufría por un amor no correspondido, no podía evitar mirar hacia donde la chica de sus sueños reía, feliz de estar en los brazos de su leal y actual pareja. No importaba si ella lo negaba, a quilómetros de distancia se notaba lo mucho que lo amaba, de lo que era incluso capaz de hacer con tal de saberlo bien y a salvo.

Frente suyo, más concretamente en la Cabina de Halcón, el capitán yacía en su asiento, conversando amenamente con sus amigos de pie y con la chica sentada a su lado, en el copiloto. Si bien no estaban solos, él nunca dejaba de sonreírle, de dedicarle la atención que se merecía y observarla como si de una brillante esmeralda se tratara.

Tampoco soltaba su mano, como si no pudiera vivir sin su toque y tuviera que estar siempre rozándola, ya sea entrelazando sus dedos o acariciándole lentamente en el dorso con ellos.

La amaba, la cuidaba, la protegía también con su chaqueta del frío que sufría por culpa de su propia ropa ligera. Nunca dejaba de velar por ella, ni de consolarla cuando entristecía ni de animarla cuando su radiante semblante decaía.

Como ahora, por ejemplo, que nuevamente dormía en sus brazos, ya más tranquila que antes, cuando el tema de Luke y su ubicación era aún su más grande preocupación. Ben había sabido calmarla tan bien, que ella no tardó mucho en entregarse al sueño de nuevo, como si en realidad la hubiera dormido con algún truco que la Fuerza pudiera ofrecerle que con un simple y tranquilizador beso en la sien.

A su lado, Poe lo zarandeó del hombro, malinterpretando el qué hacía allí y pensando que otra vez estaba celoso de la cercanía excesiva que el cazarrecompensas tenía con su presa.

—Dime por favor que no planeas interrumpirlos —dijo con molestia cargada en su voz, con cansancio ensombreciendo sus facciones y frunciéndolas rápidamente en disgusto —. Sé lo que piensas al respecto, pero…

—Solo quiero hablar con él —reveló apenado la verdad, encogiéndose de hombros y meneándolos de adelante hacia atrás con mal disimulado nerviosismo —. Yo… necesito saber unas cosas.

Sin esperar respuestas, Finn le dio la espalda, caminando a paso firme hacia la Cabina, hacia donde el capitán se rehusaba a soltar a su Jedi a pesar de que una nueva presencia se hubiera colado en su perfecta burbuja romántica. Ni Hux ni Rose lo acompañaban, así que, además de Rey, eran solo ellos dos en ese momento, en ese espacio tan reducido, pero ideal para que lo que hablaran allí se quedara allí sin que nadie luego pudiera preguntar al respecto.

Finn —lo nombró a modo de saludo, reforzando su agarre sobre la chica que dormía entre sus brazos y sobre su regazo.

Solo —correspondió de la misma manera, tomando asiento en el copiloto con cierta desconfianza. Esperaba a que lo echara, pero afortunadamente eso no pasó porque, de lo contrario, ya se habría ido corriendo, asustado por sus posibles amenazas.

Ajeno a lo que pensaba, Ben le dedicó una última mirada amorosa a Rey antes de apretarla más contra sí y fijar su atención por completo en su, hasta el momento, más molesto tripulante. Ni siquiera su amigo pelirrojo podría superarlo con sus preocupaciones exageradas. Este nuevo sin duda era un caso muy distinto al suyo, más desesperante y menos colaborador con la paz en la nave.

—¿A qué has venido exactamente, Finn? —fue directo, filoso cual cuchillo desenfundado por primera vez en manos de un cazador joven e inexperto.

Sintiendo su camuflada hostilidad, Finn tragó en seco, temeroso de lo que sus ojos oscuros y flamantes posados sobre él podrían significar para su situación. Sería difícil ganarse su confianza después de todo lo que hizo, después de todas las maldiciones que le lanzó y las miradas frías que le dirigió. Aun así, quería intentarlo, no por él ni por sí mismo, sino por Rey y la amistad que aún con ella quería mantener. No podía permitir que sus celos destrozaran todo lo bonito que habían construido juntos hasta entonces.

•La Cacería• Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon