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Kaia recibió su diploma, era graduada de Medicina, se sentía completamente feliz por aquello. Habían pasado cuatro años ej los que le había colocado mucho más empeño a su carrera y a su vida.

La relación con su padre había mejorado al igual que con sus hermanos, hablaba con Jeongin y con los chicos todos los días aunque fuesen simplemente dos mensajes para ella era valiosisimo el tiempo que podían comunicarse.

Sin embargo, a pesar de ser un momento tan feliz y anhelado para ella, teniendo a su padre y a sus cuatro hermanos ahí apoyandola, aun sentía la ausencia de su mamá. La extrañaba tanto y le hacía falta. Demasiada falta. Ella desde pequeña había soñado con que su madre la viera usando su toga y virrete, y que luego la viera usando su bata blanca de doctora. Pero eso se había esfumado cuando su madre murió a causa de una grave enfermedad.

Luego de la ceremonia de grado, Alek se acercó a Kaia, envolviendola en un abrazo, dandole un beso en la frente.

— Felicidades, hermanita — dijo él — Ha pasado un buen tiempo — susurró — Y mirate. Ya eres toda una doctora y hoy luces hermosa y brillante — le dijo al oido — Estoy tan seguro que mamá estaría tan orgullosa de ti — murmuró

— Mi mamá estaría llenandome de besos. Dejandome sus marcas de labial color rojo por toda mi cara — dijo Kaia con una risita — Igual que lo hizo mi primer día de escuela — recordó

A ella llegaron los tres chicos, los mellizos ya habían crecido mucho, mientras que Jasha seguía siendo el mismo, un chico con una manera diferente de ver la vida, con decenas de tatuajes en sus brazos y cuello y el cabello largo y negro, mientras que Alek usaba el cabello grisaceo y desorganizado, como siempre.

— Bien hecho mi niña — dijo Alexander

— ¿Sí? — preguntó Kaia sonriente

— Seguramente en Canadá encontrarás muchas oportunidades para trabajar en un prestigioso hospital — dijo Alexander orgulloso

— Papá... Hablando sobre eso... No me iré a Canadá contigo — dijo Kaia — Yo iré a hacer mi especialización en Japón — aseguró

— Novickov Kaia, hablarémos de eso después — susurró Alexander con seriedad

— Papá, Ya debemos ir a celebrar. Mi hermana se graduó, será una gran doctora — dijo Nicole

— Eso es cierto, así que vamos — apoyó Adrien saliendo del salón de ceremonias, siendo seguido por su padre y hermanos.

Llegaron a el auto, dondd Kaia colocó una canción en la radio y luego se colocó el cinturón de seguridad.

— Kaia ¿Qué harás luego de esto? — preguntó Jasha

— Me iré a Japón y haré mi especialización mientras trabajo — dijo la chica con seguridad, mientras agarraba un pequeño espejo de mano para retocar su labial

— Eso será bueno para ti — dijo Alek

— Sí, cambiaré un poco de ambiente y renovaré energías ¿No? — habló la chica

— Hablamos luego — dijo Alexander tensando la mandibula, casi haciendo rechinar sus dientes. Le molestaba que su hija fuese tan terca y con una imagen tan clara de lo que era la libertad, no es que él quisiera tenerla todo el tiempo como una miserable prisionera. Simplemente él temía a la crueldad que rodeaba a su hija, y por lo tanto, no quería que ella se soltara de su lado, al menos no por ahora.

Kaia asintió sin ganas. Luego de unos cuantos minutos, habían llegado a un lujoso restaurante, con hermosos candelabros dorados y bellos detalles, todo tan lindo y sofisticado, perfecto para la ocasión.

Estuvieron cenando y charlando, hasta que Alek habló:

— Kaia Novickov — la nombró — Ya terminaste tu carrera y eso es gratificante para nosotros, pero también lo hubiese sido para Alexia Aleksandrov, nuestra madre. Ella era una mujer brillante, tal cual lo eres tú. Ahora, es momento de darte algl que mamá nos confio a papá y a mí para que te lo dieramos cuando estuviese a punto de comenzar un nuevo ciclo, el cual comienzas ahora — Habló mientras sus ojitos se llenaban de lágrimas lentamente — Papá... Por favor — dijo

Alexander sacó una pequeña cajita color azul de su bolsillo y de esta, sacó una delgada pulcerita de hilo rojo y un dije color dorado, en el que estaban grabadas dos figuras, una de un sol y otra de una estrella.

— La ultima vez que tu mamá habló contigo, eras tan pequeña y te aferraste a ella pidiendole que te diera un abrazo, ella luego nos dijo que te dieramos esto — dijo su padre mirando el brazalete — Ella siempre lo usaba, decía que era como un amuleto de la suerte, porque esta se la dió tu abuelita el mismo día que supó que tú venías en camino, ella siempre dijo que serías su niña que le haría compañía y con quien compartiría todo. Ahora solo estás tú, pero tu madre te amó demasiado — Alexander colocó la pulserita en la muñeca de Kaia.

La joven de ojos azules se encontraba tan conmovida, sentía que sus lágrimas caerían  pronto, pero tan tranquila ahora que sabía que su mamá nunca dejó de pensar en ella e incluso hasta el momento en el que sus fuerzas expiraron, estuvó aferrada a un hermoso sentimiento. Miró la pulsera y no pudó contener sus lágrimas, tenía un par de recuerdos borrosos de su madre, en los que ella siempre había usado este brazalete.

Luego de aquel emotivo momento, salieron del restaurante, llendo a casa, Kaia fue a su habitación y agarró una maleta, la abrió sobre su cama y luego caminó hacia su armario, hasta que escuchó la cerradura abrirse y una voz en la habitación: — No te vayas aún — suplicó Alexander acercandose a ella

— Papá, debo irme — dijo cabizbaja — Quiero salir, necesito crecer y también debo hacer maletas para ir a forjar mi futuro — aseguró — Vienen muchas cosas nuevas para mí. Debo enfrentar la crueldad y también quiero conocer la belleza del mundo real — explicó con una sonrisa ladeada

Kaia miró a su padre detenidamente. Alexander hizo lo mismo, ambos se veían tan asustados. Pero Kaia tenía una mirada llena de curiosidad, Alexander se sentía preocupado.

— Voy a estar bien. Tengo el amuleto de la suerte de mi mamá — dijo la chica

— ¿Segura de esto? — preguntó

— Sí — respondió con seguridad

— ¿Cuando sale tu vuelo?

— Esta noche — respondió cabizbaja

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