El taller

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En cuanto terminamos el desayuno, la abuela Madrigal me dirigió hacia mi nuevo taller, era una habitación cerca del cuarto de lavado, un lugar cómodo para trabajar. Tenía el mismo papel tapiz que mi habitación, una gran mesa, un armario y un sillón debajo de la ventana.

Emocionada le agradecí mil veces a Alma, estaba muy feliz, era el primer espacio de trabajo que tenía en todo el tiempo que llevaba cosiendo, sin contar el pequeño rincón en la oficina de mi abuela donde confeccionaba vestidos para mis muñecas.

Trasladé el maniquí, todas las telas hilos, moldes, agujas y mi máquina de coser, mi preciosa máquina, tantas aventuras juntas, recuerdo mi cumpleaños número catorce, mis amigos, Nick y mis abuelitos me la dieron como regalo. Al acordarme de esto un vacío se formó en mi estómago, hacía varios días que la nostalgia no se apoderaba de mí, extrañaba mi vida, aunque tener que esconderme para que no me atrapen no me hacía mucha gracia.

Esas personas malas, llenas de avaricia, hombres codiciosos, que le hacían cosas horribles a cientos de personas con dones alrededor del mundo, muchos me habían contado sus experiencias y algunas me hacían querer vomitar. Cómo los torturaban con interrogatorios interminables, maltratos físicos, psicológicos y en algunos casos, donde el don podría llegar a afectar a algo muy poderoso, esas personas terminaban sin vida.

Por suerte y gracias a mis abuelitos maternos, pude ayudar a muchas personas para que ya no tuvieran que andar escondiéndose, mi abuela ofreció su gran casa como un refugio para las personas con dones, en donde todos vivían felices y ayudando a la comunidad, como en la familia Madrigal.

En esa casa donde recibí mi primer don, la telequinesia, no se hablaba un solo idioma, Gamora era irlandesa, Luigi era italiano, Marie y Joane eran francesas, Ravi es de India, José y Analía son españoles y Diana provenía de Estados Unidos. Todos ellos vivían en aquella gran casa y hablaban en castellano, gracias a las lecciones dadas por mi abuela.

Gamora se había casado con un joven del pueblo y recientemente me dieron la noticia de que iban a tener un hijo, era tan lindo para mí, así que en el paquete que le mandé a mis abuelos, iba una caja con unos sombreritos que le tejí al bebé.

Pasé todo el día allí, salvo a la hora del almuerzo, para luego volver y seguir con el vestido. A las cinco en punto, como buena inglesa, me dispuse a prepararme mi taza de té, pero cuando estaba por salir, alguien bloqueó la puerta.

Un Camilo cargando una bandeja con un par de tazas, una tetera y algunos buñuelos preparados por Julieta, se encontraban frente a mí. Lo miré con una sonrisa, me gustaba que me trajera una pequeña colación, me hacía sentir que yo le importaba y él quería que comiera bien, soy de saltarme las comidas aunque me repitan mil veces que no debo hacerlo.

-Buenas tardes Miss Smith, como sé que usted es parte británica, le traigo aquí su té de las cinco.- dijo extendiéndome la bandeja, la cual tomé en mis manos.

-Que yo sepa solo tengo una boca y aquí hay dos tazas de té.- sonreí divertida a lo que el chico se sonrojó un poco y llevo su mano hacia su nuca.

-Mmm, bu-bueno, en realidad había pensado que tú y yo... podríamos merendar juntos.- respondió nervioso, sonreí ampliamente, deje la bandeja en la mesa, tomé la mano del chico y lo arrastré dentro del taller.

-¿Y cómo va el vestido de Dolo?- preguntó, di un sorbo a mi té y me volteé para ver al rizado.

-Va bastante bien, estoy empezando con la segunda capa de tela en la falda, Dolores dice que no me presione mucho, le estoy haciendo caso, por ahora.- añadí riendo, solía sobre exigirme y sabía que la novia y su madre no permitirían esto.

-Bueno, si algún día necesitas compañía o alguien que te traiga tu café en la madrugada, aquí estoy.- ofreció el joven mientras se señalaba, sonreí con los labios, debía dejar de sonreír o él se daría cuenta de que me trae loca.

El rizado se incorporó y empezó a caminar alrededor del estudio, hasta que en un momento se detuvo ante mí, comenzó a acercarse más y más, hasta quedar a pocos centímetros de mi rostro.

Extendió su brazo derecho, pasándolo a través del hueco que se formaba entre mi brazo y el resto de mi cuerpo, sin despegar su mirada de la mía. Sentí su camisa rozar con mi cintura, suspiré nerviosa, él retiró su brazo y sostenía en su mano uno de los buñuelos.

-Estabas tapando la bandeja.- dijo sonriendo triunfal al conseguir su dulce, bajé mi mirada un poco apenada, creo que leer novelas románticas empezaba a afectarme, de un momento a otro creía que él me iba a besar.

-¿Qué pasó princesa?- preguntó, levantando mi cabeza con sus dedos.-¿Te molestó que me acercara a ti?- su cara tenía una expresión preocupada, como que de verdad le importaba si yo me había molestado.-lo siento, solo estaba jugando, no te quise poner incómoda.

-No, no me incomodaste, es solo que... ¿me puse algo nerviosa?- dije con duda.-No puedo identificar muy bien lo que sentí, pero estoy bien.- añadí para tranquilizarlo.

El chico sonrió dulcemente, pensé que se burlaría de mí por haberme puesto nerviosa, pero fue muy amable y atento conmigo. Volvió a levantar mi cabeza con sus dedos, haciendo que lo mirara a los ojos, esos iris avellanas que me hacían sonreír tantas veces en un corto lapso de tiempo y que ahora se encontraban con sus pupilas bastante dilatadas. Dirigió su cabeza hacia mi lado izquierdo y llevo sus labios hasta mi oído.

-Tú también me pones nervioso bonita.- susurró suavemente, cerré mis ojos al escuchar esto, para luego abrirlos sorprendida. Los labios del rizado se posaban tiernamente en el lóbulo de mi oreja, dejando así un cálido beso en este, mi vello corporal de erizó y lo único que podía hacer era respirar descontrolada y sentir como mi corazón quería salirse de mi pecho. Luego arrastró delicadamente la punta de su nariz con la piel de mi cuello, y me hizo estremecer ante el placentero tacto, le hubiese dicho que se quedara ahí, haciendo eso, pero las palabras no salían de mi boca.

-Bien- dijo separándose de mí y hablando como si no hubiera pasado nada.-Debo irme, el pesado de Mariano me pidió que lo acompañara para elegir los anillos.-explicó dirigiéndose a la puerta y girando el cerrojo de esta para abrirla.

-¡Nos vemos después, Miss Smith!- se despidió cerrando la puerta. Mi mano chocó contra mi frente, solo una palabra cruzaba por mi mente: tonta.

Era una tonta por haberme quedado ahí, helada, sin decirle nada, sin despedirme, me odiaba en ese momento. Seguramente no podría mirarlo a la cara durante el resto del día. Me dejo con un caos mental el cual me impidió concentrarme el resto de la tarde.

Holis! Aquí su escritora favorita, no mentira, últimamente estoy recibiendo votos y comentarios por parte de dos personitas y eso me hace súper feliz!

Opiniones del cap. Dios el besito de Camilo, les juro que mientras escribía estaba como un tomate, pero quiero saber que opinan ustedes.

Made with luv🧿🍃

Corazón de dos países [Camilo Madrigal x reader]Where stories live. Discover now