Capítulo 47

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Las gotas caían por mi frente como si un horno hubiera estado encendido frente a mí durante todo el día.

A veces odio el verano.

Los clientes ya estaban atendidos y Gabe estaba tomando nota en la mesa de una pareja recién llegada al bar, mientras que yo limpiaba la barra y ordenaba todo para que James no se quejara de nada.

Apoyé mis codos en la madera y suspiré con fuerza a la par que me secaba el sudor de la frente.

Por el cristal de la cafetería veía a gente bajando y subiendo por la calle con las gafas de sol, o gorras, o en bañador, o con la toalla sobre el cuello.
Niños con un helado en las manos, adolescentes dirigiéndose a la playa, abuelos con la sombrilla doblada a sus espaldas.

No me quejo de mi trabajo, pero a veces me gustaría estar al otro lado de la barra para poder pedirme un café con hielo y tomármelo en la terraza con vistas a la playa bajo el sol abrasador.

La música en los parlantes subió de volumen, dándole un toque más veraniego a la cafetería.

--Así no te duermes. --me dijo James, que salió de la cocina.

--No tengo sueño, sólo calor. --Gabe me tendió la nueva comanda y me giré para preparar dos capuccino. --Deberías arreglar el aire acondicionado.

--Queda un mes de temporada, podemos aguantar.

--No creo que los clientes aguanten. --habló Gabe al otro lado de la barra, señalando a las mesas con la cabeza.

De los séis clientes, tres estaban abanicándose con la mano.

--Veré que puedo hacer. --nos dijo el jefe, volviendo de nuevo a la cocina.

Me giré con los dos capuccinos y los coloqué en la bandeja.
Cuando Gabe la tomó y se acercó a la pareja para servirles su pedido, vi a Rose a través del cristal sirviendo helados en la terraza de su heladería.

Sonreí con melancolía.
Hacía tres días que no hablábamos y tampoco habíamos coincidido.
Ya no venía a esperar a que acabara mi turno cuando acababa el suyo. Se iba directamente a casa o esperaba a Gabe al otro lado de la calle.

--¿Crees que ya es hora de hablar con ella? --le pregunté al chico cuando se acercó, sin dejar de mirar a la heladera.

--Creo que primero deberías ordenar tus ideas, y cuando tengas algo por seguro, se lo dices.

Mis ojos se movieron al castaño.

--¿Y qué pasa si ya tengo algo claro pero no me atrevo a decirlo en voz alta, porque tengo miedo de que todo salga mal?

--Tienes que lanzarte a por lo que quieres, y a quien quieres es a Billie. --se cruzó de brazos. --Lo que no puedes hacer es guardarte tus sentimientos por miedo a que ella ya no sienta lo mismo y conformarte con Rose. Ella no quiere que te conformes, ella quiere que la quieras. --rodeó la barra y pasó por mi lado. Se paró antes de entrar a la cocina y me miró. --Y si no puedes quererla, es mejor que se lo digas ya.

El consejo de Gabe me dolió, pero como su mejor amigo es normal que me diga las cosas claras porque quiere lo mejor para ella.

Igual que yo.
Quiero lo mejor para ella y yo no lo soy.
Hablaría con ella cuando tuviera la ocasión.
Tenía que enfrentarme a las consecuencias de seguir enamorada de una cantante famosa que ahora mismo está recorriéndose el país.

La volví a ver la mañana siguente al concierto antes de que pusieran rumbo a San Francisco.
Fuimos a despedirnos de ella todo el grupo, exepto Rose, claro está.
Nos dijo que volvería pronto porque tenía días libres entre conciertos, y cuando me abrazó antes de subirse a la furgoneta me susurró al oído algo que me dejó con los nervios a flor de piel durante estos tres días.

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