Capítulo 3

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08:30am
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Estaba harta de Christian y sus juegos.

Hace meses me confesó en mitad de un orgasmo que me quería, y me asusté tanto que lo empujé y me vestí.
Tardé semanas en creer sus palabras, pero finalmente lo hice.

¿Y ahora vuelta a empezar?

Me prometió que controlaría su mal humor y que no pagaría los problemas de casa conmigo, pero el sábado me demostró todo lo contrario.
Yo sólo quería pasármelo bien con él y él bebió demasiado, otra vez.

--No tendrías ni que mirarlo.

La voz de Alex en el casillero de al lado hizo que apartara la vista de Christian, que hablaba demasiado cerca con una jugadora de baloncesto.

--Es que no lo soporto. --dije cerrando con fuerza mi casillero. --Dice que me quiere pero siempre acaba enfadándose por cualquier tontería, me ignora e intenta ponerme celosa y cuando lo tengo casi superado, vuelve.

--Nunca lo has tenido "casi superado", amiga. --habló apoyando su espalda en el metal y mirando al sujeto. --No sé si sus huevos son de oro o qué, pero llevas babeando por él desde que empezamos la secundaria.

--No es verdad. --me defendí. --Antes sólo era el típico crush que todas tenemos con el guapo del insti.

--Y sigue siendo el típico crush con el machista, homófobo, gilipollas e irritante guapo del insti.

Yo nunca lo he visto así.
La empujé violentamente y comencé a caminar hacia clase.
Cuando pasé por al lado de Chris, dejó de mirar a la jugadora de baloncesto durante unos segundos para sonreirme con malicia.

Alex, que corría para alcanzarme, empujó su hombro disimuladamente cuando se colocó a mi lado.

--¿Esa era Josephine? --pregunté y ella asintió sin dejar de mirar al frente. --Ella sabe que estamos... que estamos de algo. ¿Cómo se atreve?

--Amiga, date cuenta. --contestó Alex pasando su brazo por mis hombros.

Giré mi cabeza aprovechando que el brazo de Alex me escondía un poco y vi perfectamente como Chris le tocaba el pelo.

Me hirvió la sangre.
Pero me controlé.

***

Estaba acostumbrada a volver a casa y no ver a mis padres hasta la tarde, pero ese día fué toda una sorpresa.
Llegué con la intención de tirar mi mochila por el piso, quitarme los zapatos, deshacer mi coleta alta y tirarme en el sofá.

Y lo hice como cada día, a diferencia de que hoy habían tres personas sentadas en la mesa junto al sofá.
Pausaron la conversación cuando me tiré de un salto al sofá y giré mi vista para verlos sorprendida.

--¿Qué hacéis aquí? --pregunté sentándome medianamente bien.

Miré brevemente a la chica sentada junto a mi madre, de caras a mí.
¿Quién mierdas es?

--Se dice hola, maleducada. --habló mi padre girándose en la silla que me daba la espalda.

--¿Haces eso cada vez que llegas? --preguntó mi madre. --¿Y la comida que te preparo? ¿Se la das al perro que no tenemos?

--Me relajo diéz minutos y luego como. --contesté poniendo los piés sobre la mesa, pero los quité enseguida.

Los ojos de mi padre se abrieron como platos y no quería morir tan joven.

--En fin, por dónde íbamos... --empezó a hablar mi madre.

Papá volvió a darme la espalda y me sentí desplazada.
Nunca habían vuelto tan temprano a casa y esa chica parecía captar toda su atención.

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