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Seung está muy raro


—Y bueno, como te decía... para mí, los perros, ven duendes —me dice Leonel, mi compañero de trabajo.

Ruedo los ojos y le tiro un trapo en la cara.

—Enserio, Leonel, tienes un serio problema con Tiktok. Deja de holgazanear y comienza a trabajar, andando —reprocho.

Abandono a mi compañero de trabajo y me voy acercando, mientras saco del bolsillo de mi delantal una libreta y un bolígrafo, a una de las tantas mesas para tomar el pedido de la clientela. Sonrío como una tonta mientras anoto el pedido, y me retiro cordialmente al tener ya todo anotado. Cuando me acerco a la barra para entregarle la hoja con el pedido a Estefanía, veo por el rabillo del ojo a Leonel acercarse otra vez a mí. Suelto una gruñido exasperante y pregunto:

—¿Qué quieres ahora, Leonel? —Estiro mi mano para darle el pedido a la rubia de ojos verdes que está detrás del mostrador.

—Liane, ¿de dónde eres? —interroga con interés, apoyando su antebrazo sobre la barra, intentando parecer coqueto.

—Que te importa —respondo seca, haciendo reír a Leonel.

—No seáis así, tía. Realmente quiero conocerte —habla con su acento español.

Le doy una mirada rápida a Estefanía, la cual finge no oír nada. Frunzo un poco el ceño. Dios mío, no puedo creer que a ella le guste alguien tan... «¿idiota sería la palabra correcta? Creo que sí» tan idiota como él.

Regreso mi mirada a Leonel, ya fastidiada.

—¿La semana pasada no conociste muy bien a dos de nuestras compañeras? Hasta creo que también te vi coqueteando con varias clientas —menciono, irritada.

Mis palabras lo toman por sorpresa, pues noto sus ojos abrirse un tantito. Baja su brazo de la barra y me repasa de arriba abajo con una media sonrisa en la cara.

Puaj.

—¿Queréis que después del trabajo vayamos a comer algo? —pregunta relamiendo sus labios.

Aprieto el bolígrafo con fuerza y me contengo para no clavárselo en uno de esos ojos que me miran con deseo.

Ascooooo.

—Leonel, ya basta, Liane tiene a alguien más —esta vez interrumpe Estefanía. Y se aclara la garganta cuando Leonel alza la mirada hacia ella.

—Ja, ¿es así? —me pregunta el chico español con recelo, sin apartar la mirada de la rubia.

—A ver, si fuera cierto o no, no saldría contigo jamás. Perdón, Leonel, no me van los mujeriegos —aludo con repulsión. Me dirijo a Estefanía—: ¿Ya están los pedidos? —asiente, pasándome una bandeja con un capuchino y dos donas de fresa. Tomo el pedido con mis manos—. Deja de estar parado ahí, Leonel; hoy te toca limpiar los baño.

Y mientras me alejo con la bandeja, lo oigo irse a regañadientes haciéndome rodar los ojos.

Agh... no puedo creer que ya sea lunes.

Dejo el capuchino y las donas en la mesa, delante del cliente, este agradece y me da el dinero correspondiente haciendo que vuelva a sonreír. Suelto una suspiro mientras camino llevando la bandeja debajo de mi axila hasta el mostrador.

—Realmente no entiendo cómo puede gustarte alguien como Leonel —llamo la atención de Estefanía, y agrego en un suspiro—: habiendo tantos chicos lindos en Corea...

Ella sólo ríe.

—No lo sé, Liane. Él no era así antes...

—¿Y pretendes que cambie con el poder del amor o algo así? —increpo, algo aturdida.

Me enamoré de un ¿medio coreano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora