—Uy, perdón por preocuparme por ti. —tiró su camisa a las gradas y levantó sus manos al aire en son de paz mientras se alejaba caminando de espaldas.

Hoy, al grupo de Ares, le tocaba gimnasia, por lo tanto, no tuvo que ponerse un pantalón deportivo porque ya tenía uno puesto.

Saqué mi teléfono y mi AirPods, los conecté entre sí y puse mi playlist favorita.

Me gusta leer pero no cosas de mitología griega, teorías científicas ni nada así. Me encanta leer cosas de romances, clichés, enemies to lovers, cosas +18 o sobre asesinos de los cuales la protagonista se termina enamorando.

Generalmente leo todo eso en línea o en alguna app.

No tengo libros en físico, tampoco los tendré porque no soy de esas personas que leen cuando están aburrida. Soy más de ver algo o poner algo de música, sé que, si leo, es muy probable que mis ojos sigan en las letras y mi mente esté en otro lado y al final tenga que leer todo desde el inicio.

Recuesto mi espalda el las gradas detrás de mi, llevo mis rodillas a mi pecho, envuelvo mis brazos alrededor de mis piernas, cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás.

Me quedo pensando en una manera de organizarme porque esto de no comer, no dormir, sentir que estoy muriendo y estar cansada a diario, se está volviendo aburrido, repetitivo y agotador.

[...]

Pasó el tiempo y no lo sentí.

Ares está en las duchas y yo estoy sentada en el piso afuera de los vestidores de los hombres.

Pasan los mi unos y Ares sale vestido con un pantalón negro, una camiseta negra y sus tenis, también trae su mochila colgando de su hombro.

—Tengo que pasar por mi casillero, deje ahí mi mochila. —me levanté ayudándome con mis manos y comencé a caminar hacia mi casillero.

Tomé mi mochila y nos fuimos en la camioneta de Ares. Llegamos a mi casa y ambos bajamos.

—Una lavada no le cae mal a tu Jeep, ¿eh? —dije mientras sacaba mis llaves de mi mochila.

—Mañana lo llevaré a lavar.

Metí mis llaves en la cerradura, le di unas cuantas vueltas y abrí la puerta. Entré a la casa mientras me quitaba los zapatos. Pasé por el pequeño mini-pasillo hasta la sala y encendí las luces.

—Está casa siempre tiene un olor muy hogareño y rico. —dijo Ares quien recién se había quitado los zapatos y traía su mochila al hombro.

—Sí, se llama aromatizante "brisa de mar" —señale el rociador que estaba en una de las paredes de la sala—. ¿sabes que es? —alcé una ceja—. lo venden en la tienda a 20 pesos.

—Vaya manera de arruinarlo.

Chasquee la lengua y rodé los ojos. —Que olor hogareño ni que olor hogareño, olor a limpio, Ares. Se llama "limpieza" un poco de ella no le vendría mal a tu auto. —sople una risa mientras me sentaba en la alfombra que estaba en el centro de la sala junto con unos sofás a su alrededor.

—Sí,sí. Mi auto necesita lavarse, lo sé. —rodó los ojos.

—Bien. Entonces, tú prueba de Economía...

Ares y yo comenzamos a estudiar. Pasaron casi 5 horas y era horas de que Ares se fuera pero no se iría tan fácil.

—Oye, no quiero comer sola. —me senté en el sofá con las piernas cruzadas y recosté mis manos en mis rodillas.

—¿Quieres que pidamos algo de comida y te acompañe a comer? —preguntó sentándose a mi lado mientras sacaba su teléfono y su tarjeta.

Asentí mientras cerraba mis ojos y luego los abrí.

—Bien, pediré sushi. —asentí—. ¿Tempura? —asentí otra vez—. Okey. —comenzó marcar un número en su teléfono.

—Tú pagas.

—Lo sé, por algo tengo la tarjeta en la mano. —me mostró la tarjeta entre sus dedos
Índice y medio.

Sonreí levemente. —Gracias.

—Pídeme dinero, no emociones. —me dio una sonrisa torcida.

—Eso hago. —le extendí mi mano frente a su rostro.

Ares rodó los ojos y suspiró con algo de enfado antes de ponerme un billete que sacó de su pantalón.

—Gracias. —lo metí en mi pantalón.

Ares pidió el sushi y acaba de llegar.

—¿Traigo platos? —preguntó Ares.

—¿Para qué? —fruncí el ceño—. ¿El Niño rico necesita sus platos de porcelana para comer su sushi? —pregunté de manera burlona.

Ares rodó los ojos y se sentó a mi lado con las piernas cruzadas. —¿Podemos comer y ya?

—Provecho. —sonreí mientras partía los palillos de madera y tomaba una bandeja de sushi.

—Igual. —partió sus palillos.

Ambos comenzamos a comer de la misma bandeja, poniendo la salsa que se nos antoje.

—Tienes que probar la salsa teriyaki. —le eché un poco de la salsa antes nombrada a un rollo de sushi y lo tomé con los palillos.

—Pero no me gusta. —hizo cara de disgusto.

—No la has probado.

—Pero no me gusta.

—Di "Ahhh" —le acerque el rollo a la boca.

—Ahhh. —Ares me imitó y le metí el rollo en la boca.

Él comenzó a masticar y su cara de disgusto se convirtió en una cara de gusto.

—Está bueno. —dijo con la boca llena.

—Mhm. —asentí y le limpié un poco de salsa que tenía en la comisura de los labios—. No digas "gracias" no tengo ganar de la comida llena de saliva y ya masticada en tu boca. —reí.

Terminamos de comer entre risas y bromas.

Ares se fue y yo me quede sola. Limpie todo y subí a mi habitación para tomarme todas mis pastillas.

Aproveche y organice mis pastillas en el embalse que tiene los días de la semana.

Me tiré a mi cama y me puse a perder el tiempo, hoy no estudiaré, suficiente estudie ya con Ares.

𝐂𝐫𝐞𝐨... 𝐜𝐫𝐞𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 Where stories live. Discover now