𝐃𝐢𝐞𝐳

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Estábamos en la sala de juegos y ya eran las 6:32 p.m. El almuerzo había sido delicioso Gracias a Claudia y, desde entonces, no veo a Artemis, Apolo o el Señor Juan.

Ares está sin camisa, zapatos o calcetines. Está sentado en el sofá de la sala de juegos mientras jugaba al FIFA 22.

Yo estoy con mi cabeza en sus piernas y sin zapatos. Estoy revisando Instagram mientras escucho a Ares maldecir.

—Gol. Gol. Gol. —suplicó Ares— ¡Gol! —se levantó de golpe y yo me caí al piso de boca.

Caí sobre mis pechos y eso amortiguó mi caída pero dolió. —¡Ouch! —exclamé.

—Mierda. Lo siento. —Ares me ayudo a levantarme del piso.

—Hijo de puta. —mascullé.

—Ya te dije que lo lamento. —se sentó en el sofá y volví a recostarme en sus piernas.

—Si me quedo plana, ¡Tú me pagarás la cirugía de implantes! —demandé.

—Será la cirugía de reducción? Porque tienes suficiente. —rió.

Rodé los ojos. —Cállate.

Ares rió. —Deberías preguntarle a Raquel si pasó por ella.

—Yo creo que sí, pero la llamaré.

Marqué los dígitos de Raquel hasta que contesto.

—Ey, ¿Quieres que Ares pase por ti? —pregunté.

—No. iré con mi madre a comprar unas cosas ahí cerca y luego voy con ustedes. Yo puedo llegar, no se preocupen. —la escuché algo animada.

Sonreí al escucharla así. —Mis saludos a tu madre. Nos vemos luego, Quel. —sonreí.

—Nos vemos, Lie. —colgó.

—¿Que dice? —preguntó Ares.

Volví a mi Instagram. —Dice que ella llegará. Va a hacer unos mandados con su madre y luego llega.

—Bien... —sonaba algo extrañado.

—¿Qué? —fruncí el ceño mirándolo.

—Nada. —negó.

—Bueno.

Ambos seguimos en lo nuestro hasta que dieron las 7:14 p.m.

—Me iré a cambiar, deberías hacer lo mismo. —me levanté del sofá y tomé mi mochila junto con mis zapatos.

—Una partida más y voy.

Deje a Ares.

Subí al baño y me comencé a cambiar. No me tomó ni 15 minutos.

Volví hacia el cuarto de juego, para esperar a Ares.

—¡Pero si ni te has ido! —exclamé cuando miré a Ares aún jugando.

—¡Ultima partida! —prometió.

—Mis ovarios. —negué con la cabeza— Te me vas a tu cuarto o te cambio yo misma. —le quite el mando para tomarlo del brazo y levantarlo.

—Tú no me mandas. —me miró con una sonrisa de superioridad y sus brazos cruzados sobre su pecho.

Estaba en cuclillas para apagar la consola cuando giró mi cabeza, miró a Ares con los ojos entrecerrados y una expresión obvia de enojo. —Por el bien de tu vida, Hidalgo. Corre. —sugerí dándole una mirada de pocos amigos.

Ares salió corriendo descalzo. Yo me senté en el sofá luego de apagar la TV y me puse a revisar mi teléfono.

Pasaron unos 8 minutos cuando veo que Ares entra acomodando el reloj en su muñeca izquierda.

𝐂𝐫𝐞𝐨... 𝐜𝐫𝐞𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐚𝐦𝐨 Where stories live. Discover now