Tenía el pelo corto más o menos a media espalda, de un tono rubio platinado que hacía que el color blanco de su piel resaltara aún más. Su porte era muy elegante, y siempre estaba con la barbilla en alto, en una postura de pura seguridad.

- Señorita Reeve, si me permite, ese vestido le queda hermoso- elogió ella, dedicándome una pequeña sonrisa-. Me atrevería a decir que está hecho para usted- añadió.

Vale, puede que me estuviera diciendo eso porque su trabajo era vender los trajes sí o sí, pero igual estaba de acuerdo con ella.

- Está decidido entonces- dije, girándome para mirarme en el espejo-. Nos lo llevamos- aseveré, sin ninguna duda.

La chica asintió, satisfecha y se fue a la parte delantera de la tienda. Rápidamente regresé al probador y me quité el vestido, volviendo a enfundarme en mis vaqueros rasgados de mezclilla y mi camiseta negra de mangas. Sí, me había fascinado el vestido, pero la comodidad de mi ropa de diario no tenía comparación.

Unos minutos después salimos de la tienda con la enorme caja que contenía mi vestido de novia, además del velo y los zapatos. La madre de Carla había insistido en pagar por mi traje, nos pasamos más de cinco minutos peleando sobre eso, pero al final me convenció al decirme que ese era su regalo y el de su esposo; sólo por eso acepté.

Decidimos que lo mejor era irnos cada una a su casa. Carla tenía los pies hinchados y yo me moría de hambre, así que eso fue lo que hicimos. Tomé un taxi hasta mi casa, y a duras penas pude subir todos los paquetes hasta el apartamento. Tuve que asegurarme de guardar bien el vestido y los accesorios en algún sitio donde Jed no pudiera encontrarlos, porque lo conocía perfectamente y era chismoso como él sólo, y sabía que no se aguantaría las ganas de ver el traje.

(+++)

Un mes después

Abrí los ojos lentamente cuando un incesante sonido no me dejó seguir durmiendo plácidamente. Cuando me incorporé en la cama aún estaba un poco aturdida, y la llamada que estaba entrando se cayó, o eso creo porque el móvil dejó de sonar sobre la mesita de noche a mi lado.

Miré por la ventana de la habitación y me encontré con que todavía estaba oscuro. Tomé el teléfono y miré la hora; eran las cuatro de la madrugada y la llamada que me despertó era de Jace.

Llevé mis ojos a mi lado, donde Jed seguía durmiendo imperturbable. Me deslicé fuera de la cama, intentando no despertarlo, y salí de la habitación tratando de hacer el menor ruido posible. Cuando estuve en el pasillo marqué el número de mi hermano.

Estaba tan cansada que ni siquiera me preocupé porque me llamara a esas horas. Sólo quería saber qué pasaba, y de ser posible, volver a la cama y seguir durmiendo.

- Enana- dijo apenas contestó.

Me estrujé un ojo al tiempo que avanzaba en dirección a la sala de estar.

- ¿Qué pasa, Jace? ¿Por qué llamas a estas horas?

Justo en el momento en que puse mi trasero en el sofá, Jed apareció por el corredor, bostezando.

- ¿Quién es?- articuló por lo bajo.

Sólo me encogí de hombros porque Jace me respondía en ese instante.

- A Carla se le ha adelantado el parto. Vamos camino al hospital, y la muy dramática me ha dicho que llame a todo el mundo porque, cito textualmente: "de esta se muere"- explicó él al otro lado de la línea, y logré escuchar algo de movimiento en el fondo.

Eso bastó para que me levantara a la velocidad de un resorte.

- Estaremos ahí en cinco minutos- le dije y colgué sin más.

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