Capítulo 9:

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Unos golpes en la puerta principal me hicieron dejar de bailar intensamente, y de paso, apagar la música que se estaba reproduciendo en mi portátil.

Esa mañana estaba haciendo limpieza en mi piso, y claro, eso no podía ser de otra manera que con música a todo volumen, mientras que a mi vez, cantaba como si la vida me dependiera de ello.

Fui hasta la puerta y abrí. Una sonrisa amplia se expandió por mi rostro cuando vi a la persona que estaba de pie frente a mí.

- ¡Nick!- exclamé, muy feliz.

El rubio se acercó y me abrazó.

- Hola- saludó, a la vez que se apartaba.

Sólo en ese momento reparé en la diminuta bola de pelos blanca que llevaba en las manos. Imaginé que sería Shimmer.

- Venga, no te quedes ahí- me hice a un lado para darle espacio-. Vamos, entra.

Eso hizo, y en menos de un minuto estábamos en la sala de estar. Vi que me tendió al cachorro que sostenía, lo cual me hizo fruncir un poco el ceño.

- Toma. Tu regalo de bienvenida- expresó.

Tomé al animalito, y fue algo así como un amor inmediato. Era macho, enseguida lo supe. Tenía un par de orejas pequeñas, al igual que una nariz diminuta en color negro, la cual hacía un contraste casi perfecto con su pelo blanco impoluto.

- ¿Quién es este señorito de aquí?- le pregunté a Nick, pero sin despegar los ojos del animal, al cual había alzado entre mis manos para dejarlo a la altura de mi cara.

- Él es Simba- contestó mi amigo, al tiempo que se sentaba en el sofá.

- Se parece muchísimo a Shimmer- comenté, pero fue más un pensamiento en voz alta.

- Es hijo de Shimmer- repuso enseguida.

Asentí, comprendiendo mejor. Me senté en uno de los sillones y dejé a Simba sobre mis muslos.

Era pequeñísimo, lo cual me decía que no debía de tener poco más de un mes de nacido. Sinceramente era la cosita más tierna que había visto. Al principio se dedicó sólo a olerme, pero a los pocos minutos sólo se acomodó en mi regazo y se durmió.

Sonreí como una boba.

- Ya Ari me ha dicho que estás muy bien aquí- dijo entonces-, pero he pensado que una compañía perruna no haría daño- ladeó la cabeza-. Además, así ya tienes una buena razón para no incendiar el piso mientras cocinas.

Le lancé un cojín. Del brusco movimiento, Simba salió de su sueño de belleza y alzó la cabeza para mirarme. Le acaricié la cabeza unas cuantas veces, y volvió a caer rendido.

- Espera- interferí-. ¿Has hablado con Ari?- inquirí, sorprendida, enarcando una ceja.

Él suspiró dramáticamente.

- Bueno, me la encontré ayer en el café de Sally.

- Oh, su lugar preferido- interrumpí, elevando y bajando las cejas rítmicamente.

Nicklas me dedicó una mala mirada, así que me callé y siguió hablando.

- Después de pasarnos alrededor de diez minutos discutiendo, le pregunté si sabía algo de ti, entonces me dijo que habías regresado de la Academia- me explicó, mientras que yo seguía acariciando al cachorro que dormía plácidamente-. Me dio tu dirección, y aquí estoy.

Le sonreí.

- Que bueno que te la dio, y que no te mató o algo así- bromeé.

- Si no hubiésemos estado en público, lo hubiera hecho, te lo aseguro.

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