Capítulo 13:

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Maratón 2/2

Había pasado una semana desde que nos habíamos encontrados todos en la casa junto a la mía, y las cosas iban de maravilla —extrañamente—.

Carla y Jace estaban de lo más acaramelados —asqueroso—, Ari seguía siendo como siempre: un alma oscura; mientras que Jed y yo estábamos bien. No habíamos vuelto a pelear, excepto por un día que nos pusimos a jugar videojuegos y me había ganado, entonces yo le había lanzado un zapato.

Sí... no estoy orgullosa de ello, pero es que él hizo trampa.

Era sábado, y yo ya estaba despierta a las nueve de la mañana; todo un logro. Ese día habíamos hecho planes todos juntos para salir y pasar el día en grupo. No es como que tuviéramos nada más interesante que hacer tampoco.

Justo cuando me estaba poniendo mis tenis de color blanco, mi celular sonó, indicando que había llegado un mensaje nuevo.

'Estamos todos afuera. Abre :)'

Me metí el móvil en el bolsillo trasero de mis shorts de mezclilla, y me miré una última vez en el espejo para después salir de mi habitación. Jace se había ido con Jed a buscar a las chicas, así que la única que faltaba era yo. Bajé las escaleras con agilidad y salí de casa, fuera, junto al auto de Jed, estaban ellos, esperándome.

— Hola, Chucky— saludó el castaño.

— Hola— le dediqué una sonrisa.

Miró mis pies y sonrió malévolamente.

— Oh, te has puesto unos zapatos cerrados— comentó, señalando mi calzado—. Gracias a Dios, no vaya a ser que mates a alguien de un zapatazo— me pinchó.

— Eso solamente pasó una vez— me defendí, cruzando los brazos sobre mi pecho, enfurruñada como una niña pequeña.

El castaño se rió ampliamente de mí —como siempre—, y caminó hasta el auto.

— ¡Oye, tú, alto ahí!— le gritó Carla, haciendo que el chico se detuviera en seco.

Jace la miró como si estuviera loca, y Ari sonrió con orgullo.

— Hasta que por fin tus gritos sirven para algo— comentó la pelinegra.

Carla le lanzó un beso.

— Gracias, cariña.

— ¿Me van a decir por qué Carla casi me mata de un infarto?— inquirió Jed, observándonos a las tres.

Yo me encogí de hombros para que supiera que no tenía idea de lo que pasaba.

— Que tú y tú novia no han cumplido su castigo— señaló Ari con simpleza.

Jed me miró con el ceño fruncido, volví a encogerme de hombros.

— Ari, ya te dije que no soy su novia— le recordé, suspirando.

— No por mucho— farfulló, aclarándose la garganta.

— El punto es que no han cumplido con lo que habíamos quedado— interfirió Jace, hablando por primera vez.

Oh, no. Ya sabía por dónde iban, estaban hablando del maldito juego.

La cosa es que, al final, Jed y yo habíamos perdido y no habíamos encontrado el colgante de Carla, así que nos tocaba pasar todo un día esposados. Antes de bajar del ático, quedamos en no mencionar nada con respecto al castigo, esperando a tener la suerte de que ellos no se acordaran.

Bastante bien les salió, ¿no crees?

Cállate, anda.

Ari fue hasta el coche y sacó unas esposas del su bolso. Las sostuvo en el aire con una sonrisa maliciosa.

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