Capítulo 27:

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Me pasé una mano por el pelo con la intención de acomodarlo un poco, a la vez que iba rumbo a la pequeña cocina del apartamento de Jed.

La noche anterior me había llevado ahí para que pudiera dormir tranquila, lejos de todo lo que estaba aconteciendo en esos momentos con el repentino regreso de mi padre, en casa. Nunca había pisado ese lugar, pero la verdad es que me lo imaginaba mucho más desordenado y sucio, como una asume que será el piso de un universitario de veintiún años. Pero nada más lejos de la realidad.

El sitio contaba con una sala de estar bastante amplia, contigua había una cocina con un área que ocupaba una mesa de madera para cuatro personas. Incluso había una barra que separaba las encimeras del resto de la estancia; bastante parecido a la cocina de mi propia casa. A la derecha de la cocina, se habría un pasillo, en el que se encontraban un baño y una habitación, y al final de este, en la pared del fondo, había una puerta hecha de cristal que daba acceso a una terraza.

La noche anterior me había dedicado a llorar en su mayoría, hasta que en un momento que no recuerdo con exactitud, me quedé dormida sobre el pecho de Jed, quien se había limitado simplemente a abrazarme con fuerza y acariciarme el cabello.

— Buenos días— saludé, saliendo del pasillo, estrujándome un ojo.

Él estaba sentado en el sofá, mirando la televisión. Dirigió sus ojos a mí y me dedicó una amplia sonrisa.

— Buenos días.

Fui hasta la nevera a servirme un vaso con agua, siguiendo la manía que tenía desde pequeña. Siempre, apenas me paraba de la cama, tenía que beber agua, sino se me secaba la garganta de una manera insoportable. Además, esa mañana en específico mis cuerdas vocales pedían el frío líquido para calmarlas. La noche anterior me había estresado demasiado y mi garganta se inflamó por ello.

Me apoyé en la barra mientras bebía de mi vaso. Miré a Jed, y me encontré con que él ya tenía los ojos posados sobre mí.

— ¿Qué?— pregunté con una sonrisa.

— No es nada— dijo, sacudiendo la cabeza, pero sin desviar la mirada.

Solté una risita.

— ¿Qué?— insistí.

— Es que, me encanta verte aquí, en mi casa, tan temprano— contestó, sonriendo de lado.

Mi corazón se encogió por eso.

— A mí también me gusta que seas lo primero que vea en las mañanas, Jedi— repuse, sonriendo como una tonta.

Y eso no podía ser más cierto.

De alguna manera, ya se me había hecho una costumbre el despertar con él. Y no era sólo con él, con las chicas también. Habíamos pasado más de una semana viviendo todos juntos, y el hecho de tenerlas revoloteando por casa ya era algo más o menos normal para mí.

Cuando metí el vaso en el lavaplatos, fui hasta la sala de estar y me dejé caer en el sofá de color crema, junto a él.

— ¿Cómo te sientes?— preguntó él, dejando de mirar la tele.

Estaban pasando una película de superhéroes. Sí, a las nueve y algo de la mañana estaban dando una película de superhéroes.

Me encogí de hombros como respuesta.

— Estoy como en un trance en el que no he asumido por completo que mi padre está de regreso, y que recién anoche lo conocí— me encogí de hombros—. Incluso decirlo suena irreal— añadí, soltando una risita amarga.

Estaba demasiado confundida con respecto a todo el tema de Steven, y sobre todo, estaba enojada con Jace por no haberme contado nada de que él estaba en la ciudad. Me pareció una encerrona lo que hicieron los dos, porque no me dieron la opción de elegir entre verlo o no. Aunque, no voy a mentir, una parte de mí siempre había querido conocer a mi padre, decirle todo lo que le dije, reclamarle por no haberse quedado con nosotros, y ahora esa parte estaba en paz, porque lo había hecho.

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