Capítulo 6:

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Maratón 2/2

No sabía qué decir, como me había pasado el día anterior cuando me lo encontré. Siendo honesta, pensé que el shock de tener a Jed frente a mí iba a pasar después de que lo viera por primera vez, pero en ese momento estaba exactamente igual que antes.

- Jade- me llamó, sacándome de mi ensoñación.

Dios, había olvidado lo bien que se escuchaba mi nombre cuando él lo pronunciaba, pero, ¿por qué tenía que ser así? ¿Por qué cada maldita cosa que tuviera que ver con Jed Thompson me gustaba tanto?

No lo sabía, pero lo odiaba.

- ¿Te has mudado a este edificio?- repitió.

Sacudí la cabeza para salir un poco de mi pequeño trance.

- Sí- respondí secamente. Aproveché para cruzar los brazos y así tapar un poco la apertura que quedaba en la bata justo donde comenzaba el canalillo-. ¿Por qué?- inquirí, retomando el control de mis emociones otra vez.

No era momento de ponerse débil, no con él delante, al menos.

Pensé que el tono tan arisco en el que le hablé iba a hacerlo enfadar, o al menos ofenderse y dejarme en paz, pero obtuve la reacción opuesta: comenzó a reírse. Sí, se estaba riendo. A carcajadas. De mí.

Que hermoso todo.

- ¿Hay algo gracioso en alguna de las tres palabras que dije, o...?- inquirí, molesta y confundida a la vez.

El castaño apretó los labios y negó varias veces con la cabeza. Se le notaba que quería seguirse riendo, pero ya debía de tener claro que habían altas probabilidades de que lo golpeara si lo hacía.

- Tu madre está dentro, pasa- apremié, haciéndome a un lado para darle espacio.

No se movió, lo que hizo que lo mirara con las cejas elevadas.

- ¿Qué?- espeté.

- ¿Me estás invitando a entrar a tu casa?- preguntó, señalando hacia el interior-. ¿No se supone que estás enojada conmigo?

Lo miré con los ojos entornados.

Más le valía no empezar a provocarme, porque fácilmente podía partirle la nariz con la puerta.

O hacerle una llave de las que me habían enseñado en mi clase de defensa personal en la Academia.

O simplemente darle una patada en los huevos y cerrarle la puerta en la cara.

Habían muchas opciones, y créanme, estaba deseando aplicar alguna de ellas en ese momento.

- Jed, más te vale dejar de hacerte el graciosito y entrar de una puta vez- escupí, molesta.

El castaño me frunció el ceño y me miró con severidad.

- No digas groserías.

- Digo lo que me salga de los ovarios- repliqué-. ¿Vas a pasar o no? Porque tengo una invitada- mencioné, a modo de recordatorio.

Soltó un largo suspiro, pero no dijo nada más. Pasó por mi lado, y juro que pude sentir la calidez de su cuerpo contra el mío; tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no apartarme con brusquedad. Cerré la puerta y lo seguí hasta la sala.

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