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El discurso había tenido cierta validez tanto fuera como dentro de la cabeza del humano, recordando escasos ejemplos memorables donde la madre había adquirido conocimiento de valor universal afuera en lo que coloquialmente se conoce como la universidad de la vida. <<Recuerda que ser bueno no es lo mismo que ser tonto>> sería una de esas frases celebres que aprendió de ella. La usaba en ese enfrascado caso, pensando sin dejar salir esa idea de su boca. Tratar de ser bueno, soportar, aprender a conocer las manchas negras que tiñen la mente, y mejorar por ser algo más que eso, no le era ser tonto, le era querer lograr cambios y ser lo suficientemente competente en esta cochinada de corrección política en la que millones se rigen por temor o por fuerza mayor... Ser loco, o sentirse como uno, no le era ser tonto. La incomprensión y la ignorancia ajena ya ostentaban ese cupo...
¡Ding! Y el ascensor abrió sus puertas. Los tres salieron de la jaula, quebrando el camino a donde el humo sería respirado por los que se abstienen a ser solo fumadores pasivos del imprudente salvador de lo insólito. Los pasos eran irregulares y apresurados como el galope dispar de los equinos, porque estaban atrasados. Frente a la rudimentaria puerta, Sissel la golpeó con sus macizos nudillos, y esperaron con disimula tensión. Los goznes rechinaron poco, y la puerta se abrió hacia dentro, dando abanico a que la atmosfera del interior se escapara un poco.
Una voz grave habló:

--¡Pero mira a quiénes tenemos aquí!-- parloteó Cooger en tono jocoso--. Primero fue Ralsei y ahora es la rolliza Catti junto a la princesa de los altibajos dorados. No me sabía esa de que te gustaba la poligamia, mi frágil amigo, a menos que estés interfiriendo con lo que no debes...

--¿¡Quiere dejarnos entrar ya, si es que es tan amable!?-- cortó el humano con cierta vacilación.

Las chicas les miraron con incómoda reacción, pero la distensión de escena se redujo a ceder de la petición, logrando que el médico retrocediera para dejarles pasar. Una vez dentro enfilando el pasillo principal del instituto de la salud mental, el psiquiatra se paró en la puerta de la oficina grupal, la abrió e hizo el ademán de la bienvenida como son acostumbradas de dárselas los porteros a cada uno de los huéspedes en un hotel de cinco estrellas.

--Tomen asiento, mis confabulados-- declamó el fumador--. Es el momento que han estado esperando sus mentecitas.

Ante la desacostumbrada idea de ese comentario dicho, poco y nada se dijo al respecto. Las palabras de Noelle resonaban como atonales cantos desafinados en la vacía cabeza de la complejidad humana, que perdían el sentido de la letra en su totalidad cuando comprendía que de eso va el: <<necesitamos la ayuda del señor Cooger nos guste o no.>>
Se sentaron cada quien en los sitios usuales, y Sissel pudo deleitar por la limitada brevedad de su corto paso, a su caprino amigo de la silla contigua. Por una cuarta vez (o quinta si cuenta el sábado en el parque central), el humano volvía a estar junto a Ralsei. Exiguos contactos oculares se dieron desde el perfil centrado del azabachado animal que también le dirigió su mirar, luego eso provocó como consecuencia un inherente rubor de mejillas en ambos que fue descontinuado segundos más tarde.

--¡Estamos perdiendo valioso tiempo!-- espetó Cooger dirigiéndole una mirada diferente y única al humano, (una que ambos pudieron entender con frialdad) al momento que sacó un cigarrillo de su cajetilla--. ¡Listo! ¡Es la hora! A comenzar a expresarnos...

Reformación, rectificación y retroalimentación de peligroso doble filo salían de la boca negra del lobo, que en repetido acto volvía a entreabrir ventanas y acercaba su silla al punto céntrico sin perder el hilo del diálogo en su lengua. Su euforia le era tangible, casi tan armable como para moldearlo frente a todos con sus manos arrugadas a los congregados, que en aquellas palabras parecía decirles a todos los afectados: <<¿Pero cómo pueden ser tan estólidos para no verlo como lo veo yo?>> ahorrándose el "estúpidos" por una palabra más apta para todo público.

Psiquiatría: La búsqueda de la felicidad.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora