Página #11

82 18 11
                                    

Ahora Ralsei quería devolver el favor sin ser reticente, preguntándole al pavoroso perspicaz sobre las razones que a él le empujaban de manera seca para asistir a terapia. Con calma y palabras seleccionadas de un retraído innato, este se tomó su tiempo sobre la charla, y le relató de sus extraños cuadros de ansiedad que introducían ataques del terror absoluto por las noches, como también le contó sobre la apagada sombra que eso le ha convertido de su antigua imagen no tan reluciente, aunque si vivaz de ser quien era. Le mencionó sobre su oficio en SignaCorp, y los cambios que le empujan a realizar todo esto.

--Todos buscamos de algún modo la redención--argumentó Ralsei-- todos deseamos la paz con nosotros mismos.

El tiempo progresó por corrientes sucesivas, y un cielo arrebolado de tintes violáceos se convertían con talento, en un segundo estanque que hiciera reflejo con el de la superficie. La calidad de una plática más orientada tomó lugar en la mente de los afectados, y ya ninguno se encontraba bajo el desesperante escape de la dura realidad.

--Veo que no has tenido nada fácil tu búsqueda de la felicidad-- dijo Sissel con manos en los bolsillos e inclinando la cabeza hacia atrás del respaldo. Miraba al cielo, algo más tranquilo, sereno--. A pesar de eso, y del agrio trato que las terapias nos ofrecen a todos, sigues progresando para ayudar a otros; sigues intentando dar los pasos en dirección a tu norte. Tu fuerza de voluntad y tu bondad dicen cosas bellas de ti.

--No me digas eso. Vas a hacer que me ponga rojito-- habló Ralsei en tono feliz e introvertido cubriéndose las mejillas con ambas manos--, no creo ser tan fuerte ni bueno como tú me aclamas. Trato de cambiar lo malo, de mejorar lo dañino que otros ven en mí. A veces no sé lo que es correcto y lo que no. En el fondo de todo lo malo que me está sucediendo... tengo mucho temor... Sissel, estoy asustado de no hallar la hebra de mi mal. Temo que el mundo entero me dé la espalda. ¿Qué pasará conmigo si el doctor Cooger no puede ayudarme? ¿Cómo me verán los demás cuando deba ayudar a los lesionados? Siento miedo cada vez que pienso eso en soledad. Solo busco ser alguien feliz, Sissel. Es lo que más deseo en mi vida.

--No discuto lo que sientes-- convino Sissel con discreto contacto visual--, también temo sobre mucho de lo que no puedo controlar. La mente busca maneras de atormentarme, pero debemos resistir, y confiar en que el extraño fumador de lo insólito hará un bien en nosotros. Ambos estamos en búsqueda de la felicidad y de nuestros oficios, y ambos la hallaremos. No pierdas la fe.

En ese instante Sissel experimentó cierto efecto punzante y vidrioso en el lado superior izquierdo del diafragma, no tan maltratador como el original síntoma que le perseguía sin privacidad, pero si lo suficiente para palpar dicha zona con su mano derecha. Ralsei lo notó, al verle contraer los músculos faciales repentinamente.

--¿Te duele mucho?-- le preguntó Ralsei llevándose una mano de cojinetes rosados al pecho.

--Un poco... solo un poco... Descuida...

El chico cabra le miró por un pequeño instante, e inexpresivamente le obsequió un pequeño abrazo que reafirmara el consuelo que las buenas palabras ya habían logrado en ambos.
Sissel no dijo palabra alguna a eso, tampoco supo qué podía decir, y lo aceptó, solo cerrando sus ojos al afecto. De algún modo, fue como si ambos necesitaran sentir el calor de un ser viviente y la importancia de ser escuchados...
La distancia fue lo siguiente; luego, el silencio dominó un poco; y frente a eso, le siguió el rubor. Si, un rubor estaba dando colores faciales, y era marcado en ambos semblantes por el meloso tacto de Ralsei. Un calor abrigó en su lastimado pecho, y en otro cierto modo milagroso, reparó también en su estado tensional. Sin duda eso lo sentía un poco mejor. Solo un poco más. Aunque no del todo sonrientes con la pureza de un corazón platinado y lleno de vida, si conocían en ese instante las pizcas de una alegría que difícilmente dejaría en abandono a sus necesitados. Por el largo tiempo que Sissel engañó a su conciencia para ayudar a la de otro, había olvidado en todo ese anterior rato que padecía de la auténtica presión y achaques involuntarios; su estado anímico aunque no era igual a la de un deportista de rendimiento todo terreno, mostraba delgados hilos de mejoría humana gracias al tiempo que pasaba con su compañero; Ralsei se mostraba por su parte más amable, atento, con una sonrisa débil, aunque mucho más inclinada a una expresión de gratitud por lo esporádico de los hechos presentes que llevaron a toda esa plática. Por todo ello que anestesió los tormentos un poco, el caprino se puso de pié, y pronto le siguió Sissel; era la hora de regresar a sus hogares y el humano siendo un poco más sociable, le acompañó hasta una cierta cantidad de tramo a su domicilio.

Psiquiatría: La búsqueda de la felicidad.  Where stories live. Discover now