Chapitre 7-5

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La bolsa de hielo en mi tobillo alivió el dolor inmediatamente. Peter me miró con expresión de desconcierto. Su elocuente silencio decía mucho de la situación. Por mi parte, me sentía como si hubiera corrido una maratón con zancos, estrellándome contra el suelo a cada paso.

—Bueno, para ser la primera vez no podíamos esperar un milagro.

Le dirigí una mirada que le gritaba que se callara.

—Tendremos que entrenar todos los días para hacer frente a este reto.

Salté de mi asiento.

—¡De ninguna manera! Esto no fue buena idea. No puedo arriesgarme a terminar en el hospital. Todo esto es una tontería.

Peter me miró de forma extraña. Era imposible adivinar lo que estaba pensando. Ignorando completamente mis palabras, dijo:

—Nos vemos aquí mañana a la misma hora.

Se dio la vuelta y con paso firme abandonó la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Respiré aliviada porque esta sesión de tortura hubiera terminado por fin. Me recosté en la silla y cerré los ojos por un momento, para volver a abrirlos cuando oí que se abría la puerta.

—¿Timothy?

Su mirada aterrorizada no indicaba nada bueno.

—Ronney, el señor Khan nos está esperando abajo. Debo advertirte que está de muy mal humor.

—No me digas —gruñí en voz baja.


Entré en la sala de estar intentando cojear lo menos posible. Ashley estaba allí esperándonos. Puede que estuviera teniendo sexo con el jefe, pero estaba tan preocupada como nosotros. Sorprendente, aún así. Yeraz estaba sentado en el sofá y miraba fijamente al frente. No giró la cabeza cuando nos oyó llegar. Observé las líneas de su rostro. Su perfil era igual de perfecto.

—¿Dónde estabas?

Timothy y Ashley dirigieron sus ojos hacia mí. Un escalofrío me recorrió. Dile que se vaya a la mierda, dijo mi conciencia culpable.

—Peter me necesitaba.

—¿Ah, sí? —dijo Yeraz con voz helada—. ¿Por qué?

Me está enseñando a caminar con tacones, y nos reímos mucho cada vez que me caigo al suelo. Petrificada, fui incapaz de responderle. Volvía a ser la niña de trece años que se escondía en el baño de la escuela en cada recreo para evitar los abusos de mis asquerosamente malvados compañeros.

—Señorita Jiménez, se ha perdido dos importantes llamadas de mis socios más confiables. No puede ni imaginar las consecuencias.

—Lo siento —susurré.

—Señor Khan, Peter no le dejó opción. Llegó y...

Yeraz levantó la mano en el aire para decirle a Timothy que dejara de hablar; luego se levantó del sofá y se dirigió hacia mí. Se quedó de pie, mirándome con su mirada más oscura.

—Necesito llegar a Nueva York lo antes posible, y estar de regreso el viernes antes de que se reúna la junta. Prepárelo todo, señorita Jiménez.

—¿A qué hora quieres salir? —pregunté dudando.

Por la mirada que tenía parecía que iba a dispararme. Yeraz se acercó a mí y me dijo en tono amenazante:

—¡Dentro de una hora!.

Furioso, me empujó y salió de la sala de estar como un huracán. A su paso, se llevó todo con él.

Mientras sus palabras aún resonaban en mi cabeza, Ashley tomó la iniciativa.

—Me encargaré de los billetes de avión. Timothy, tú reserva la suite y encuentra al conductor.

Mi asistente asintió y sacó su teléfono sin perder un segundo.

—¿Ronney? ¿Ronney? ¡Mírame! Ve a la habitación de Yeraz y prepara sus pertenencias.

—¿Sus pertenencias?

—Subió a aislarse en su oficina, probablemente para hacer algunas llamadas telefónicas. En una maleta pondrás sus artículos de aseo, seis chaquetas y lo más importante, no olvides poner su cuaderno. Es el de color beige. Todavía está en la mesa, junto a la ventana. Timothy y yo no podemos entrar en su habitación.

Timothy miró a Ashley, que puso los ojos en blanco, consciente de lo que acababa de decir. En ese momento, la imaginé en los brazos de Yeraz, ahogándose en las sábanas de seda. Intenté desterrar esos pensamientos de mi mente y volver al momento presente. Sacudí la cabeza y me apresuré a subir las escaleras con el corazón acelerado.


Revisé la agenda de la semana mientras controlaba remotamente el calendario de Yeraz. Estaba agotada por las emociónes del día. Se hacía tarde y era hora de volver a mi mundo. Antes de salir comprobé que mi teléfono tuviera aún suficiente batería. No quería perderme ni una sola llamada de Camilia o de su hijo.

Me reuní con Ashley y Timothy en la cocina. Ambos estaban sentados alrededor de la isla central. Mi asistente me entregó un trozo de pastel de salmón y Timothy me dio una copa de vino, que no rechacé. Estaban siendo muy amables y atentos conmigo, pero no era suficiente para hacerme sentir bien.

—¿Estás bien?

Ashley me miró con preocupación. Agotada, tomé un sorbo del líquido granate y me encogí de hombros.

—No estoy segura. Toda esta presión es difícil de manejar. Lo odio.

El final de mi frase fue un susurro.

Ashley miró a Timothy antes de dirigirse hacia mí.

—No sé si debo decirte esto, pero conozco a una familia que vive no muy lejos de aquí, el Señor y la Señora Porter. Son los propietarios de una de las mayores agencias de publicidad del país. Fui niñera de sus hijos hace muchos años y seguimos en contacto. Son grandes personas. Están buscando un asistente para su agencia y el trabajo está muy bien pagado. Puedo recomendarte si crees que quedarte aquí es demasiado para ti.

—Ronney —intervino Timothy—, piensa cuidadosamente antes de tomar una decisión. No te vayas por capricho. Tómate... no sé, un mes antes de decidirte a dejarlo.

Me ajusté las gafas y me pasé las manos por el cabello tirando de las raíces. La idea de huir de aquí y la oferta de Ashley eran muy tentadoras. Mis ojos iban y venían entre esas dos personas que me miraban como nadie lo había hecho antes: con compasión.

—Tres semanas. Me daré tres semanas más para decidir si me quedo o me voy, aunque sé en mi corazón que la decisión no será difícil de tomar.

Timothy respiró aliviado. Ashley sonrió y dijo:

—Perfecto. Esperaremos un poco. Yeraz estará fuera unos días, así que podrás tomarte un respiro y ver las cosas un poco más claras.

Unos días sin él, ¡qué placer! Pensé para mis adentros. Por fin tendremos paz.


Tumbada en la cama con las piernas apoyadas en la pared, la voz de Elvis Presley me ayudó a relajarme. Tenía en mis manos el papel con los datos de contacto de los Porter escritos en él. Imaginé la mirada victoriosa de Yeraz cuando le dijera que renunciaba, y la cara de súplica de su madre cuando me rogara que me quedara. Esa noche durante la cena estaba tan deprimida que a Bergamote y Alistair les costó animarme. Les había hablado de la oportunidad en casa de los Porter y me habían animado a aprovecharla. En mi cabeza había un desorden indescriptible.

Esa noche tuve problemas para dormir y me negué a pensar en Caleb. Me negaba a pensar en Yeraz y en su actitud canallesca. Me negaba a pensar en mi vida. Fue la voz de Peter la que finalmente me ayudó a conciliar el sueño. Baila, Ronney. ¡Baila-camina! El ritmo pegajoso de sus palabras me envió directamente a los brazos de Morfeo.

Fea Ronney 1 : mafioso romance [español]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant