Capítulo III. Una visita al Palacio.

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Año 1517, Joseon.

Pabellón del Cerezo, Palacio Real de Changdeokgung. 1er año del reinado del Rey Choi TaeHo, El Grande.





—Esta listo su Mejestad.

La hermosa mujer sentada frente a el gran espejo plateado, miró su reflejo a consciencia y solamente, una vez que, corroboró que su imagen ese día fuese 'sencillamente' perfecta, despidió a su asistente por ese día.

Cha YooRa, Consorte de su Mejestad el Rey, era bien conocida por su vanidad y orgullosa personalidad. Había llegado a convertirse en Reina con el favor del prestigio de su clan y el desempeño de su hermano mayor en la corte durante el año en que, el actual Rey TaeHo, no era más que un Príncipe Cuarto, en la línea de sucesión. Pero que por azares del destino había asumido el reinado a costa de la Guerra de los Príncipes. En declive de la salud del Rey Choi SeoJun, El venerado.

Eran un matrimonio pactado, ninguno se había mirado las caras, hasta el día mismo de su boda. Sin embargo, YooRa tenía una buena relación con su esposo y era astuta. Lo suficiente como para a asegurarse de que su hijo, no tuviera ni un solo rival que compitiera con él por el Trono, al ser el único hijo del Rey.

El Rey que no aceptaba concubinas en su lecho, por temor a desatar un nuevo "derramamiento de sangre" al llegar la hora en la que tendría que partir al fin, del mundo. Cómo había ocurrido unos años atrás con sus cinco hermanos y él mismo.

Razón por la que vivía despreocupada del futuro y las dificultades. Cha YooRa había sabido mover sus cartas y siendo una mujer en la Corte, hostentaba una gran influencia entre los Ministros y la gran mayoría de los súbditos del Reino que la veían como una mujer de moral, filial y honorable.

—Su Majestad— una de las asistentes, se apresuró hacia la bella mujer con la renuencia de quien no quiere ser la que de malas noticias —Esta le informa, la  cuidadora del pequeño Príncipe vino ha avisarnos... Que su salud, está mañana no está siendo buena

La Reina, fijo sus orbes en la mujer un par de segundos antes de suspirar con hastío y ponerse de pie.

—Bien...— murmuró abandonando sus aposentos. Salió al gran corredor, para luego, cruzar el amplio patio interior e ingresar a la habitación dispuesta para el Príncipe.

—Mi señora— la cuidadora del niño se arrodillo automáticamente, al verla en la sala y comenzó a implorar perdón a viva voz —Mi señora, Majestad, le juro que estuve atenta toda la noche.

YooRa frunció el ceño, ante sus ruegos y se dirigió, hacía la cuna de madera al fondo de la habitación. Movio al bebé y le nombro.

—Mi pequeño Príncipe.

El bebé, no se reacciono, ni hizo ruido alguno ante el toque de su madre, sólo se quedó quieto y en silencio. Sin llorar ni nada.

—Príncipe...— le llamó de nuevo, pero no obtuvo repuesta alguna a cambio y confundida, la mujer le movió un poco más fuerte, antes de tocarle de manera directa —Esta, muy frío...— murmuró —Dama Cho, Dama Cho.

La nombrada ingresó a la habitación e hizo una reverencia inmediatamente al ver a la mujer.

—¿Qué me necesita su Majestad?

—Un médico, ve por un médico, ahora mismo... — ordenó la Reina sin apartar la vista del pequeño cuerpo de su hijo.

La Dama miró el rostro de la Monarca y luego vio la cuna no necesitando más para saber que algo iba mal, giró sobre sus pies y salió corriendo, dejando con premura atrás ambas puertas abiertas de par en par.

An Arrogant Prince [2min] حيث تعيش القصص. اكتشف الآن