Capítulo X. El anuncio oficial.

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Año 1519, Joseon.

Pabellón del Loto Blanco, zona norte del Palacio Real de Changdeokgung. 3er año del reinado del Rey Choi TaeHo, El Grande.


MinTae miró su reflejo en el espejo frente a él, su larga cabellera castaña había sido recogida perfectamente con las horquillas doradas que el Rey TaeHo le había regalado, hacía tan solo un par de meses.

Eran tan hermosas, que había pedido usarlas aquélla tarde por primera vez para ir hacía el Gangnyeongjeon. Porque sabía muy bien, que al Monarca, le encantaba verlo usar cada uno de sus presentes. Así que esperaba con ansias que tras varios días separados el uno del otro, el Rey disfrutara de verlo con ellas.

El Monarca había salido del Palacio hacía casi treinta días, con el objetivo de revisar algunos asuntos relacionados con el avance inminente del gran ejército del Emperador Qing, hacía al centro de la ciudad y en verdad quería verlo y mucho. Después de todo, aparte del Soberano Choi y la Dama Kang, -quienes eran los únicos con los que se relacionaba-, no había nadie en todo el Palacio con quien tuviera una relación amena.

Suspiró. Era increíble cómo habían cambiado las cosas en tan sólo meses. Como el Rey Choi se había ganado, ya no sólo su confianza sino también su corazón.

Y sí, -muy probablemente-, había cometido el que sin duda alguna iba a ser el peor error de todos. Su trabajo era algo bastante "sencillo" y consistía únicamente, en ganarse la confianza del hombre que estaba a la cabeza del Reino y hacerle caer «ciegamente ante sus pies», pero al parecer, quién había caído no había sido el Rey. Sino él.

—Se le miran realmente bien Noble Lee…— la Dama Kang le sonrió ampliamente a través de su reflejo, en el espejo, mientras terminaba de acomodar los últimos mechones de cabello en el moño alto en que, el resto estaba sujeto con las horquillas doradas.

En los últimos meses ella había sido su única fiel compañía, en aquel solitario y gigantesco pabellón. Podría decirse que -para ese punto-, la mujer se había convertido en algo más que un asistente.

Una amiga y gran confidente.

—Gracias, señorita— MinTae sonrió de vuelta y se pusó de pie una vez que la Dama terminó de peinarle. Observó sus ropas de ese día y las aliso con las manos, antes de hacerle una leve seña con la cabeza al Guardia de la puerta, un código silencio para indicar que estaba listo.

El hombre, no dudo ni una sola vez y salió del Pabellón. Asegurándose de cubrirse muy bien de la lluvia que azotaba, Joseon, esa noche. La época de lluvias muy usual al final del verano había llegado al Reino, anunciando el término del séptimo mes.

Lluvias fuertes que parecían ser cada vez más un severo problema para el pueblo. Dado que las cosechas ya estaban viéndose amenazadas y con ello todo el sustento principal ya no sólo de la Casa Real, sino de todo el Reino.

Un hecho grave, que no podía ser permitido y del que la misma Reina, en persona, se estaba encargando de resolver, a sus propios medios. Según los, -múltiples-, rumores que corrían de boca en boca, por todo el Palacio.

Lo que, había convertido a la Reina YooRa, en el objeto central de halagos. No sólo por parte del pueblo, sino también de los funcionarios y nobles, que veían en ella la fuerza necesaria y la determinación de una buena esposa para el Rey.

MinTae aún no conocía a la Reina en persona, -aunque claro, la había visto a la distancia en un par de veces mientras le servía-. Todos los sirvientes decían que era una mujer bastante bella de buenos modales, mirada amable y de buen corazón.

An Arrogant Prince [2min] Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin