Capítulo XVII. Un secreto Real.

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Año 1519, Joseon.

Pabellón del Loto Blanco, zona norte del Palacio de Changdeokgung, 3er año del reinado del Rey Choi TaeHo, El Grande.



—Mi señor— la Dama Gong se puso de pie con rapidez e hizo una amplia y larga reverencia, apenas se percató de la presencia del Monarca en la habitación.

Era cerca de la media noche y nadie le había informado que el Soberano visitaría los aposentos de doncel, por lo que no pudo evitar sorprenderse por ello.

Hacia, prácticamente, un mes que no se presentaba por ahí. Un mes en el que había sido testigo de la ansiedad que consumía al embarazado día tras día, sin excepción. A espera de una resolución que no llegaba a nada. De una posible condena.

Por inercia hizo el amague de intentar despertar al menor, pero el Monarca, negó con la cabeza e hizo una señal para que guardará silencio, antes de ingresar por completo en el interior de los aposentos.

Recorrió la habitación entera solo con la mirada, un par de veces y terminó enfocando su mirada en el joven que dormía en su futon, en el centro de la habitación.

Rodeado de diversas velas y faroles, mismas que cubrían en su absoluto cada rincón. Iluminando en extremo la habitación y haciéndola sentir muy calurosa.

Curioso por el exceso de luz, saltó su vista hacía la Dama, en busca de una explicación, para dicha conducta. La Dama bajo la mirada y respondió en susurro.

—Se negaba a estar a oscuras, mi señor… Ha tenido pesadillas todas las noches, sin falta.

TaeHo paso saliva y centro su vista en el menor. Su rostro demacrado lo decía absolutamente todo. No sólo él había estado padeciendo en silencio, el doncel también.

Tal vez consumido por la culpa o por el miedo a morir una vez naciera el bebé, pero ambos ya habían tenido suficiente martirio.

—Ahora mismo es un milagro que este durmiendo…— agrego la mujer por inercia. Dejando entre ver la clara preocupación que sentía por le chico.

—¿Se queda aquí a velar por su sueño, Dama Gong?— quiso saber el Soberano.

La nombrada asintió y bajo la mirada, fijándola en el suelo bajo sus pies, a espera de un reclamo de aporte del Rey. Una reprimenda por ser amable y condescendiente con un “traidor” de la corona, pero esté, nunca llego.

Contrario a ello, TaeHo avanzó hacia el chico lentamente y tomó asiento a su lado. Lo examinó con la mirada y a detalle, sin pasar por alto la palidez extrema y las ojeras del mismo.

Era bastante evidente que las últimas semanas habían sido un suplicio para el chico. Tanto como lo habían sido para él y el severo conflicto interno sobre que hacer con el doncel, y con toda la información que este mismo le había dado.

—Déjanos solos— ordenó —Yo me quedaré a velar su sueño.

La Dama Gong dudó brevemente, pero terminó asintiendo suave, miró a MinTae una última vez y haciendo una reverencia nueva, abandonó la habitación.

El Monarca no se movió, se quedó en junto al doncel toda la noche, hasta que la luz del sol atenuó el de los faroles en el interior. Tiempo más que suficiente para que el hombre por fin tomará una decisión.

Había sido doloroso y ofensivo verse engañado tan vilmente, pero a pesar de ello no había podido restarle ni un poco de merito a la confesión de Min. Por él es que había podido detenerse a pensar con mayor precisión, en su estrategia y en las consecuencias de movilizar al ejército sin cuidado, ni el tener un buen plan en la mente para llevar a cabo.

An Arrogant Prince [2min] Where stories live. Discover now