Capítulo 13:

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— Primero, ¿de dónde has sacado eso?— señalé el objeto en sus manos.

— Tengo mis contactos— mi amiga me guiñó el ojo—. Ahora, vamos, pongan sus manitas aquí— nos pidió.

Miré a Jed, rogándole con los ojos para que hiciera algo, pero solamente suspiró sonoramente.

— Nosotros los hubiéramos hecho hacerlo— dijo, avanzando hacia Ari.

— Tú, que tienes el alma carcomida por el odio— espeté—. Carlita— me giré hacia ella—, yo jamás te haría eso.

Mi mejor amiga sonrió con malicia.

— Pero yo a ti sí, así que dale— ordenó, señalando las esposas.

Le lancé una mirada asesina. Resoplé, resignada y fui hasta donde Ari y Jed me esperaban. Estiré el brazo derecho, y él el izquierdo. Mi mejor amiga —alias la traidora—, nos colocó las esposas, y las cerró, dejándonos atados.

Perfecto, ese iba a ser un día muy largo.

— Bueno, ahora tendrás que conducir tú, ¿verdad?— le dijo el castaño a Jace.

— ¿Para que ustedes dos vayan en la parte de atrás dándose cariñitos?— mi hermano enarcó una ceja—. No, gracias. Tú conduce— dijo, metiéndose en la parte trasera del coche.

— ¡Nosotros no nos damos "cariñitos"!— exclamé, molesta.

Mis amigas me dedicaron una sonrisa y siguieron a mi hermano. Miré a Jed, y después los asientos, frunciendo el ceño.

— ¿Cómo se supone que nos vamos a meter ahí?— inquirí, sin poder cruzar los brazos sobre el pecho, como estaba acostumbrada a hacer.

— Mira, nos ponemos del lado del conductor, tú cruzas el asiento, y luego entro yo— explicó el castaño.

Fruncí el ceño.

— ¿Y por qué yo tengo que hacer malabares para llegar a mi asiento, cuando tu puedes hacer lo mismo?

— Porque es mi auto— respondió con simpleza.

— Claro, y eso tiene todo el sentido del mundo— repliqué, molesta.

¿Cómo es posible que alguien fuera tan caprichoso?

— Jade, deja de ser majadera y has lo que te digo— ordenó, comenzando a rodear la parte delantera del auto.

Lo jalé, deteniéndolo.

— No estoy siendo majadera— contradije—. Es sólo que me causa mucho coraje ser la que tiene que pasar todos los trabajos para que el señorito esté cómodo y con la manicura intacta— expliqué, enfurruñada.

— Madre mía, ellos me dan cien años de vida— escuché decir a Ari, quien había sacado la cabeza por la ventanilla, y observaba la escena con una sonrisa divertida.

Le lancé una mirada asesina, y volvió al interior lentamente.

— Jade, por favor— él suspiró—. Vamos, entra al auto. Por favor.

Al final solté un suspiro y lo seguí hacia su lado. Después de varios esfuerzos —y de que la palanca de cambios casi me violara—, me senté en el asiento del copiloto, dejando salir una larga respiración.

Jed condujo con mucha seguridad, mientras que yo llevaba la mano colgando para que él pudiese poner las dos manos en el volante. Estuvimos metidos un buen rato en el coche, y yo miraba hacia todas partes, curiosa, al no saber para dónde íbamos.

— ¿A dónde vamos?— inquirí, volviéndome para mirar a los demás.

— Pregúntale a tu novio— contestó Carla con simpleza.

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