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       Una semana había pasado desde la caída de Kaido. Luego de muchos años, había acabado aquel reinado del terror del magnate. Sin embargo, lejos de experimentar cualquier tipo de felicidad, había una depresión generalizada.

      Mihawk se estaba recuperando bien, no había complicaciones mayores en su salud, sin embargo, cualquiera que lo viera de negaría a creer tal afirmación. Dos semicírculos negros se habían instalado debajo de sus ojos, y no parecían tener fecha de salida. Es que, fue su anfitrión quien resultó estar herido de más gravedad al final del día; no tenía vendajes, tampoco catéter o yeso, pues el sitio dañado era su mente.

      La casa del médico de por sí ya tiene un aspecto fúnebre, con un exceso de blanco que la asemeja inevitablemente a un hospital. Pero si a eso se le añade el antes mencionado caminando por los pasillos de madrugada, padeciendo cuadros de ansiedad a partir de detonantes casi aleatorios, murmurando cosas negativas, insultándose a sí mismo y teniendo lagunas mentales, el ambiente resultante parece extraído directamente de una novela de terror gótica.

      Dada esta situación, dormir, relajarse y descansar en general, se vuelven tareas no tan sencillas como pueden parecer a primera vista. El detective, se llevó un trozo de hotcake a la boca mientras pensaba en todo aquello. Un estruendo en la habitación de al lado lo devolvió a la realidad.

-¿Shanks? ¿Está todo bien? - preguntaba mientras caminaba hacia el lugar

-Sí, es solo que... Law desapareció sin dejar rastro, no lo entiendo, revisamos en todas partes... es frustrante

-Entiendo, pero ya estamos haciendo todo lo que podemos, tendrías que descansar un poco.

-No puedo no hacer nada mientras Law no aparezca, no puedo.

-Sé que es difícil, pero podrías intentarlo al menos...

      En el fondo sabía que era una discusión perdida, así que luego de cruzar algunas palabras más, desistió.

       Muy lejos del pueblo, en un motel en el medio del desierto, dos caras conocidas cruzaban sus miradas cansadas.

-¿A qué te refieres con que conoces este lugar? - preguntó Doflamingo

-Sí, te juro que en ese espejo de ahí me corté la cara. Te estoy diciendo que sí.

-Pero es imposible, una semana llevamos caminando por este desierto, ni siquiera sabía que había un desierto así.

-Te digo que sí. Gizmo nos está llevando a algo, lo sé.

-No sé en qué momento terminé escapando de mi pueblo con un loco, siguiendo a un Cocodrilo... Ni siquiera pude despedirme.

-Fue tu idea, no mía.

-Sabes bien que lo hice por ti, imbécil.

      Crocodile sonrió, se levantó de la cama y lo abrazó mientras susurraba un "lo sé".

-Pero bueno - continuó Doflamingo - creo que sí estamos llegando algo.

      Varios kilómetros más atrás, cierto pelirrojo estaba teniendo problemas de todo tipo. Sentado en la cama, veía triste a Law. Una semana había pasado, una semana donde Law no había dado señales de vida más allá de tener pulso y respirar sin ayuda.

      Su vida en esta semana no había sido fácil, tuvo que robar varios artículos médicos, para poder conectarle a Law un catéter con una sonda que le brindara los nutrientes necesarios para vivir. Aún con eso, el chico de los tatuajes cada vez estaba más pálido, delgado y Kid empezaba a dudar cada vez más respecto a si se iba a poder despertar.

      Encima de todo esto, no podía descuidar su vida cotidiana, después de todo, estaba ocultando a una persona buscada por la ley. El estudio tampoco era fácil; si bien por su carácter intimidante nadie lo molestaba, podía sentir las miradas y los murmullos con cada paso que daba dentro de la institución.

      Pero ya no tenía energía para pensar en nada, así que comenzó a sacarse la ropa para poder dormir cómodo. A medida que se quitaba la camisa, pudo ver de reojo, en el reflejo del espejo, algo que llevaba días volviéndolo loco; la sonrisa de Law.

      No tenía ningún tipo de explicación lógica, no hablaba, no emitía ningún tipo de señal o gesto, no parecía sentir dolor, no se movía, pero cada vez que Kid se ponía de espaldas y se quitaba su camisa, podía jurar que su novio esbozaba una sonrisa.

      Al principio sólo quiso atribuír todo a su shock por todo lo que había pasado, o a un defecto del espejo, o a una ilusión suya. Pero ya no podía negarlo; era real, y era su única esperanza. así que se acostó boca abajo, al lado de quien alguna vez lo amó, mas ahora era imposible saber si siquiera lo recordaba, y quedó mirándolo fijamente.

      Pasaron los minutos y esa mueca en su cara no desaparecía. Fue entonces que lo entendió todo. La cicatriz, eso era. Esa marca que Law tanto adoraba, no entendía bien qué conexión hacía su cerebro en ese momento, pero algo estaba claro; el moreno tenía aún consciencia y al menos tenía en sus recuerdos a Kid.

...

nota: sí, demoré como 8 meses para traer una actualización muy corta, pero voy a empezar a actualizar; le queda poco ya para el final, perdón por la espera!

CicatricesWhere stories live. Discover now