Epílogo

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Si, a Zallian le fue de maravilla, ya podéis chillar y llorar de la emoción, yo lo haré con vosotras.

De esta peculiar historia de amor no queda mucho más que contar, solo que tuvieron años de inmensa feliz, sin importarle los comentarios de la gente, pues aunque recibían muchos mensajes bonitos también recibían otros tantos llenos de odio y envidia. Había personas que todavía no entendían el concepto del amor.

El amor era complicado, pero amar era fácil.

Lector, déjame darte un pequeño consejo: ama. Estamos hechos para amar, sin importar a quien ni la intensidad con la que decidas hacerlo.

Las cosas más bonitas, al final del día, son las que vives sin tener que darle explicaciones a nadie, las que de verdad disfrutas sin preocuparte por lo que puedan o no opinar.

—Está llorando otra vez —indicó Zaid, cargando al niño en sus brazos y mirándolo con ternura—. No creo que sea hambre, Killian, si le sigues dando de comer cada vez que llora terminará siendo un bebé obeso.

—¿Entonces que quiere? —se quejó Killian, cruzándose de brazos frente a su novio.

Él lo miró con diversión mientras jugaba con la pequeña mano del niño: Christopher Joel. Porque los nombres de sus padres quedaban muy bien con la criatura que llevaba sus apellidos.

—Solo quiere atención, es un niño mimado como tú —señala, burlón.

—O quizá solo es un pesado, como tú —le echa la lengua.

Zaid chasquea su lengua contra su paladar, en realidad era ambas cosas porque así de mal acostumbrado lo tenían pero ninguno de los dos lo admitía en voz alta.

Poco después el niño se duerme y decide llevarlo a la cuna, lejos de cualquier ruido que pudiera despertarlo. Tenía que descansar porque la anterior noche no lo había hecho en lo más mínimo.

—Estamos solos —dice, bajando las escaleras.

Killian se había quedado parado frente al gran ventanal que tenían en la planta baja, las mejores vistas del mar las tenían desde aquel punto, había merecido la pena todo el esfuerzo. La casa costó lo suyo pero había sido su mejor inversión.

—¿Eso es una propuesta indecente, amore? —se remojó los labios con la lengua para voltear a mirarlo con picardía.

—No, solo estaba indicando que estábamos solos porque nuestro hijo está dormido en el piso de arriba —se acercó para abrazarlo, dándole la vuelta para que siguiera mirando las espléndidas vistas. Juntó sus manos en su bien definido abdomen y apoyó su mentón sobre su rizado cabello—. Tengo una propuesta para ti, si, pero no es indecente.

—Me conformo —dice, divertido—. A ver, ¿qué tienes para mi, guapo?

Deja un beso en su nuca antes de separarse despacio de su cuerpo, la última vez Killian se había salido con la suya y le había pedido que fuera su novio. Pero esta vez no se iba a escapar. Esta vez era la de Zaid, ya no había vuelta atrás y no aceptaría un no por respuesta.

Se llevó la mano al bolsillo y sacó la caja de color blanco que había estado allí todo el día, hincó la rodilla en el suelo como supuso que debía de hacer.

—Killian Pimentel, ¿quieres casarte conmigo?

Él se llevó una mano a la boca, impresionado. Jamás se había imaginado que su novio le pediría matrimonio, nunca habían tocado el tema pero sí que me hacía ilusión el hecho de casarse.

—¡Si, si, si! —chilló, más emocionado que nunca.

Zaid reprimió las ganas de chillar de la misma forma, se esperaba un si como respuesta pero de todas formas estaba ilusionado. Le colocó el anillo en su dedo y besó su mano, acto seguido se enderezó para poder besar sus labios.

—Esta vez me lo has pedido tú —sonrió contra su boca.

—No quería que tú te volvieras a adelantar —respondió de la misma forma—. Ya lo tenemos todo, mimado. Una casa con vistas al mar, una perra adoptada, un trabajo de ensueño, un hijo y una futura boda. ¿Que nos queda?

—Amarnos eternamente.

—Pensé que eso ya era más que obvio —rozó su nariz su dulzura—. Te amo más que a mi vida.

—Y yo a ti, pesado —volvió a besarlo—. Quiero que nos casemos en Marbella, sería una pasada.

—Nos casaremos en donde tú quieras —acaricio sus mejillas, sin dejar de sonreírle en ningún momento—. Nos queda una perfecta luna de miel, ¿no es así?

—Tenemos tiempo para pensarlo —soltó una risa que resonó en el lugar—. Ahora quiero que me hagas el amor.

—¿Aquí?

—No sería la primera vez, Zaid —murmuró juguetón.

Claro que no, la picardía no había faltado en ningún momento, siempre presente. Hacerlo contra una gran cristalera y mirando hacia el mar era una fantasía, así como lo era escribir su shippeo en el empañado cristal, siempre con un corazoncito al lado.

Estaban listos para seguir causando polémicas, claro que si, pero a todo eso responderían siempre con una sonrisa en los labios. Los derechos humanos son universales. No importa quién seas o a quién ames. No hay heteros, no hay gays, no hay bisexuales. Solo hay personas que se enamoran de personas

Basta ya de poner etiquetas.

El amor nunca debe significar tener que vivir con miedo. El amor es algo que debe de vivirse y expresarse siempre en su máximo esplendor. Es así como Zaid y Killian decidieron hacerlo, siempre por todo lo alto.

Amar no es más que un privilegio, aquellos que deciden hacerlo son unos privilegiados.

Empezamos esta historia diciendo que los tiempos cambian y los gustos también, la terminamos dejando muy claro que lo único que no cambia es la forma de amar, independientemente de a quien ames.

||F I N A L||

ZallianWhere stories live. Discover now