Capítulo 1

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Zaid Vélez

Juego con el bolígrafo que tengo entre mis dedos, mi mirada se había perdido en algún punto de la sala de reuniones de la empresa de mi padre mientras lo escuchaba a él hablar con uno de los socios.

—Lo que no voy a permitir es que una empresa tan exitosa pase a manos de un niñato.— lo escuché decir—. No quiero sonar ofensivo, pero si juzgamos sus apariencias ya está todo dicho... ¿Dónde se ha visto a un magnate con piercings? No cuadra, además de que es muy joven y podría echarlo todo a perder.

Me obligo a mí mismo a mantener la boca cerrada, principalmente porque sé que mi padre no se quedará callado ante las palabras de ese señor.

—Para empezar, ese niñato como acabas de llamar, es mi hijo.— dijo manteniendo la calma—. La excusa de los piercings no me sirve en lo más mínimo porque yo los tengo y aún así soy un magnate, el aspecto físico no te define como persona. Y para finalizar, es mi empresa así que yo decido que hacer con ella. Sé de sobra que es joven, todos lo hemos sido alguna vez, estaré ahí en cada uno de sus pasos así que no te preocupes que la empresa no se irá a la mierda.

Una sonrisa se dibuja en mis labios con solo oírlo, me sentía orgulloso del padre que tenía, solo esperaba que él también se sintiera orgulloso de su hijo.

No le presto más atención a la conversación porque sinceramente no me interesaba lo que ese señor tuviera para opinar.

Pasados unos minutos siento la mano de mi padre posarse en mi hombro, él me indica que me levante así que eso hago.

—Papá...

—¿Ya quieres hacerte otro piercing?— preguntó burlón, el muy jodido sabía que había escuchado esa parte de la conversación.

—Si, quiero uno en la polla.— respondí poniendo los ojos en blanco.

—¡Yo también!— sonrió con malicia—. Probablemente a tu madre le guste más la idea que a mi, es cuestión de hacerlo y probar...

—Papá, no sé qué rumbo está tomando esta conversación y no estoy seguro de querer saberlo.

—A veces pienso que tú ejerces de padre y yo de hijo.— rodeó los ojos con diversión.

Tenía fama de hijo de puta, y según decía todo el mundo lo era cuando se trataba de negocios.

En casa no era así, sino todo lo contrario.

No me imaginaba a un hombre más paternal que él, todos decían que por ser un hombre centrado en el trabajo no tendría tiempo para su hijo pero no había sido así. Él había estado conmigo en todos los momentos más importantes de mi vida, me había dado todo sin llegar al punto de malcriarme.

—Oídos sordos a lo que estos gilipollas puedan decir de ti.— dijo en voz baja en cuanto entraron varias personas, entre ellas pude reconocer al magnate Pimentel y a su hijo.

Killian había sido mi crush en la adolescencia, aunque sólo llegamos a besarnos una vez.

Mi sexualidad ya estaba definida desde hacía años atrás, concretamente a los catorce cuando empecé a sentirme atraído por los chicos. A los quince me besé por primera vez con uno y solo terminé de afirmar lo que ya sabía. A los dieciséis perdí la virginidad y de ahí en adelante no hubo más dudas en cuanto al tema.

Mis padres se lo habían tomado bien, no como otros que veían la homosexualidad como un delito.

La prensa no se lo había tomado tan bien, habían sacado (y seguían sacando a día de hoy) noticias con respecto a ello. Tenían una manía con meterse en la vida privada de las personas.

—Es una pena que seas gay, a mi hija le gustas mucho.— dijo uno de empresario mientras me daba la mano, no me molesté siquiera en fingir una sonrisa.

—Es gay porque no ha probado un buen coño, si lo hiciera cambiaría de idea.— el asqueroso comentario que hizo otro me obligó a fruncir el ceño, eso había estado muy fuera de lugar.

—Tal vez tú eres heterosexual por la misma razón.— respondí desafiante.

Una de las manos de mi padre hizo un gesto para que no siguiera hablando, pues esa frase terminaría con "si hubieras probado una buena polla cambiarías de idea". A veces odiaba que mi padre me conociera hasta el punto de saber lo que iba a decir.

Aún así, se notaba en sus facciones que no se había molestado e incluso me atrevería a decir que irradiaba orgullo.

—Bien, a Killian Pimentel ya lo conoces así que nos ahorraremos la presentación.

Killian acababa de cumplir los dieciocho años hacía tan solo días... Yo cumpliría los veinte en un par de meses.

Era unos centímetros más bajo que yo, también era más delgado a pesar de que se notaba qué hacía deporte. Su cabello rizado lo había heredado de su padre, todo lo demás era igual a Fiamma.

A simple vista parecía un chico tímido pero yo sabía que eso no era así, había sido mi mejor amigo hasta que cumplí la mayoría de edad, fui yo quien comenzó a distanciarse.

Lo que había oído de él en estos últimos meses era que estaba saliendo con una chica venezolana, vi alguna foto en la que salían juntos y sin duda alguna la chica era preciosa. No me gustaban las mujeres pero tenía ojos en la cara y cuando una mujer era guapa no tenía ningún problema en decirlo.

Sinceramente, veía a Killian como alguien que todavía no había vivido mundo... Necesitaba salir más a lugares, pasársela bien y disfrutar de la vida.

Y es que tal vez, ahora el trabajo solo sería una excusa para volver a acercarme a él... Si es que él me lo permitía.

ZallianOnde as histórias ganham vida. Descobre agora