Capítulo 11

493 74 7
                                    


Zaid Vélez

Espero que Killian se levante para llevar una de mis manos a su nuca y acercarlo a mi rostro, mis labios atacan los suyos una vez más y logro que un jadeo se escape de su boca para ahogarse en la mía.

—No...— gimoteó contra mis labios cuando una de mis manos se coló por debajo de su camisa—. No estoy preparado para que tú me folles...

—¿Quién dijo que yo te follaría a ti? — le pregunté enredando sus rizos en mis dedos—. Dije que por ti podía hacer un sacrificio.

Sus ojos verdes brillaron, producto de la lujuria, lo deseaba tanto como yo aunque quisiera negarlo. No iba a presionarlo ni mucho menos, si de sus labios salía otro "no" respetaría su decisión sin hacer ningún berrinche, por mucho que anhelara el contacto de piel a piel...

Me miró indeciso, lentamente bajó la mirada de mis ojos hasta mis labios y cuando estaba dispuesto a volver a besarme, alguien más nos interrumpió.

Los nudillos de esa persona golpean la puerta, el sonido sobresalta a Killian, que se aleja de mi con rapidez. Lo miro con una ceja alzada, no estábamos haciendo nada indebido en ese momento para que esa fuera su reacción.

—Señor Pimentel, su padre pregunta si quiere acompañarlo a la empresa.— dice la voz de una de las empleadas.

—Eh... No, pero puedo decírselo yo mismo.— dijo Killian rascando su nuca y dándome una rápida mirada.

—Como usted quiera, mijo.— respondió antes de retirarse.

Pasamos unos segundos en silencio, yo mirándolo y él evitando hacer contacto visual conmigo. Podría pasarme así todo el día.

—Tienes que irte.— sentencia finalmente.

—¿Esto es en serio, Pimentel?— cuestioné alzando una de mis cejas—. Que conste que me siento muy usado.

—¿Usado? ¿Por qué razón?

—Vengo, me chupas la polla y me echas.

Chasqueo mi lengua mientras me guardo las manos dentro de los bolsillos de mi pantalón, veo sus mejillas sonrojarse ligeramente, dejándolas en un tono rosa pálido.

—No intentes manipularme, hijo de puta.— sisea al darse cuenta de mis intenciones, de mi garganta se escapa una carcajada, este chico era tan previsible.

—Yo no hago tal cosa, niño.— murmuré con diversión—. Lo que si voy a hacer es caso a tus órdenes, sería muy maleducado si no te hiciera caso, ¿No crees?

—Si, eso creo.— respondió cruzándose de brazos—. ¿Te acompaño hasta la salida?

—Tranquilo, sé irme solo.— le guiño un ojo—. Aunque no me molestaría mirarte el culo mientras caminas delante así que puedo reconsiderar eso.

—¡Ay, ya basta!— exclamó con sus mejillas ardiendo una vez más—. No sé porque te hago caso.

Tengo que aguantarme las ganas de reír, Killian podría tener dieciocho años pero se seguía comportando como un adolescente. Con esto no estaba diciendo que no me gustara su forma de actuar y/o reaccionar sino todo lo contrario.

Sin embargo, es él quien abre la puerta de la habitación y camina fuera de esta incitándome a seguirlo. Sin poder evitarlo, mi mirada baja hasta su culo, y es que ese pantalón de vestir le sentaba de maravilla, la tela agarraba firmemente sus nalgas dándole un aspecto más apetecible.

Bajamos las escaleras sin prisas y, cuando creía que eso sería todo por ese día, Fiamma y Joel salieron al pasillo hablando entre ellos pero al vernos detuvieron su plática.

—Zaid, no sabíamos que estabas aquí.— dijo Fiamma alzando sus cejas, luciendo ligeramente sorprendida.

—Oh, ya me iba.— sonrío de lado—. Perdón por no avisar o por pasarme a saludar, verdaderamente tenía un asunto urgente con Killian.

—No tienes que disculparte por nada, Vélez.— dijo Joel haciendo un gesto con la mano para restarle importancia—. Sabes que nuestra casa es también la tuya, puedes venir siempre que quieras sin tener que avisar antes.

Sonrío con agradecimiento, bien es cierto que al final terminábamos siendo todos una familia aunque no compartiésemos sangre. La relación que habían tenido los magnates era de pura fraternidad, no me resulta para nada extraño que quieran lo mismo para sus hijos.

—Yo ya me tengo que ir, pero puedes venir a cenar esta noche y pasamos un rato juntos, tu padre hable mucho de ti y Killian no se queda atrás.— murmuró dándole una rápida mirada a su esposa—. ¿Nos vemos en la cena?

—No sé si será buena idea.— respondí mirando a su hijo—. No es que esté rechazando esto ni mucho menos pero...

—Sin peros, a las nueve y media cenamos, más te vale no faltar.

Ni siquiera intento refutar, sé lo tercos que podían llegar a ser en esta familia así que mejor no contradecir ni decir nada que no sea de su agrado, al menos no por el momento.

Killian se encoge de hombros cuando me mira, dándome la razón en eso de "no hay nada que hacer con ellos".

ZallianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora