Capítulo 17

438 65 16
                                    


Zaid Vélez

Estaba casi seguro de que se acobardaría nada más terminar, en ese momento en donde la habitación enfría y el calor se evapora en el ambiente. Sus ojos verdes me miraban con timidez, una timidez que no debería de existir entre nosotros dos y mucho menos después de la noche que habíamos pasado.

—Descansa, Pimentel.— acaricié sus rizos al tiempo que le sonreía—. Mañana tenemos una reunión a las ocho y media, me imagino que no querrás estar dormido en ese entonces.

—Pero no te vayas — pidió—, por favor, quédate aquí conmigo.

—No planeaba irme.— mentí, mientras que me acomodaba en el colchón a su lado.

Por supuesto que planeaba irme, lo que menos quería era que durmiera incómodo por mi presencia en la cama. 

Para mi sorpresa se acomodó más cerca de mi, pasando uno de sus brazos por encima de mi abdomen. No me quejé en lo más mínimo, me gustaba tenerlo cerca y también que me tocara. Por mi parte, seguí con mis dedos entre su cabello repartiendo suaves caricias mientras que sus parpadeos eran cada vez más y más lentos, se notaba que alguien estaba luchando contra el sueño.

—Hasta mañana, Zaid.— balbuceó finalmente, yo repetí sus mismas palabras junto con su nombre para después quedarme unos minutos más observándolo.

Su respiración era lenta incitándome a mi a respirar de la misma forma, envidié sus largas pestañas pues rozaban sus mejillas cuando sus ojos estaban cerrados.

Poco después me quedo dormido, no sé en que momento exacto decidí cerrar los ojos para dar paso a caer en los brazos de Morfeo. Lo que si sé es que esa noche dormí como ninguna otra, tal vez por sentir su cuerpo contra el mío o porque su respiración se mezclaba con la mía.

Cuando abrí los ojos me quejé ante la falta de calor en la cama, no había nadie a mi lado y las sábanas estaban todas en el suelo.

—¿Qué diablos?— farfullé frunciendo el ceño, lo que menos quería era levantarme de mal humor.

Estiré mi mano para tomar el teléfono de encima de la mesita y mirar la hora en este, todavía no eran las siete por lo que tenía suficiente tiempo para arreglarme e irme a la empresa.

Hice un ademán de levantarme de la cama pero justo en ese momento se abrió la puerta del baño y un Killian recién duchado salió de allí con una toalla envuelta en la cintura. Pequeñas horas de agua resbalaban por su abdomen y mis ojos inevitablemente siguieron el trayecto.

La situación no ayudaba a que yo fuera un hombre y me despertara con una erección matutina.

—Buenos días.— saludó poniendo su mejor sonrisa.

—Vaya, pues si que son buenos, si.— sacudí mi cabeza mientras levantaba mi culo de la cama—. Iré a darme una ducha de agua fría... Muy fría.— recalqué—. Después nos iremos.

—Tengo hambre.

—¿Tengo pinta de ser un chef profesional?— cuestiono alzando una ceja, él niega con una sonrisa maliciosa en los labios.

—Tampoco tienes pinta de ser prostituto y follas de maravilla.— me guiñó un ojo, juguetón.

Pocos hombres me dejaban a mi sin palabras, pero para mi desgracia Killian era uno de ellos.

Maldito niño mimado, con la carita de bueno que se carga y después suelta frases de este estilo.

—Haré como que no acabas de decir eso y procederé a decir que no soy bueno en la cocina.

—Bueno, yo lo soy.— se encogió de hombros.

—¿Entonces por qué diablos me lo preguntas a mi?— siseé.

—Siempre es más fácil cuando te lo hacen en lugar de hacerlo tú mismo.— el doble sentido me hace palpitar, y no específicamente la cabeza.

Le lanzo una mirada de esas que no necesitan aclaración de palabras y acto seguido entro al baño. Lo que menos necesitaba es que se pusiera juguetón en estos momentos, si por mi fuera lo empotraría allí mismo contra el armario pero necesitaba llegar a tiempo a la reunión si no quería que mi padre me desheredara.

Son casi las ocho cuando salimos pitando de mi departamento. Tenía que admitir que Killian cocinaba para chuparse los dedos, y eso que tenía pinta de ser el típico chico que te quemaría la cocina y aún así lo dejarías hacerlo.

—No vamos a llegar a tiempo, no vamos a llegar a tiempo... ¡Maldición! No debí seguir tus besos después de desayunar, así habríamos llegado a tiempo.

—No ha sido mi culpa.— traté de defenderme.

—¡Oh! Es que lo peor no fueron los besos sino el manoseo, eso si que nos tomó más tiempo — siguió hablando—, si tus manos no se hubieran deslizado hasta mi culo no habríamos perdido tanto tiempo.

—No es tiempo perdido si pude tener mis manos en tu culo.— dejé en claro.

Ni siquiera sabía la razón por la que hacía tanto drama, yo era el maldito jefe y no iba a tener problema aunque llegase tarde.

Al aparcar el coche veo a Killian salir de este como si tuviera fuego en el culo o algo por el estilo, es rápido en caminar hasta la entrada y fingir que no ha llegado conmigo.

Maldito Pimentel...

Maldigo entre dientes mientras me tomo mi tiempo en entrar, antes de empezar a subir las escaleras veo que alguien bien trajeado se acerca a mi y no especialmente con una sonrisa en los labios.

—Eres un hijo de puta.— espetó, veo sus intenciones al alzar una mano pero soy rápido en detenerlo.

—Insúltame de otra jodida manera, pero a mi madre no se te ocurra mencionarla.— respondí con total calma.

—¿Quién cojones te crees que eres, niñato?

—Puedo formularte la misma pregunta y con más razón.— omití las ganas de reírme—. Te plantas en mi empresa insultándome y con ganas de golpearme, ¿quien cojones te crees que eres?

ZallianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora