Capítulo 2

519 78 49
                                    


Killian Pimentel

Su mirada me hacía sentir más pequeño, ardía en mi piel casi de forma literal, intimidaba hasta un punto extremo.

Debería de sentirme enojado a más no poder, él había decidido alejarse sin darme la más mínima explicación. Se supone que éramos mejores amigos, no entendía la necesidad de que hiciera eso.

—Killian, vamos a ir a comer todos juntos, ¿quieres venir con nosotros?— cuestionó mi padre poniendo una de sus manos en mi hombro.

Joel Pimentel, siempre había sido uno de los hombres más codiciados del país y ahora todos se esperaban lo mismo de su hijo. Temía no dar la talla, nunca llegaría a ser alguien tan grande como mi padre.

—No, papá.— negué con la cabeza—. He quedado con mi novia, me escribió diciéndome que tenía algo muy importante que contarme.

Su mirada cambió por completo, había oscurecido al menos dos tonos en menos de segundos.

—¿Algo muy importante?— alzó una ceja.

—Si, eso ha dicho.— entrecerré los ojos tratando de adivinar en que andaba pensando.

Porque era obvio que estaba pensando en algo, y no en algo que le gustara. Conocía a mi padre lo suficiente como para darme cuenta.

Dejó escapar un suspiro mientras miraba a su alrededor, al confirmar que nos habíamos quedado solos en la sala volvió a mirarme.

—¿No crees que eres muy joven para ser padre?— preguntó dejándome anonadado—. Un hijo ahora no os beneficia a ninguno de los dos, siento mucho que sea yo quien tenga que decírtelo pero...

—No, papá, frena...— lo interrumpí sacudiendo la cabeza—. Ella no está embarazada.

—Hijo, cuando una mujer te dice eso significa dos cosas, o que está embarazada o que va a dejarte.

—Entonces es la segunda, definitivamente.— afirmé llevando una de mis manos a mi cabello.

Ella no podía estar embarazada por la simple razón de que no nos habíamos acostado. Así que, si realmente lo estaba era más que obvio que ese hijo no sería mío.

—Pimentel, nosotros ya nos vamos.— avisó Christopher desde la puerta.

—Ya hablaremos.— dijo mi padre con esa mirada de advertencia que solía darme cuando presentía que algo iba mal—. ¿Quieres que llame al chófer, un taxi...?

—Puedes dejarme las llaves de tu coche.— dije sonriendo de lado.

Rodeó los ojos con fingida molestia mientras echaba la mano en el bolsillo para sacarlas y dejármelas.

—Ve con cuidado.— dijo finalmente.

Sonreí de oreja a oreja, de alguna forma u otra siempre terminaba teniendo lo que quería así que no podía quejarme.

Salgo de allí con la cabeza en alto, me despido de forma breve de todos los que se encontraban fuera de la sala y recibo a cambio la misma despedida.

Mi mirada viaja hasta Zaid quien me sonríe de lado y alza sus cejas, la típica acción que mojaría las bragas de cualquiera mujer y que empalmaría a cualquier hombre.

¿Por qué habría yo de ser la excepción?

Me apresuro en salir de la empresa para que nadie note lo inevitable, me permito soltar todo el aire que llevaba reteniendo en los pulmones cuando entro al coche.

"Te estoy esperando en mi departamento, ¿te falta mucho para llegar?"

Leo el mensaje que acababa de mandarme mi novia y tecleo rápido una respuesta para avisarle de que iba en camino.

En todo el trayecto no dejo de pensar en las palabras de mi padre, ¿sería que ella iba a dejarme? No tendría sentido, yo no había hecho nada mal para merecerme eso... Siempre estaba la opción de que había encontrado a alguien mejor, prefería que me dejara para estar después con alguien a que me pusiera los cuernos en medio de la relación.

Al llegar me deshago del saco, hacía calor y no quería andar por ahí sudado. Me deshago de los dos primeros botones de la camisa que llevaba y alboroto tan solo un poco mi cabello.

—Ahí vamos, Killian.— me digo a mí mismo mirándome en el espejo del coche.

Tomo una profunda respiración antes de bajarme del coche y caminar al edifico donde ella vivía, tuve que subir por la escaleras porque desde pequeño sufría de claustrofobia.

El único inconveniente es que vivía en el octavo piso...

Al llegar a su puerta toca esta con mis nudillos y espero atento a que me abra.

—Amor, pensé que tardarías más.— me recibe con un beso en los labios—. Pasa, estoy segura de que te emocionará la noticia.

¿Me emocionará que me dejes?

—¿Cual noticia?— pregunté dejándome guiar hasta el sofá en donde me hace sentarme, ella me miró con una sonrisa pero no dijo nada—. No estoy entendiendo... ¿vas a dejarme?

—¿Qué? Claro que no, mucho menos después de lo que tengo que decirte...— se sienta en mis piernas al tiempo que sus manos van directas a mi cabello para jugar con el—. Vamos a ser papás.

—¿Qué vamos a que?— cuestioné desconcertado—. No, por supuesto que no vamos a serlo.

—No puedes negar a tu hijo, amor... ¿No quieres que lo tengamos?— preguntó haciendo un puchero—. No me gustaría abortarlo.

—No te estoy pidiendo que lo abortes... Te estoy diciendo que ese hijo no es mío.— dije con seriedad—. Y si no es mío quiere decir que me has sido infiel...

—Claro que es tuyo, ¿recuerdas aquella noche que llegaste borracho a casa y me forzaste a tener sexo contigo? No usaste protección...

Algo dentro de mi se rompe, yo no pruebo el alcohol así que es imposible que haya llegado algún día borracho. Además, ¿forzarla? No, eso sería violación y yo nunca violaría a nadie.

¿Que diablos me quería hacer creer?

—Tal vez tú no te lo creas pero toda la prensa si lo hará.— susurró en mi oído antes de levantarse—. Ten cuidado, Pimentel, que no sabes de donde te van a venir.

—A mi no me amenaces.— me levanté frunciendo el ceño.

—¿O qué?— preguntó con una sonrisa burlona—. Esta vez papi no podrá salvarte porque yo me encargaré de hundirte.

ZallianWhere stories live. Discover now