Capítulo 37

321 51 13
                                    



Zaid Vélez

La petición de Killian me había dejado descolocado, no iba a mentiros. Lo que menos me esperaba era que fuera a querer un hijo, a mi no se me pasaría nunca por la cabeza. Pero bien, prometí que lo tendríamos y yo cumplo mis promesas. Aunque antes de cumplirlas tengo que lloriquearle un poco a papá.

—Deja de reírte de mi, estoy asustado —me quejo al oír la risa de mi padre—. Papá, por favor...

—Sois muy jóvenes —indica—, dieciocho y veinte años, ¿a dónde vais? Esperaros al menos un par de añitos para formar una familia.

—No vamos a ser padres este año —bufé—, antes queremos irnos a vivir juntos y adoptar una perra.

—¿Entonces cuál es el drama?

—¡Qué no sé si estoy listo para ser padre! —exclamé, pasándome una mano por el cabello.

—Eso es algo que nunca vas a saber, Zaid, pero te adaptarás —habló, calmándome al menos un poquito—. Vais a ser muy buenos padres, no tienes de que preocuparte, a ese niño no le faltará de nada.

—Creo que no me estás entendiendo...

—No me digas que no quieres tener hijos porque si no quisieras no le habrías dicho que si a Killian, nos conocemos.

—No es que no quiera, es que me cuesta mucho imaginármelo... —suspiro, mi padre parece que está a punto de hablar pero el chillido de mi madre se escucha alto y claro, suficiente para que ambos nos pongamos alerta—. Papá, ¿qué le ha pasado a mamá?

—No lo sé —su agitada respiración me indica que está corriendo escaleras arriba—. ¿Cyara...? Oh, por Dios, ángel...

—¿Qué está pasando...? —quiero saber.

—Marbella va a nacer —hiperventila—. ¿Qué se supone que debo de hacer? ¡No me grites, mujer! No estuve en tu primer parto, lo siento.

—¡Papá, cálmate! —exijo al escuchar ruido.

—Mierda, me había olvidado de que estabas ahí... Oye, te llamo luego, te mantendremos informado de todo.

—Nosotros... ¿Papá? —arrugo mi nariz al ver que me ha cortado.

No puedo enfadarme, tenía cosas más urgentes que atender mis malditos dramas. Yo también caminé con nerviosismo por la habitación, mi hermana estaba a punto de nacer y yo estaba en otro maldito país. Le iba a recordar este momento en toda su miserable vida, lo juro.

Killian entró en la habitación comiendo un helado, ni siquiera me puse celoso ni hice ningún comentario sobre que estuviera chupando eso y no otra cosa.

—¿Qué ha pasado? —preguntó al darse cuenta de la situación.

—Marbella.

—Si, estamos en Marbella...

—No, Marbella, mi hermana —concreté—. Va a nacer hoy y nosotros aquí...

Abrió los ojos sorprendido, todavía con el helado en la boca, no se esperaba esa noticia y yo tampoco. Se supone que tardaría un par de semanas más, estos niños de hoy en día que quieren salir antes de tiempo...

—Le mandaré un mensaje a mi padre para que nos envíe el jet privado, el tuyo estará ocupado encargándose de Cyara y la niña así que...

—Estamos en medio de unas vacaciones...

—Que le den a las vacaciones, tenemos que conocer a tu hermanita —sonrió, guiñándome un ojo—. En unos cuantos días las retomamos, luego nos toca Italia así que...

Alzó sus cejas con diversión. Lo cierto era que ya me encontraba al cien por ciento, Killian me hacía bien en todos los sentidos de la palabra, era un privilegiado por tenerlo a mi lado... Tenía toda la suerte del mundo.

Lo veo teclear algo en su teléfono, la respuesta no tarda en llegar y eso le hace sonreír. Mi padre seguro que tardaría más tiempo en responderme a los mensajes, pero bueno, no era momento para hacer comparaciones.

—Ya está de camino, probablemente llegue antes de la hora de comer —me indica—. ¿Nos despedimos de Marbella?

—Todavía tenemos que pedir un deseo en la fuente del parque de la Alameda.

—Entonces no sé a qué estamos esperando.

Yo tampoco lo sé.

Salimos del hotel agarrados de la mano y caminamos por las calles como si fueran nuestras, varias miradas recaen en nosotros pero ni siquiera hacemos un ademán de posar la vista en ellos. No es que seamos arrogantes, presumidos o algo por el estilo, es que tenemos suficiente para quien mirar sin necesidad de ver a alguien más.

—¿Tienes una moneda o eres todo billetes, pesado? —se burla, cosa que me jode en el alma porque creo que no llevaba ninguna moneda.

—Pues... —me rasco la nuca—. Siempre puedo ir a descambiar.

—Eres tan predecible —ríe, mirándome con diversión—. ¿Por qué no metes tu mano en mi bolsillo trasero y coges la cartera? Tengo ahí monedas.

Como si pudiera meter mi mano en el bolsillo trasero de su pantalón y concentrarme solo en la cartera... ¡Ja!

Lo intento, pongo todo de mi parte, pero termino apretujando su nalga antes de quitar mi mano de allí con la cartera. Sus mejillas sonrojadas son el indicio de que mi gesto también le ha avergonzado, él sí que es predecible. Tomamos cada uno una moneda y después, con los ojos cerrados, la tiramos a la fuente mientras pedimos un deseo.

Dicen que si se cuentan no se cumplen así que voy a tener mi boca cerrada con respecto a ese tema porque quiero que se cumpla ese dichoso deseo.

A las doce y media del mediodía ya tenemos nuestras maletas listas y nos encaminamos al jet privado de la familia Pimentel D'Altrui, Killian no cabe de gozo y parlotea con el piloto sobre lo increíble que es la ciudad en la que nos encontramos, yo sonrío encantado al verlo así y al saber que en unas horas estaremos en casa. Bueno, en casa, porque realmente iremos directos al hospital para conocer a mi hermana. Fiamma prometió estar también allí y Joel dijo que se desocuparía pronto para acompañarnos.

¿Qué podía salir mal?

ZallianWhere stories live. Discover now