Epílogo

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—¡Por dios, Christian! —bufo indignada— insisto en que estás exagerando.

La risa escandalosa de Kenzy hace eco por toda la habitación, se encuentra sentada sobre la cama y parece un pingüino, tampoco puede moverse mucho. Me giro a observarla y fruncir el ceño en su dirección, sólo me saca la lengua de manera burlona, me lo merezco. Me había estado burlando de ella cuando estuvo en mi lugar.

—Creo que le falta una bufanda más grande. —sugiere Kenzy entre risas.

—Búrlense todo lo que quieran. —murmura Christian mientras sube el cierre de mi inmenso abrigo— está nevando, y ustedes dos nunca han salido en esas condiciones, necesitan esto.

—Tú no tienes tantas cosas encima. —me quejo señalándolo.

—Tengo veinticuatro años, prácticamente desde que estaba en pañales mi madre me dejó caer sobre la nieve, estoy acostumbrado.

Kenzy vuelve a reír mientras observa a Christian con los ojos entrecerrados.

—¿De verdad la abuela hizo eso? —pregunta con diversión en su mirada.

—Claro. Y lo mismo voy a hacer contigo cuando salgamos de aquí, te dejaré caer sobre una gran montaña de nieve, por eso necesitas abrigarte. —menciona con una enorme sonrisa en su dirección, aún estoy a su lado, no por decisión propia, sino porque sabía que no podría moverme tan fácilmente, el abrigo era más grande que yo.

—¡Genial! Esto no me molesta. —menciona señalándose a sí misma, luego intenta bajarse de la cama deslizándose, acción que la lleva a rodar como pelota y terminar en el suelo extendida, la veo moverse entre risas, pero sólo parece un pequeño gusano en el suelo sin poder levantarse, es mi turno de reír. Suelto una enorme carcajada viéndola luchar para poder levantarse de manera fallida.

—¿Decías? —me burlo mientras Christian camina hasta ella y la levanta como un costal de patatas, la monta sobre su hombro y después se gira para observarme con una sonrisa.

—Vamos.

—¿Por qué la prisa? —pregunto burlona.

—No queremos hacer llegar tarde a la cumpleañera, ¿Cierto?

—Arruinaste mi atuendo colocándome todo esto encima. —lo acuso caminando hasta él, parezco un pingüino, sólo le faltó ponerme un pasamontañas para que lo frío no golpeara mi cara. Me molestaba, pero también me parece tierna la manera en la que se preocupa por mí y por Kenzy, han pasado tres meses desde que todo el lío familiar llegó a su fin, tres meses desde el juicio, tres meses en terapia, por las noches aún tenía pesadillas donde mi padre volvía y lograba lo que inició. Pero cuando abría los ojos siempre estaban esos dos inmensos y verdes ojos observándome, sus grandes brazos sosteniéndome, y sus cálidos labios sobre mi frente. Por la mañana siempre estaba él a mi lado, recordándome que todo estaba bien, que todo eso había terminado.

Nuestros departamentos eran como uno sólo, Christian sólo salía del mío cuando necesitaba vestirse y no siempre, porque sus cosas en mayoría estaban en mi armario, al igual que algunas corbatas y básicamente toda su ropa, sólo hacíamos una despensa para mi departamento, porque desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos. Incluso había pensado en sugerirle la opción de mudarnos juntos, pero tampoco quería sonar tan apresurada al respecto. Estábamos bien.

Una virgen no tan virgen [COMPLETA]Where stories live. Discover now