CAPÍTULO 11

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Hace dos semanas desde que albondiguita está conmigo, dos semanas desde que cuatro patas me siguen por todo el departamento moviendo la colilla emocionada, nunca imaginé que tener compañía perruna me sentaría tan bien, siempre anhelé tener una mascota, pero nunca fue posible convencer a la abuela, ella detestaba los perros y cualquier animal, mi madre solía decirme que fue debido a que cuando era niña a la abuela la atacó una manada de perros callejeros, tiene la cicatriz de sus mordidas en la pierna derecha, siempre me daba nostalgia escucharla.

Ahora mi cachorra se encuentra corriendo por la oficina de Christian luciendo emocionada y mordiendo todo lo que está a su alcance, yo por mi parte tengo mi contrato de trabajo justo frente a mi, por diferentes razones no había podido firmarlos hasta hoy.

—¿Ya te arrepentiste o porque no firmas? —pregunta Christian a mi lado, ni siquiera sentí cuando llegó.

—Estoy considerado que me mantengas. —respondo fingiendo realmente considerarlo.

—Sólo tienes que pedirlo. —susurra plantando un beso en mi mejilla, da unos cuantos pasos para recargarse sobre su escritorio a mi lado y me observa fijamente.— ¿Ya hiciste la prueba?

—Aún no. —susurro firmando mi contrato al fin.—

Quiero que estés ahí por si muero de un infarto o algo.

Aquella vez cuando veníamos del parque lo hicimos en el coche, esta vez con condón por supuesto, pero las dos veces anteriores no fue así, tomé la píldora después de ello, pero no siempre es efectiva y menos si tenía que compartir contra el doble. Me enteré en internet que debes esperar una semana o dos, para poder hacerte la prueba y comprobar si la píldora hizo su efecto, o no, estoy tan nerviosa que ni siquiera he querido hablar con Margot porque siento que se me escapará decírselo, la he evitado las últimas dos semanas, mi vida sexual era mía , no era incumbencia de mi familia.

—¿Llegando a casa la hacemos? —pregunta sin dejar de observarme, puedo sentir su mirada sobre mí incluso sin levantar la vista del contrato.

—Supongo. —susurro sin levantar mi vista de los papeles, el bolígrafo resbala de mis manos y se desliza por el escritorio lejos de mi alcance.

Me encantaban los bebés, realmente quería tener hijos, fue una cosa que siempre tuve clara, pero definitivamente no ahora, no cuando no tengo nada para mí, no cuando quiero estudiar, y por supuesto no ahora que tengo veinte años, no sé que voy a hacer si la prueba sale positiva, ¿Cómo le daré la cara a mis padres?, decirle que me embaracé a la semana de huir de casa, no creo que sea algo grato de escuchar.

Pero claro, eso me lo hubiera perdonado si no tuviera educación sexual suficiente, pero toda mi vida investigué sobre eso justo para evitar una situación como esta. No quería un embarazo joven.

Cuando tienes un hijo, debe de tener todo, debes ser capaz de darles educación, de darles alimentos, felicidad, juguetes y todo eso para que un niño sea feliz, se tienen cuando tienes todo para ofrecerles, para mí, tener un hijo cuando no tienes ni siquiera para sobrevivir tu misma, es egoísta. Yo quiero que mi hijo crezca rodeado de amor y de cosas materiales, que si él me pide algo, yo tenga el dinero suficiente para poder comprarlo, quiero un hijo para darle todo lo que yo nunca tuve, no quiero que pase por lo mismo que yo, a veces el amor no es suficiente.

—Hey. —susurra Christian sacándome de mis pensamientos, levanta mi barbilla suavemente haciendo que nuestras miradas conecten.— Todo va a estar bien, Chel.

Una virgen no tan virgen [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora