CAPÍTULO 10

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Hace aproximadamente una hora que mi padre salió de mi departamento, a pesar de fingir que me comprendía y me dejaba hacer las cosas a mi manera, sospechaba que era una pequeña farsa para no hacerme sentir del todo mal, no es como si alguna vez le hubiera importado como me sentía con sus palabras o acciones, pero lo aprecié, a pesar de que en sus ojos se reflejaba la decepción y el fastidio por haberse ido de ahí con las manos vacías, no dijo nada. Simplemente se fue.

Así que en cuanto esas puertas se cerraron decidí hacer algo bien por mí misma, necesitaba un tiempo para mí sola, para pensar y para sentirme dueña de la libertad que ahora poseía. Hay tantas cosas que siempre quise hacer pero nunca pude, vivía tan reprimida que no era capaz de hacer nada sin miedo al que diría mi familia, o la gente, ya no estaba dispuesta a eso nuevamente, nadie iba a decirme que hacer de ahora en adelante, a partir del momento en el que crucé esa vereda llena de plantas me volví la dueña de mi vida. Y me lo iba a demostrar.

Llevaba caminando alrededor de quince minutos, los cuales me he dedicado a observar con atención absolutamente todo lo que me rodeaba, los árboles lucían más bonitos que nunca, estábamos en pleno otoño, los colores que adornaban las calles traían paz a mi alma, sonreí a todas las personas que me encontraba, ni siquiera los conocía pero el simple hecho de ver caras nuevas era definitivamente mi cosa preferida, amaba a las personas nuevas, y más si me transmitían la calma que buscaba.

Rostros viejos, serios, jóvenes e infantiles, algunos con sonrisas, otros enojados, de todos los colores y razas, todos únicos y que probablemente nunca me volvería a topar en la vida.

Las calles reflejaban el otoño, el olor a la naturaleza es simplemente increíble, a pesar de la contaminación en la ciudad y los grandes edificios, cada que daba un paso más cerca a mi destino lograba sentir el frío viendo sobre mis mejillas, me erizaba de pies a cabeza ante la magnífica sensación del aire, estaba acostumbrada en mi antigua casa sólo era yo entre cuatro paredes, la habitación en la que vivía olía a viejo, como si no se usara nunca, no tenía esencia a pesar de que yo dormía ahí, no se me permitía dañarla ni cambiarla, era como patrimonio para mi madre. Recuerdo comprar algunas fragancias baratas en el trabajo con olor a bosque, pero el aroma tan sólo duraba segundos y desaparecía, como si nunca lo hubiese puesto ahí.

Cuando sé que estoy lo suficientemente lejos de mi departamento me detengo en Central Park, el largo camino hasta aquí pasó en nada, cuando me adentro a él veo que está lleno de niños corriendo por todos lados, parejas besándose por doquier, y padres preocupados corriendo, a pesar de ser un parque, me asombro al ver que hay demasiado césped verde, estaba viviendo mi sueño, amaba la naturaleza, camino unos cuantos metros hasta que finalmente dejo caer mi trasero sobre el césped húmedo, sin importarme mucho me recuesto mirando el cielo.

Manhattan es realmente hermoso, vivo en la ciudad deseada para muchos, incluso para mí, casi veintiún años y no puedo creer que al fin haya salido del viejo barrio en el que vivía, mi vida se basaba en ir a unos cuantos kilómetros alrededor, y después regresar a casa. No había mucho. Veinte años viviendo una vida aburrida es una tortura realmente, ni siquiera me dejaban socializar fuera de la iglesia, y honestamente prefería no hacerlo dentro, todos estaban manipulados por mi abuela, no poder expresar nada porque corrían a decirle a ella.

Vivía con miedo, y eso no era vida.

Realmente no sé si me convierte en una mala persona hacer esto, y tener pensamientos como estos todo el tiempo, le tengo rencor a mi abuela aún, no la odio en lo absoluto, pero la detesto tanto que si pudiera elegir una cosa en el mundo, sería no ser su nieta.

Una virgen no tan virgen [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora