┊Capítulo dos

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Los días posteriores no fueron mejores.

Naruto había prometido esperar, pero, para alguien de su naturalezaz, la paciencia no era precisamente su mayor virtud. Lo intentaba, lo intentó desde el primer momento pero se vio desmoronando horas después cuando Tsunade le pidió que regresara a casa y descansara, después de todo si surgían noticias él junto al clan Hyuga serían los primeros en saber.

Todo cayó sobre sus hombros como un muro de concreto cuando la oscuridad y el silencio lo recibieron nada más cerrar la puerta tras su espalda. Ahí estaba él, completamente solo en medio de ese sentimiento angustioso que se asemejaba mucho a una corriente que intentaba arrastrarlo una y otra vez.

Intentó dormir, no pensar, mantener la cabeza fría y la mente en blanco pero la ausencia de Hinata era tan notoria y triste que aquella primera noche Naruto terminó rendido, sollozando a viva voz mientras abrazaba la almohada que todavía conservaba la fragancia de Hinata.

El despertar fue horrible, pero regresar al hospital fue mucho peor, más aún al intuir que no habría ninguna noticia alentadora que le permitiera buscar al menos un mínimo rayo de esperanza.

Él, Naruto Uzumaki, el héroe de la gran cuarta guerra ninja ahora buscaba con todas sus fuerzas un oportunidad a la que aferrarse para no ceder ante la desgarradora realidad.

Los días se transformaron en semanas, sin noticias y con prohibición de visitas Naruto sentía que perdería la poca cordura que hasta entonces creía tener. Él lo único que necesitaba en ese momento era saber que Hinata estaba bien, que despertaría sana y salva.

Pero no.

Todos los días cada cierta hora Tsunade ingresaba a la habitación en compañía de más de algún médico, encerrados en aquel cuarto por varios minutos en los que Naruto permanecía con los ojos fijos en aquella puerta blanca a la espera de que el pronóstico de su esposa cambiase.

Y nuevamente no.

Con un rostro triste y un suspiro cansado Tsunade movía su cabeza hacia los lados mientras le daba a entender que nada había cambiado.

Para ese entonces Naruto ya no podía regresar a casa, la soledad y los recuerdos le afectaban por igual. No podía estar demasiado tiempo sin imaginar que Hinata aparecería en cualquier momento con esa sonrisa tan preciosa que siempre le dedicaba, o a punto de abrir sus brazos para que él pudiera correr a ellos y refugiarse mientras le susurraba una y otra vez cuánto le amaba.

No podía, simplemente no podía ir y exponerse a los designios de su propia mente, no podía jugar de tal manera con su propia salud. Por eso es que pasaba los días acompañado de Hanabi, quien al igual que él esperaba triste y ansiosa porque algo, aunque fuese mínimo, cambiara.

Ella se despedía muy tarde, pidiéndole que se cuidara y que por favor la mantuviera al tanto de cualquier noticia, la que fuera. Naruto asentía ante cualquier petición, más las palabras quedaban en nada mientras la veía marcharse, sabiendo muy en el fondo que Hanabi estaba sufriendo tanto como él.

Las noches eran frías, lentas, horribles. Daba vueltas por los pasillos pero sin alejarse demasiado de la habitación. La idea de permanecer lejos de Hinata ya no le gustaba, él solo quería estar ahí para cuando ella despertara, poder ser el primero en verla y quién sabe, reír, llorar, besarla o abrazarla para saber que estaba bien, que estaba ahí, viva y con él.

Pero el sueño también era fuera y su cuerpo cansado ya no le permitía estar de pie y despierto toda la noche. Por eso, y aunque fuese en esas horribles e incómodas sillas de hospital, Naruto dormía, no demasiado pero al menos sus ojos descansaban lo suficiente como para mantenerse despiertos y atentos a la mañana siguiente y todo lo que el día durara.

Not remember you ┊NaruHinaWhere stories live. Discover now