Cap. 12 "Cartas"

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La nieve caía sobre su cabello oscuro, llevaba varias horas sentado en el mismo lugar.

Sus lentes comenzaban a empañarse y a pesar del frío disfrutaba de la sensación del viento golpeando su rostro.

Harry suspiraba en la soledad de aquel parque, pensando en cierto rubio, deseando poder verlo ahora mismo… No llevaba ni un día y ya  se sentía desesperado por tenerlo cerca.

El frío calaba en los huesos, era hora de regresar a casa.

Caminaba despacio por las calles vacías,  alumbradas por solo unas cuantas lámparas. La nieve se amontonaba sobre las aceras dejando en cada paso las marcas de sus huellas.

Tocó la puerta de aquella casa, estaba feliz de por fin tener un hogar al cual regresar.

-¡Harry! ¿Dónde te metiste?- La silueta de un hombre se asomó por el marco de la 
puerta.- Me tenías preocupado.- El hombre tomó a Harry por los hombros estrechándolo en un cálido abrazo.- Pasa.-

-Estoy bien padrino.- Sonreía el ojiverde separándose del mayor. Entró a la casa arrastrando sus maletas y dejándolas cerca de la sala.

-Ve a tomar un baño.- Sirius tocó el hombro del chico dándole unas suaves palmadas.- Te prepararé algo caliente para que tomes.-

Harry asintió y se encaminó al baño. Esta sería la primera Navidad que pasaría con Black. Después de varios enfrentamientos con los Dursley, éstos accedieron a ceder la guardia de Potter.

La mesa ya estaba lista gracias a Kreacher. Cuando Harry bajó no pudo evitar soltar unas lágrimas de felicidad. Black sonreía, invitando al ojiverde a tomar asiento. 

Ambos hombres comenzaron a devorar los alimentos, sintiendo la comodidad de la compañía ajena. Black le contaba historias sobre sus aventuras en Hogwarts, el cómo conoció a James y a Lily. Sentía nostalgia en sus palabras.

Harry sonreía ante las increíbles historias narradas por el mayor, sus ojos se iluminaban al contar las vivencias de su juventud, sus amoríos fallidos. Hasta el tiempo que tuvo que pasar en Azkaban por un malentendido.

-Bueno.- Dijo Black tomando un poco de su copa.- Ahora cuéntame tú, la última vez que platicamos me contaste sobre esta chica…- Entrecerró los ojos tratando de recordar el nombre de la menor.- ¿Ginny? Ginny Weasley.- dijo triunfal.

Harry tomó su taza y dió un gran sorbo.

-Bueno Ginny y yo solo somos amigos.- dejó la taza, evadiendo la mirada de Black.

-Creí que te gustaba.- Sirius estaba confundido, según en palabras de Potter Ginny era la chica perfecta.

-Bueno las cosas cambiaron un poco.- El pelinegro posó su mirada en el rostro de su padrino, quien guardó silencio para que esté prosiguiera con el relato.- Hay, alguien… Una persona que no sé, no sé cómo definirlo.- sonrió al pensar en el rubio.-  Es tan malditamente arrogante y grosero, nunca tiene nada bueno que decir, es egoísta.- Harry ya se había puesto de pie, enumerando el sin fin de defectos de cierta serpiente, caminando de un lado a otro haciendo ademanes exagerados 
con las manos. Sirius solo veía la escena 
divertido.- Tiene una lengua muy afilada, es prepotente, siempre mirando por encima del hombro a quien no considera digno.- finalizó molesto el chico.

-Pero.- Animó el mayor para que Harry continuará.

-Pero… no puedo sacarlo de mi cabeza, posee una belleza sin igual, una inteligencia y astucia como nadie, su porte y elegancia hace que sea imposible no verlo, tiene unos hermosos ojos color plata que juro que pueden congelar con tan solo una mirada, capaces de ver a través de ti… Unos labios delgados y pálidos, su cabello rubio siempre está perfectamente peinado; pero lo que más me gusta es su sonrisa, esa que hace que mi corazón lata tan fuerte que cualquiera podría escucharlo. Ama y protege a su casa, es muy valiente, capaz de lograr todo lo que se propone.- Su mirada se perdió en algún punto de la casa, dejando escapar unos suspiros profundos.

Sirius estaba impresionado por los detalles que Harry exponía. Hasta ese momento el mayor no sabía que el de ojos esmeraldas pudiera hablar tanto en tan poco tiempo. 

Ahora estaba intrigado, ¿Quién era la persona capaz de hacer que Harry Potter explotara en emociones? 

El pelinegro no mencionó ningún nombre. Aunque en su cabeza la imagen de Draco Malfoy, siempre estuvo presente. 

No sabía en qué momento el rubio se había plantado tan adentro de su ser… Bueno tal vez sí lo sabía.

Desde la noche del beso; el hecho de conocer a un Malfoy con la guardia baja, de sentir como su corazón podía latir a la par del suyo, de ver cómo su rostro podía expresar algo más que indiferencia… De saber que era Harry Potter el causante de las sensaciones que el rubio experimentaba. Todo esto lo llevó a ser cada día más consciente del chico y de querer conocerlo más allá de la máscara de Draco Malfoy, el Príncipe de Slytherin. 

-¡Draco!- Gritó Lucius llamando la atención del rubio.

-Dime padre.- El chico entró por la puerta del gran despacho, caminando hacia su progenitor.

-Te llegaron algunas cartas.- El mayor entregó varios sobres, que el rubio identificó al tenerlas en sus manos. 

-Gracias.- La serpiente giró y se dispuso a salir.

-¡Espera!- El rubio detuvo su andar para dirigirle su mirada nuevamente.- ¿No sabía que ahora eras amigo de Weasley y Potter?- dijo el mayor mostrando dos sobre más.- Y mira, este tiene un corazón.- Lucius sonrió ante el infantil dibujo.

Draco cambio de color, sus mejillas y su rostro eran totalmente rojos. Jamás en su vida había sentido tanta vergüenza como hasta ahora; lo habían dejado expuesto ante su padre.

El rubio se acercó al mayor y le arrebató las cartas, con la mirada al suelo salió del despacho.- Estúpido Weasley.- murmuró golpeando la puerta al salir.

Las carcajadas del Malfoy mayor aún se podían escuchar.

Enamorado de una SerpienteWhere stories live. Discover now