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Jade no entendió ni tampoco quiso hacerlo, de cómo pasaron de arrojar los residuos de la cena en la basura a correr por la arena. Fueron hasta la orilla, mojaron los pies en el agua y empezaron a perseguirse unos a otros, con las respiraciones aceleradas y entrecortadas por sus risas.

     Daniel se subió sobre la espalda de Liam mientras que Caleb buscó la manera de hacerle cosquillas a Ruby, quien decidió regresar el ataque con intereses. Por su parte, tanto Linneth como Jade se aproximaron a hurtadillas a Daniel y Liam para asustarlos. Cuando estos se giraron para mirarlas pegaron un pequeño grito, pero al instante los cuatro se rieron a carcajadas.

     Apenas Jade y Linneth sintieron las piernas pesadas de tanto jugar, optaron por beber agua y tumbarse sobre las esterillas, disfrutando del agradable clima.

     —J, ¿te digo algo?

     —¿Qué?

    La pelinegra apartó su atención del cielo nocturno y giró la cabeza a la izquierda, en dirección a la rubia. Esta poseía un semblante tan intenso como pensativo:

    —Quiero ser como tú, digo, quisiera tener tu autoestima —confesó la protagonista, clavando sus ojos azules en los de ella—. Admiro lo fuerte e inteligente que eres y como te plantas en todo.

    —Bueno... no es así —Jade abrió los ojos—. Tengo inseguridades y eso...

    —¿Y? —

     Las dos chicas giraron el resto de sus cuerpos en dirección a la otra, en un gesto recíproco de intimidad y confianza. Ambas flexionaron el brazo de manera tal que pudieran usarlo como una especie de almohada mientras al mismo tiempo que mantenían el contacto visual.

     Con su otra mano, Linneth tocó la de su amiga lo mejor que pudo.

     —Bueno... Hace unos meses terminé con Adam y fue difícil porque conocía mis inseguridades, las grietas de mi autoestima y se aprovechó de ellas. —Las palabras se atascaron en la garganta de Jade, con las imágenes de ese día en la escuela viajando por su mente—. Era un gran manipulador, cada vez que tomaba valor para internar dejarlo me volvía atrapar en su chantaje emocional como una estúpida.

     —¿Y? ¿No te lastimó, verdad?

     La cara de Linneth fue tiñéndose de preocupación a medida que oía a Jade, presionando los nudillos de ella suavemente. Después dejó su mano quieta en contacto con su piel, con su calor, mientras sus nervios e indignación subían poco a poco.

     —No físicamente, pero psicológicamente... salí un poco rota —admitió. Varias de las frases de Adam calaron muy fuerte en ella—. Suerte que, mis amigos y mi hermana mayor estuvieron allí para mí.

     —Nada de chicos hasta que estés bien contigo, ¿prometido?

     —Cierto, Lin. Ahora sólo quiero cuidarme a mí misma y estar con ustedes.

    La aludida retiró su mano y se quitó un mechón de cabelló de la cara mientras subía las comisuras de los labios, conforme.

    —¿¡Lin!? —comentó—. ¿Me llamaste por mi apodo?

    —Ah, perdón.

    —No exageres. Digo, es la primera vez que me llamas así y quiero que sigas haciéndolo.

    —Bueno... —Jade sintió un pinchazo de culpa—. No tienes muchas amigas mujeres y no quiero ser mal tercio.

    La rubia la escuchó atentamente. La voz de ella se mezclaba con el ruido que hacían los demás, que también estaban jugando o charlando. Aun así, sintió que ellas dos estaban en su propia burbuja personal.

Rompimos la tramaWhere stories live. Discover now