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Félix revisaba la hora en su teléfono cuando apareció una notificación en la pantalla. Su "padre" envió un mensaje de que llegaría tarde a recogerlo por culpa del tráfico. Era hora pico.

     Al poco tiempo sintió las piernas entumecidas, por lo que buscó algún sitio donde sentarse y caminó hasta unos bancos de madera. A lo lejos divisó a Jade charlando con Ruby y Linneth. Apenas hicieron contacto visual se aproximaron a él con una sonrisa en el rostro.

     —Jade, ¿vienes a casa a mirar una peli? —propuso Félix.

     —¿Tus padres no pensarán nada extraño? —preguntó.

     —Les agradas, no te preocupes.

     —Seguro, iré.

      En realidad, la noche de la fiesta cuando Caleb los dejó en la casa de Félix, se toparon con el padre del propietario original.

     "Estaba despierto trabajando en un proyecto" — recordó la pelinegra.

     El hombre sintió curiosidad sobre ella porque su hijo, quien nunca trajo a una chica a casa, volvió de una fiesta con alguien. Entones preguntó con un aire casual sobre cómo se conocieron.

      Por miedo a que la situación se malinterpretara Jade mintió sobre que necesitaba pedir un taxi, excusándose con que era mucho más barato tomar uno desde la casa de Félix que en el lugar de la fiesta. El aludido aseguró que ella no trajo mucho dinero y por eso sugirió bajara con él.

      Esa noche no supieron cómo, pero el hombre creyó su mentira, o al menos fingió creerla.


Caleb los vigiló desde las escaleras de la escuela con una mescolanza de nerviosismo y tristeza. Echó un vistazo a los costados, asegurándose de que por fin perdió a Mirian. Tras verificarlo una vez más caminó en dirección al grupo.

     Cuando Ruby descubrió que el rubio está aproximándose a ellos, se giró hacia Jade sin separar los pies del suelo.

      —Llegó mi madre... ¡adiós!

     Caminó a pasos cortos y rápidos hacia la camioneta familiar como alma que lleva el diablo. Caleb se paró en seco, siguiendo su huida con la mirada. El brazo izquierdo que mantuvo suspendido en el aire por encima de su cabeza listo para llamarla, cayó al costado de su cintura.

     —Ey —la pelinegra lo saludó y el resto la imitó.

     —Eh... hola —balbuceó, como estuviera en medio de un trance—. ¿Qué hacen?

     —Espero a mi padre con las chicas —respondió Félix—. ¿Te pasa algo? Estás distraído.

      El deportista embozó una sonrisa torcida, como si levantar las comisuras de los labios supusiera demasiado esfuerzo. Al sentirse intimidado ante las miradas serenas y agudas de Jade como Félix, desvió su atención a los autos que pasaban en la calle atrás de ellos.

     —Eh, no es nada. El entrenamiento extra me dejó muerto —movió los hombros de atrás hacia delante, fingiendo dolor muscular.

     —Te dije que no actuaras genial y no te saltearas los estiramientos —dijo Félix—. ¿Entrenamiento extra?

     —Eh... —guardó silencio unos segundos— Si, mis hermanos fueron los mejores jugadores de su equipo y quiero estar a la altura.

     El castaño abrió la poca, a punto de responder, pero Jared apareció a interrumpirlos. Como ocurría habitualmente, algunos alumnos se quedaban mirándolo como si fuese alguien importante. Era el típico cliché del protagonista masculino que, a pesar de ser un idiota y sin encanto, conseguía atraer toda la atención, como si fuera el único prospecto de hombre.

     Ambos universitarios suspiraron, cruzaron los dedos para que se fuera pronto.

     —Marian está buscándote, me preguntó si sabía dónde estabas —dijo Jared, apoyando la mano en el hombro de Caleb.

     —Eh, sí... Marian. Gracias —murmuró nervioso y giró el cuello ligeramente hacia él.

     Fue ese instante que todos interrumpieron la conversación al escuchar unos pasos rápidos.

     —No era mi mamá... —Ruby se detuvo en medio del círculo, avergonzada—. Era el mismo modelo de camioneta.

     —Suerte que seguimos aquí —bromeó Jade.

     Ella examinó sin mucho interés como los alumnos que asisten los talleres de la escuela cruzaban el patio delantero. Félix retomó su charla junto a las chicas para dar a entender que no quería saber nada sobre el protagonista masculino.

     Por su parte, Caleb no pudo apartar la mirada de Ruby, quien no paraba de sonreír y reír con sus amigos, y pensó que parecía como si el mal rato que le hizo pasar Marian nunca sucedió. El sentimiento de culpa se enroscó en su garganta, como si fuera una serpiente que probaba el sabor de su mejilla justo antes de clavar sus dientes en él.

     —¿Vamos a tu casa? Ya es tarde —preguntó Jared.

     —Eh... en un rato.

     El deportista intentó acercarse a Ruby, pero el ruido de una bocina atrajo la atención de todos ellos a un auto color azul, incluyéndolo.

     Félix se calzó la mochila a los hombros y caminó hasta la puerta del copiloto. Alguien bajó la ventanilla, permitiéndole acercar el cuerpo al interior del vehículo. Mientras tanto los demás divisaron a un hombre de cabello castaño y ojos azules en el asiento del conductor.

      El hombre saludó a Jade a la distancia mientras apoyaba la mano en el volante. Ella regresó el gesto cuando Jared se acercó y se detuvo a su lado, viéndose obligada a espiarlo por el rabillo del ojo. Fue entonces que advirtió que él estaba muy silencioso, observando la conversación de Félix con su padre con atención. Continuó sin realizar ningún comentario al respecto, comportamiento que lo tornó mucho más extraño de lo normal.

     La castaña abrió los un poco los ojos y dejó de pestañar unos segundos, buscando alguna anomalía en Jared. Si alguien sugería que lo intercambiaron por el alma de otra persona, ella se lo habría creído sin un ápice de escepticismo. Al final tras una escaneo muy exhaustivo, inclinó la cabeza en dirección a Caleb.

     —¿Qué le pasa? —preguntó curiosa.

     El rubio mantuvo la boca cerrada por un tiempo, como si estuviera ordenando los acontecimientos y sus propias ideas.

     —¿Ese es el papá de Félix? —consultó y dobló su cuerpo hacia delante dado que Jade apenas le llegaba cerca de los hombros.

     —Sí, ¿algún problema?

     —¿Félix es tu mejor amigo y no sabes quién es su padre? ¡Es un escritor famoso! —Caleb acortó la distancia que los separaba—. ¡Y el autor favorito de Jared!

     Jade abrió los ojos, intercalando la mirada entre ambos personajes. Jared consultó en el teléfono si realmente era él y cuando lo verificó con una simple búsqueda en internet, casi deja caer el aparato en el suelo:

     "¡Es Arthur Jules!" —pensó.

     No podía creer que su autor favorito estaba allí, a tan pocos metros de distancia. Una sonrisa amarga se dibujó en su rostro al recordar que el hijo no era otro que Félix, el tipo que lo llamó idiota.

     El castaño corrió hacia el grupo.

     —Jade, él dijo que sí. Vamos.

     La aludida se despidió de Linneth y Ruby, para a continuación acompañar a Félix hasta el vehículo. Ambos se subieron al auto, uno al asiento de copiloto mientras la otra en el trasero. Ya con los cinturones puestos, partieron hacia la casa.

Rompimos la tramaWhere stories live. Discover now