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Ruby ingresó al baño con un portazo, precipitándose al lavabo, sacó un poco de papel higiénico y lo mojó con agua del grifo. Mientras se limpiaba las lágrimas, descubrió a unas chicas asomándose en la puerta con labial en mano, al parecer querían arreglarse.

      Sus ojos se humedecieron de nuevo. No pudo evitar sentirse fea o un bicho raro a comparación a esas dos adolescentes tan bonitas, con una cintura pequeña, lindo cuerpo, maquillajes perfectos. Estas al darse cuenta que las observaba preguntaron amablemente si necesitaba algo, una toalla femenina o si alguien la molestó.

      Ruby respondió que no, sorprendida por el buen trato. Cuando Linneth y Jade entraron al baño con una expresión preocupada en sus rostros, las desconocidas decidieron dejarlas solas.

      —¿Estás... ?

     —¿Te encuentras bien? —preguntó la protagonista femenina.

     —No, no es eso... Váyanse. —dijo Ruby. No pudo evitar bajar hasta sus rollos, pensó que parecía una manzana y se cubrió el cuerpo con los brazos— Quiero estar sola.

     —No quiero. No vamos a dejarte —afirmó Linneth.

     —Menos cuando es culpa de esos tres idiotas —secundó Jade.

     Ruby torció los labios en un intento de sonreír, dejando una sensación de amargura en el aire.

     —No podemos decirte que los ignores o que no te lastimen, pero al menos déjanos acompañarte —La universitaria se acercó a ella con lentitud.

      —Busquemos un lugar tranquilo, hay personas esperando afuera —sugirió Linneth en tono suave, tomando a la chica de la mano—. Vamos.


Todas las miradas se detuvieron en Félix, quien soltó lo que sintió sin filtro. Este intuyó que si decía algo incorrecto se le echarían encima, así que optó por no avivar el avispero y dijo que no le hagan caso con una expresión relajada.

      "¿Debería hacer algo?" —No dejó de pensar que la apuesta era una atrocidad. Formular aquella respuesta evasiva fue muy difícil, como si cada palabra fuera un peso en su conciencia.

      El grupo retomó el juego, golpeando sus rodillas con las palmas de la mano. Una chica giró la botella de vodka cerveza cuando la boquilla señaló a Félix. Las tres amigas ubicadas a su alrededor, aplaudieron e intercambiaron algunos codazos.

      —¡Mía! Estas de suerte. ¡Es muy lindo! —una de ellas se acercó a su oído.

      La aludida tiró su cabello pelirrojo natural hacia atrás y jugó con un mechón, en un gesto de sorpresa e incomodidad. Clavó los ojos en Félix y movió los labios, despulpándose en silencio por el comportamiento del resto. Él asintió la cabeza, entendía la situación.

      Todavía sentado en el mismo sillón, tomó un trago su cerveza ya caliente y se preguntó si no sería mejor irse de allí. Luke, sentado junto a Jared en el centro del grupo, apretó el vaso de plástico rojo medio vacío sin apartar la vista de ellos dos. El silencio electrizante crecía a medida que transcurrían el segundos.

      Apenas una de las amigas de Mía se alejó, se levantó de su sitio y ocupó el hueco.

      —¿Vas a besarlo? —preguntó, inclinado su cuerpo sobre ella—. Por eso te dije que no jugaras. Te sentirás incómoda si lo besas.

     Mía enderezó la espalda, interponiendo una copa casi vacía entre ambos:

     —¿Qué te pasa? Estás portándote muy raro —respondió.

Rompimos la tramaWhere stories live. Discover now