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Félix llegó a la dirección indicada el mensaje de texto y tocó la puerta. Lo recibió una joven unos centímetros más alta que Jade y con el mismo color de ojos, cejas y cabello solo que recogido con un rodete. En cambio su tez era algo más pálida.

     La desconocida lo estudió con el ceño fruncido, el castaño tragó saliva al sentir aquella mirada tan penetrante sobre él.

      —Hola, ¿quién eres?

      —Hola, buenas. Soy Félix, un amigo de Jade —saludó—. Ella me invitó.

      La mujer giró la cabeza. Al ver que su hermana no estaba por allí regresó la atención al adolescente:

      —Pasa, ahora la llamo.

      —Gracias.

      Su aura imponente hizo que la piel de Félix se erizara al instante, preguntándose cuánto tardaría en apuñarlo. Se estremeció de tan sólo pensarlo, porque aquella mujer parecía dispuesta a sacarle los ojos de ser necesario. La escuchó descender por las escaleras a pasos pesados. A un par de escalones del suelo se detuvo y de nuevo lo miró con desconfianza:

     —Dice que subas —dijo al fin—. Es la segunda puerta a la izquierda.

     Se dispuso a subir cuando los padres de Jade aparecieron con taza de café en mano. Al percatarse de Félix se acercaron a saludarlo mientras la hermana mayor de la propietaria original suavizaba su expresión.

     —¿Así que son amigos con Jade hace tiempo? —Helena sonrió—. Perdón si te asustamos.

     —Mi hija prefiere reunirse con sus amistades fuera de casa, por eso nos sentimos curiosos. —secundó William. Hizo una pausa— ¿Quieres algo de comer?

     Ambos poseían una presencia mucho más amigable.

     —Somos amigos pero nos volvimos más cercanos este año —explicó Félix, rascándose la nuca.

     Helena asintió:

     —Es bueno que haga amigos y salga a tomar aire. Me preocupaba que la pase encerrada con sus pinceles y dibujos.

     Félix regresó su atención a ella. Una sedosa melena negra y ondulada, con un flequillo al costado enmarcaba su rostro. Acompañada de unos ojos cafés muy expresivos, con unas pestañas largas y cejas gruesas pero bien depiladas, y una piel pálida bien cuidada. En cambio William poseía una cabellera rubia, barba perfectamente cortada, ojos pardos con cejas delgadas pero arqueadas que se veían bien con su frente estrecha y rostro en forma de diamante. La complexión era de ligeramente robusta en comparación con otras películas de ese tipo y poseían una altura más alta que la media.

     Percibió la desconfianza de su hija mayor, por lo que decidió cambiar de tema para rescatarlo de la situación. La aludida al darse cuenta de esto, entrecerró los ojos y huyó a la cocina:

     —Necesito una taza de té...

     —Cassandra es muy protectora con Jade —Helena bebió un sorbo de su café mientras la observaba alejándose —. Recuerdo que cuando nació, muchas veces encontramos a Cassie asegurándose de que Jade durmiera bien o respirara.

     —Eso es muy lindo —declaró el castaño, sin tener mucha idea que decir.

     Félix se alegró al oír los pasos pausados de Jade bajando las escaleras. Esta lo abrazó, lo presentó a sus padres otra vez y cuando se dispuso a sacarlo esa situación, alguien se acercó.

     —Jade, toma esto —Cassandra se interpuso entre el castaño y ella.

     Agarró la taza de café que la otra le ofrecía ante la mirada expectante de sus padres, la cual poseía una mezcla de curiosidad con sorpresa. Buscó una respuesta en su amigo pero este se encogió de hombros y cruzó los brazos.

Rompimos la tramaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora