✰Capítulo 46✰

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LEONE

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LEONE

Cualquier pensamiento negativo desapareció de mi mente y mi corazón comenzó a latir muy rápido. Quise levantarme para salir corriendo y abrazarla, pero todavía no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo. Así que solo me limité a mostrarle una de mis mejores sonrisas.

—Viniste— logré decir, intentando que no me temblara la voz.

—Hola— Ariadna entró con cierta inseguridad, como si temiera que alguien la descubriese entrando a mi habitación. No lucía tan feliz, sonreía, pero se notaba la tristeza en sus ojos.

Iba a preguntarle si le ocurría algo cuando noté que llevaba consigo un par de valijas. Tuve el presentimiento de que eso tenía que ver con su rostro de preocupación y también con que no hubiese ido a visitarme antes.

—¿Por qué traes esas valijas?

Ariadna se acercó y se sentó en la camilla. De esa manera podía observarla mejor, no era la misma chica que había conocido en España. Estaba bastante delgada y pálida. Su cabello estaba opaco y cargaba unas ojeras enormes. Parecía como si estuviera enferma.

—Leone, no sabes cuánto esperé por este momento— habló casi en un susurro. También parecía que había llorado mucho, y aun así, en ese instante las lágrimas se acumularon en sus ojos—. Deseé con todo mi corazón que despertaras, aunque yo estaba segura de que lo harías.

Cogió mi mano y apretó los labios.

—Lucas me contó que tú venías a verme todos los días, que no me dejaste solo en ningún momento.

—Bueno, al principio no pude hacerlo porque...

—Ya estoy enterado— la interrumpí, recordando con cierta amargura lo que había hecho mi madre.

Ella asintió y dejó de hacer contacto visual conmigo.

—No había podido venir antes porque no quería incomodar a tu familia— me explicó con pesar—. Cuando tu hermana me avisó, yo estaba bastante emocionada, quería venir en ese mismo instante. Pero me dijo que aún no podía visitarte y que lo mejor era que viniera en otra ocasión— me miró y esbozó una pequeña sonrisa— Aunque ya no podía esperar más, necesitaba verte.

—Yo también quería verte, necesitaba hablar contigo. Me hacías mucha falta.

Soltó una risita y negó con la cabeza.

—Imagínate yo, que estuve más de un año esperando por ti. Sí podía verte, y tocarte. Pero no era lo mismo si tú no reaccionabas. Sabes, durante todo este tiempo me di cuenta de una cosa.

—¿De qué?

—Que eres menos fastidioso cuando estás inconsciente— bromeó, y yo solté una carcajada.

—¿Ah sí? Mejor admite que echabas de menos mis locuras, y mis abrazos, y mis besos...

—Tienes toda la razón.

Estrellas de Neón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora