Capítulo 38 | Son mis hijos

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—¿Señorita? —la voz de la dueña, Holly, la sacó de su ensimismamiento.

Grace levantó la mirada al instante, inquieta, nerviosa.

—¿Qué?

—¿Vas a consumir algo, chiquilla? —Holly suspiró, apoyando las manos en su regordeta cintura—. ¿No vas a llegar tarde a clase?

Grace sintió la mirada de la otra mujer también en ella. No estuvo segura de si la habían visto mirando el bolso, buscando la cartera. Se encontraba dispersa.

Maldita sea.

—No, yo... —Grace titubeó, sintiendo su voz ronca, frágil—. Un vaso de agua está bien.

Holly frunció el ceño. Nadie acudía a su cafetería a pedirle agua. Era un auténtico insulto para alguien que cocinaba con tanto cariño como ella.

—¿Tú no eres la chiquilla que desayunó aquí ayer con su novio?

Grace sintió que la boca se le secaba más.

—Hemos roto —dijo con un gesto de los hombros, como quien no quería la cosa. Entonces su mente empezó a trabajar—. Me ha dejado. No tengo dinero y me he dejado el móvil en su casa.

—¿A ti? —Holly se inclinó hacia ella en la barra—. Eso es imposible. Yo me fijé en cómo te miraba ese chico ayer y...

—Pues así es —le cortó rápidamente Grace, haciendo esfuerzos para parecer desvalida. Con el dolor que tenía en el pecho no le costó demasiado. Los ojos ya los tenía rojos de puro llanto.

—¿Así que necesitas dinero? —Cassidy fue quien habló esta vez.

Ahora, observándola de cerca, Grace se dio cuenta de que esa mujer era increíblemente bella. Tuvo la certeza de que no era humana. Tenía el rostro ovalado, los ojos azules e intensos, y el pelo castaño lo mantenía recogido con cierto desorden. En apariencia, nadie diría que tuviese más de cuarenta años, pero tuvo la intuición de que tenía muchos más.

Y también tuvo la intuición de que iba a intentar mentir a alguien que lo sabía todo. El miedo a que detectasen su sangre mezclada, su mancha, su marca, se acomodó en ella con terrible dureza. No podría soportar una humillación más. Al menos, no tan pronto.

—Oh no, eso sí que no —Holly negó. Grace movió la cabeza hacia ella, con el miedo a que la echaran del local—. ¿Cómo es posible que te haya dejado?

Cassidy la observó a su lado, fijamente, durante largos instantes. Después, su mirada recorrió el resto de la cafetería, sin encontrar nada que llamase su atención, hasta que se fijó en el Lande Rover aparcado junto a la puerta, con las ruedas pinchadas. Reconocía esos vehículos como propios de La Hermandad.

Una extraña intuición, sensación, se acomodó dentro de ella.

Sintió que las manos le temblaban.

No podía ser.

—¿Y quién es el chico? —preguntó, con naturalidad.

—El menor de los Blackwood, bueno, el único chico claro —dijo Holly divertida de participar en un cotilleo—. Hacía años que no le veía.

Grace ahogó un suspiró de angustia. Apoyó los codos en la mesa y enterró en las manos su rostro. Maldito Mystic Hollow, maldito Connor Blackwood y maldito Café de Holly.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Cassidy, sintiendo el corazón en un puño.

—Bethany —dijo Grace, de forma automática. No iba a dejar ningún rastro en ese pueblo y si por ella fuese, tampoco en ese país.

Cuando fuiste mía (LA GLIMERA #1)Where stories live. Discover now