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『 Jang Han-seok 』
Lia deja un portarretrato con una de las fotografías que le di de sus padres sobre su escritorio. Bebe café mientras lee las hojas que contienen información que pudo conseguir el señor Cho.
—Los registros del teléfono de Jang Han-seok y de los teléfonos de los asesinos fueron borrados de las estaciones base, ¿no? —pregunta Chayoung, pensativa.
—Si. Cuando los encontró, estaban borrando los registros. Afortunadamente, conseguimos la ubicación del último —tomo asiento en el borde de la mesa del centro—. Esto es de cuando llamé a Jang Han-seok con el teléfono del asesino.
—¿Yangdong? Un momento ahí queda el túnel. Dios mío. ¿Dónde se escondió?
—Lia, ¿qué piensas tú?
Ella parpadea saliendo de su ensimismamiento. Niega en vez de hablar, regresa la vista hacia la hoja que descansa en su escritorio.
Recibimos —reciben, mejor dicho— comida preparada por el chef Toto. Su aprendiz tiene esa manía de comportarse sospechoso, como si analizara cada palabra, hoja... y no teniendo suficiente, nos espía sin tener cuidado.
—¿Ahn?
Realiza su vergonzosa actuación de wushu antes de irse dando un volantín.
Recibimos otra visita, Mi-ri sale detrás de la pared con cristal. Avisa que en el restaurante Arno, se llevará a cabo el día de juegos, en compañía de los inquilinos. Menciona cuál juego es: la mafia.
Lia escupe el café e intercambia mirada conmigo, una nerviosa. Me rehuso a jugar; voy hacia su escritorio y Mi-ri prácticamente se sienta en sus piernas.
—Señor Cassano, venga por favor. Si usted no va, yo tampoco iré.
Lia acomoda a Mi-ri detrás de su espalda para que no la vea coquetearme. Quiero reírme ante su evidente muestra de celos.
—Ella quiere que vayas. ¿Por qué no vienes con nosotros? —pregunta Chayoung.
—Si no conoce las reglas, yo se las enseñaré.
Chayoung, Mi-ri y el señor Nam, se arremolinan a mis costados, arrastrándome hacia la puerta. Grito de desespero, me rehuso a tener que jugar pero, Lia sujeta la manga de mi saco y corre conmigo.
Al principio, el juego me parece muy tonto, inclusive tengo que fingir no estar nervioso cuando algunos me señalan como mafioso. Llegados a un punto, la expectativa de saber quién es quien, aumenta mi diversión... hasta que irrumpen policías.
—¿Quién es el señor Vincenzo Cassano? —pregunta un detective.
—Soy yo. ¿Qué ocurre?
—División de Delitos Internacionales, de la fiscalía de Namdongbu —desdobla una hoja y la muestra. Alcanzo a leer apenas algunos cargos—. Queda arrestado por intento de homicidio, complicidad y extorsión. Tiene derecho a un abogado, a defenderse y a un habeas corpus.
