Érase una vez una chapa

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Me había arreglado muy bien para salir con Santi. Más de lo normal. No sabía exactamente por qué pero lo había hecho. Fui a abrir la puerta para salir pero sabía que me olvidaba algo. Me estaba dejando las llaves, que estaban encima del escritorio. Tenía mucha prisa por salir de casa por lo que me colé en mi habitación dando pasos de gigante y las atrapé con mis manos, mi torpeza, una vez más tiró el jabón de mi popero rosa al suelo, que no se por qué estaría abierto. Momento en el que me cagué en todo. Tuve que volver a la cocina a por un paño para secarlo y salir cuanto antes, cosa que seguía deseando. Estaba en el suelo de cuclillas cuando fui a poner de pie el pompero y me di cuenta de que dentro había una pequeña chapa de refresco. Me la guardé en el bolsillo para preguntarle que qué significaba. 

Una vez que conseguí que mi torpeza se separara de mi, conseguí salir de casa. Bajé en el ascensor y cuando salía a la calle el viento de un marzo alocado hizo que mis mejillas de pusieran un tanto rojas. Mi pelo se empezaba a revolver y probablemente para cuando llegara con Santi me diera un ligero aire a él... 

Llegué por fin a mi destino y ahí estaba el, mi John Travolta secreto del Siglo XXI. Recordé la chapa que me había guardado y antes de que me pudiera dar un beso, la saqué, me la guardé en la palma de la mano y dije:

-Si me vas a pedir matrimonio, dimelo a la cara. 

Ya habíamos hechado a andar e insistí. El me miró con cara rara, luego saqué la chapa y empezó a reir. Tuve que añadir yo unas palabras más.

-¿Qué quieres decirme con esto, niño?- No pude evitar reir cada vez que le miraba a esos profundos ojos negros. 

-Pues que voy a querer decir, Yaiza. Es la chapa de tu aquarius. El que no querías que quitara lpa chapa... Bueno, pues al final la quité y te la quería dar de recuerdo de nuestra...¿Primera cita?

Ya se volvía tonto. Me encantaba picar a Santi cuando iba a ponerse a sangrar purpurina y repipi. Le llamaría unicornio pero probablemente me dejara de hablar.

Nos habíamos adentrado en una dehesa llena de árboles y estabamos a la sombra paseando tranquilamente.

-Bua, que currrsi eres. No molas siendo así... ¡Vaya blandito!-Esto ultimo lo dije con cierto aire de ironía, para que no se enfadara.

Se paró en seco. 

-¿Ah si? ¿De verdad piensas que soy cursi?-Me arrancó la chapa de cuajo y...-Pues te quedas sin chapa, ya veras que no me vuelves a llamar balndito en la vida.

Le miré desconcertada y con la boca abierta.

-Santiago, no acabas de tirar mi chapa al río ¿verdad? Dime que no lo has hecho.

-Lo he hecho señorita- Después de decir esto se alejó a un paso más ligero que el mio.

-Que sepas que me caes mal. ¿Por qué tiras mi chapa?

-Por llamarme blandito.-Acto seguido me besó en los labios otra vez. Otra vez esa sensación de mariposas en el estómago, esa sensación de estar volando. Le agarré de la mano y seguimos andando hasta salir de la bonita Dehesa.

Llegamos hasta una avenida, donde paramos a comprar refrescos. Naturalmente, me volví a comprar aquarius y el coca-cola. Tras salir de la tienda, nos sentamos en un banco. 

-Espero que no me des esa chapa...- Me dijo de broma.

-No te la daré, descuida- Y me plantó un beso en la mejilla. De pronto el frío de mis pómulos se impregnó  de calor. 

Después de beber lo que habíamos comprado, me aseguré de quitar mi chapa y guardarmela. Realmente me habría gustado quedarme la otra, pero el muy gracioso la había tirado. La parte buena es que siempre podría volver al río y recordar mi anécdota de Érase una vez una chapa.

Que sea para la eternidad.Where stories live. Discover now