El pompero rosa

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El chico peliazul me miraba con una cara un poco extraña. Estabamos en las escaleras de incendio del instituto y me había acompañado a lavarme la nariz, que estaba un poco salpicada. El chico, me había sacado del corillo en forma de saco de patatas y me había llevado hasta aqui. No nos habíamos dirigido la palabra y yo no sabía que hacer, ya que tenía ganas de ver llorar al niñato de Gorka pero también quería agradecerle por haberme sacado. Poco más y me quedaba calva. Nunca habría pensado que un chico pudiera pegar a una chica.

Decidí derle las gracias a peliazul.

-Oye, muchas gracias por rescatarme de ese chico.

El chico me miró, tenía los ojos pintados de negro y estaba un poco gordo, por lo que yo no sabía si reir o llorar. Tras un breve silencio, habló.

-No deberías darmelas a mi. Ha sido Santi quien me ha dicho que te saque de ahi... Realmente te estaba buscando para darte una cosa.

Me quedé pensativa. Si no hubiera estado asqueada por la clase de química, no habría pegado al niñato y Santi estaría ahora conmigo en vez de estar buscandose una expulsión de una semana. Aunque realmente lo hacía por mi.

Sonó la campana, lo que me indicaba que tenía que volver a clase, cosa que no me apetecía nada. No después de lo que había pasado. Me levanté del úlimo escalón y traté de salir, la puerta estaba un poco encajada. Peliazul se levantó de su sitio y tras hacer mucha fuerza, la puerta cedió.

-Gracias otra vez. 

-No hay de que, Santi, es Santi.

Le sonreí cabizbaja y me dirgí a mi siguiente clase. Por suerte esta era la última ya que no tenía séptima hora.

Me pasé toda la clase concentrada en una hoja de papel que había sacado de mi cuaderno y me volví a sumir en los pensamientos que rondaban mi cabeza. Miraba con desgana la hoja y como movía el lápiz. El arte nunca había sido lo mio y no sabía como había gente que pudiera plasmarlo todo en un simple cacho de papel. De pequeña probablemente lo hiciera mejor que ahora, pese a haber puesto a mi padre con una oreja minúscula y la otra más grande que la de Dumbo. 

La campana sonó de nuevo y recogí rápidamente para no ser interrumpida por ninguna pregunta estúpida. Llegué a la entrada principal del instuto. El sol pegaba más en esa zona, aunque había una leve brisa que alborotaba mi largo pelo castaño. Me senté en un banco y dejé mis cosas a un lado. Me toqué la frente con disgusto cuando alguien me la cogió y me tiró de la barbilla. 

No pude evitar sonreir al ver que Santi estaba delante, pero mi sonrisa se borró justo cuando vi que tenía un pómulo más rosita que otro. 

No dijimos nada ninguno de los dos.

Se sentó a mi otro lado y se me quedó mirando. 

-¿No me piensas contar lo que ha pasado?

-Me ha provocado- respondí yo impaciente.

-No es razón, aunque me da igual. Se con seguridad todo lo que tengo que saber y se lo que me gusta y lo que no. Que peguen a mi chica favoita no es una y por eso, cada cual se lleva sus guantazos. 

Le abracé y después de devolverme el abrazo me besó. Otra vez fue uno de sus besos repentinos e inesperados. También era reconfortante. 

-Tengo algo para tí- Prosiguió.

Le miré como si no supiera de lo que estaba hablando(No lo sabía).

Sacó un pequeño tubo rosa de su chaqueta y me lo puso en la mano. Era lo que creía que era. 

Desenrosqué la tapa con sumo cuidado para no desperdiciar ni una gota del jabón del pompero rosa. Hice una pompa que estalló en  nuestras caras. 

-No me puedo creer que me hayas traido mi pompero. 

-Hay más. 

No daba a credito.

-El día de vomitar arcoiris ya pasó, Santi.

Puso los ojos en blanco y añadió:- Eso ya lo se, choni. Ya averiguarás que es cuando acabes de hacer pompas- Se levantó, me dio un beso en la frente y se fue. 

Mientras veía a Santi alejarse, agité el bote y algo metálico sonaba dentro. Me picaba mucho la curiosidad por saber de que se trataba, pero me gustaba más conservar su detalle. Era verdad que no siempre lo más caro es lo que te hace feliz.

Que sea para la eternidad.Where stories live. Discover now