On strike

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Volvía a ser miércoles, aunque este día era mejor que el último. Hoy no había clase, no había que levantarse, no había que ver el careto de Gorka, que la verdad, no sabía por que narices le dedicaba un segundo de mis pensamientos de miércoles. Quedaba ya poco para acabar mi pompero rosa y conseguir saber lo que había dentro. Naturalmente, y como ya os esperareis, había quedado con Santi esa tarde. Tan solo era por la mañana, desayuné y empecé a hacer mis deberes de inglés ¿Alguien se puede creer que odie tanto el inglés? Mira que me esforzaba, y que tenía solo un cuaderno dedicado a esa asignatura exclusivamente, pero me faltaba algo para terminar de hacer que me sonara bien. Vaya asco. 

Iba por casa con un moño demasiado alto y con un par de lápices dentro de el para sujetarlo. Cuando estaba por casa, no me gustaba ir con una goma de pelo, porque si luego querías salir y soltartelo se te quedaba una pequeña deformacion en el pelo. 

Tardé toda la mañana en aprenderme mi examen de inglés y me dio tiempo a darme una ducha. Sentir el agua caliente rozando mi piel era una sensación espectacular y cuando salías, notar los poros de toda la piel abiertos era relajante. 

Estaba en casa de mi madre y le ayudé a hacer la comida. Olía a croquetas con jamón. Otro olor que me fascinaba otro poco. Naturalmente, aprovechó que no estaba Carlota para preguntarme más cosas de Santi. Otra cosa que me gustaba también, aunque me gustaría que esa otra persona fuera Victoria, al menos, no mi madre. Pero... ¿Qué más iba a pedir? ¿Veis como ese día era genial?

-¿Donde has quedado con el chico ese de la Harley Davidson

-Mamá... ¿Cuántas veces tendré que decirte que no tiene moto? 

Hace pocas semanas, mi madre me dejó un libro que iba como un chico un tanto parecido a Santi. Se itulaba Dios vuelve en una harley y la descripción decía algo así:

A sus treinta y siete años y dueña de una figura que no se ajusta a los cánones de belleza, Christine tiene pocas esperanzas de encontrar al hombre con quien compartir su futuro. Lo que no se sabe es que Dios ha vuelto a la tierra para entregarle unas simples reglas de vida, acordes con nuestro tiempo, que harán de ella una mujer distinta y libre.

Aunque vista chupa de cuero y cabalgue en una Harley Davidson, en sus ojos está la sabiduría y en sus palabras sencillas descubrimos lo que siempre habíamos sospechado: el camino hacia la felicidad empieza y acaba en nosotros mismos.

Y claro estaba, mi madre me había ascociado a ello. Y no la culpaba.

-Bueno hija, las que sea. Con esas pintas que lleva... Aunque la verdad, se ve bondad en su cara.

-Gracias, mamá... He quedado con el a las cinco, pero hemos quedado aquí cerca. No te preocupes.

Que sea para la eternidad.Där berättelser lever. Upptäck nu