➻Determinación

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-Capítulo 12-


El día de la boda se presentó.

Nadie noto su ausencia la noche de ante ayer, y le dolía en el alma no poder compartirla con nadie, absolutamente nadie. Eirene se levantó ese día sin ganas, con los ojos húmedos todo el tiempo, y esa expresión en el rostro como si fuera a un funeral. Todo el día de ayer se la paso como un zombie recordando la magnífica noche que paso con Draven, pero también está muy triste por eso, quiere volver a verlo, pero no puede.

— Mi señora, es hora de arreglarse, su boda será solo en unas cuantas horas. - le dijo Rexanne al entrar a su cuarto con naturalidad.

El hermoso vestido de novia yacía encima de la cama, así como todo su ajuar completo, pero Eirene ni deseaba verlo, aunque lo hacía... quizás así se convencería, de que en ese día quedaría atada a un hombre que no ama.

Mientras en otro lugar apartado, esta una inquietud que en la oscuridad no se manifestaba. La Bruja Eos no está contenta con lo que está sucediendo en lo absoluto.

— Pero madre, ¿por qué te molesta tanto esa boda?, si al final tú, yo y el incompetente del chico saben que no es el verdadero guerrero. – pregunta dudoso Tyr el incompetente hijo de la bruja, ese hombre que hace lo que desea su madre, ese hombre que no tiene vida propia.

La bruja con su porte maléfica y sus ojos diabólicos lo miro con determinación, queriendo asesinarlo en ese momento, a pesar de ser su único hijo, sabe que él no tiene futuro.

— No entiendes nada, idiota. La princesa Eirene está enamorada del verdadero guerrero, eso hace peligroso todo. - recita ella con unas palabras que retumban en toda la habitación.

— Eres una gran bruja, tu sabrás arreglarlo cierto - tratando de hacer las paces con su madre.

Pero Eos no está segura de ser tan buena hechicera si se le presenta algo tan fuerte, algo tan profundo y tan puro... como es el amor.

— Será difícil... muy difícil.

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Radiante con una sonrisa en los labios, así aguardaba Emilian, con cautela ante lo que será la boda del siglo. Sus padres están ahí, orgullosos de que haya llegado tan alto, y soportando aquellos vecinos que se preguntan cómo le hizo para acabar con los Raks, si era cobarde de niño... y los miles de preguntas que le hacían acerca de Draven, el herrero incluso ya lo había olvidado, pero los vecinos no, ya que Draven se ganó el cariño de muchos habitantes de Russitea.

Los nervios se notaban en todos, temiendo que algo no saliera bien, que la temible bruja tratara de impedir la unión. Pero al parecer incluso el clima estaba de su favor, con un sol radiante y un cielo maravilloso.

¡Hoy es un gran día para casarse!... pero Eirene se sentía morir por no estar con su amado.

Las horas pasaron lentas y exactas, la princesa ya se encontraba frente al espejo arreglada, cubierta por un vestido que hacía acentuar su figura, con una belleza indescriptible.

— Madre, padre... denme fuerzas - rogó ella volteando a la ventana, de pronto llamaron a su puerta, y creyó que le anunciaban que ya debía bajar.

— Quien si no soy yo para acompañarte en este día tan especial - espetó cariñosamente Zuko, el hechicero.

Por fin Eirene pudo formar una sonrisa, aunque sea pequeña, y camino hacia él, lo abrazo con tanto afecto, que el cerro los ojos notando su humedad, siendo que sintió una tristeza profunda en la Princesa.

— Sé que este es un día difícil, pero no estás sola... estoy yo, y tus padres también. – el decir la última frase hizo que Eirene baja un peso más que tenía en los hombros.

Hablaron por unos minutos más... luego llegó la hora de bajar, para encontrarse con Emilian, su guerrero.

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— Entonces, ¿te das por vencido tan fácil? - cuestiono Volna a Draven.

Le ha dicho que ella ha sido invitada a la boda, e ira... lo ha invitado pero el se negó.

Luego de la noche que paso con Eirene, Draven se hundió terriblemente, Volna lo noto casi al instante. No han hablado mucho, pero si lo suficiente para saber que el amor entre ellos debería bastar.

— No lo entiende... ella debe casarse con él, él es el guerrero - y lo dice con una tristeza en su voz que hasta las flores podrían marchitarse de tan solo escucharlo.

Estaban los tres en la sala, tratando de entablar una conversación que parecía no tener fin.

— Mi abuela tiene razón... debería luchar por ella, si de verdad la amas - opino el nieto de Volna, Nale, que a pesar de ser tan solo un muchacho, sabe bastante de la vida gracias a su abuela.

— Pero... sí lo hago, todo el pueblo morirá... la profecía debe cumplirse. – y se repetía eso cada instante para no perder la cabeza y hacerle caso a su corazón e ir corriendo por la princesa.

— ¡Al diablo con la profecía, Draven!, He vivido lo suficiente como para saber que el amor vence todo... que algún día de todas formas todos nos hemos de morir - vociferó la anciana haciendo un ademán con los brazos.

El planteamiento de Volna parece coherente, pero de todos modos... ¿cómo vivir con el cargo de conciencia si ellos se salvan y los demás fallecen? No, no hay marcha atrás, esto debe seguir su curso.

— No puedo hacerlo - dijo finalmente Draven.

— Bien... entonces me voy a disfrutar de la boda real - se levantó, ya no con agilidad, pero si con decisión. Su nieto no iba a poder acompañarla, más bien no quiere dejar solo a Draven, por quien ya siente cariño fraternal.

Todo está dicho, la anciana partirá a la boda, y al llegar revelará lo felices que se ven ambos, o al menos de parte del novio que han disfrutados de la unión de los gobernantes del pueblo, convirtiéndose así en el Rey y la Reina de Russitea. Draven no cree soportar todo ese asunto. Además, algún día tiene que volver al pueblo a trabajar, ¿entonces que diría?, ¿la verdad?, como si ellos borraran tan deprisa lo acontecido. Aunque Volna le ofreció trabajar para él, no quiere abusar de la confianza de ella, pero pensándolo bien, lo mejor será aceptar su propuesta, y desaparecer del pueblo, no volver a ver a Eirene... y... ¿no volver a verla?, ¿soportaría ese castigo?

— ¡Espere! – anuncio el levantándose. Volna formo una sonrisa, la borró y volteó hacia él. – iré con usted... impediré esa boda, aunque sea lo último que haga -. declaro Draven con inseguridad, pero determinación en los ojos.

La Maldición de EireneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora